Epílogo

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Epílogo

Dos años más tarde.

El aroma del desayuno le quitó el sueño. Mireya conocía ese olor porque lo asociaba con Jennifer y el delicioso pan con mantequilla que solía preparar. No era una receta difícil. Hasta alguien con nulos conocimientos en la cocina podría hacer, pero Jenn le ponía un encanto propio, que, de alguna manera, le daba un sabor distinto.

O quizá era la idea de comer ese pan con mantequilla en la misma mesa que ella lo que le cambiaba el sabor.

Bostezó al mismo tiempo que estiraba los brazos y la espalda. Miró la mitad de la cama que le pertenecía a Jennifer y sonriendo, hundió la cara en la suave almohada impregnada con el perfume de su novia. Aún no vivían juntas, pero Jenn pasaba la mayor parte del tiempo ahí y hasta tenía algunos cambios de ropa en el armario.

Mireya se tomó otros diez minutos antes de animarse a salir de la cama. Se contempló en el espejo y se pasó el cepillo sobre el cabello que ahora lo llevaba hasta la altura de los hombros. Se quitó las lagañas de los párpados y les echó un vistazo a las fotografías de ella y Jennifer que colgaban en la pared: recuerdos de su viaje a Aspen para esquiar; sus dos semanas en Hawai y sus vacaciones familiares por Londres.

Había pasado tanto en tan poco tiempo, que era difícil no verse a sí misma como la esposa de Jenn.

Lucy abrió la puerta y tosió para llamar la atención de su mamá.

—Dice Jenn que bajes a comer.

—Oh —rió Mireya—. ¿En dónde está la hermosa cumpleañera?

—Ay, mamá...

Lucy no pudo correr. Mireya la alcanzó y la atestó de amor con un abrazó y una serie de rápidos besos en las mejillas.

—¡Ay! ¡Yaaa!

—¿Qué pasa? ¿Ya te empezó a dar vergüenza que tu mami te muestre cariño?

Lucy suspiró y cruzó los brazos. Su madre entendió de inmediato lo que sucedía y se sentó en la cama.

—Estás enojada porque no te compré esa laptop que querías, pero me prometiste que aprobarías todas tus materias y no fue así.

—No fue culpa mía. La maestra Beth me odia porque le dije que estaba castigándome por nada.

—Bueno, linda. En primer lugar no debiste acusarla por besuquearse con el profe de educación física. Esas cosas no se cuentan.

Lucy apartó la vista y se esforzó por no sonreír.

No lo logró.

—Fue el chisme del año y se me salió sin querer. El maestro terminó con ella y se enojó tanto que nos quitó dos puntos de promedio sólo por no entregar a tiempo su tarea. Te juro que dijo que era para el miércoles. ¡Yo iba de maravilla en matemáticas!

—Si sólo con quitarte dos puntos hizo que reprobaras, significa que te iba del todo bien. Anda, quita esa mala cara. Tienes once años, no dieciséis. Te falta mucho para poder enfrentarte a mí.

—¡Pero...!

—Además ¿quieres discutir con Jennifer aquí?

La advertencia aplacó a Lucy inmediatamente. Dos meses atrás, Jenn le había dado el regaño de su vida por ir a la casa de una amiga sin permiso. Por suerte, la susodicha amiga vivía a sólo tres calles, pero eso no quitaba el hecho de que su salida había provocado un ataque de nervios en Mireya.

—Uhm...

—¿Qué se dice?

—Perdón.

—Ya, linda —Mireya la abrazó—. Es tu cumpleaños y no querrás que empiece por el pie equivocado ¿verdad?

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[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora