Parte 6

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Capítulo 6

Diego regresó de viaje un par de días después, y nada más entrar a casa, se sorprendió por encontrarla tan tranquila en un fin de semana. Usualmente sus hijas estarían en la sala desayunando y viendo las caricaturas en la televisión. Mireya estaría haciendo la limpieza semanal y una música alegre sonaría por el estéreo.

Dejó el maletín sobre la mesa y subió al cuarto de su esposa. La encontró tirada sobre el colchón, durmiendo en paños menores y con una botella de tequila junto a la mesita.

—¿Noche difícil? —Preguntó. Se sentó a su lado y le acarició el suave trasero que escondía su diminuta tanga azul—. ¿Cariño?

—¿Uhm? Ah, ya volviste —dijo Mireya tras un largo bostezo. Le dolía la cabeza y sentía que todo le daba vueltas—. ¿Vas a comer algo?

—Yo me preparo el desayuno. ¿Y las niñas?

—En casa de su abuela. Llevan dos días ahí.

—¿Y ese milagro?

—Tu mamá compró un Xbox viejito y las niñas están encantadas con los juegos clásicos. Ve a buscarlas y tráelas.

—Está bien —se inclinó sobre Mireya y buscó el contacto de sus labios. Ella, sin embargo, ocultó la cara en la almohada para evitar sus besos. Diego sintió que se le abría un nudo en el estómago y dejó de insistir—. Estaré abajo.

—Sí, sí. Sólo quiero dormir. Tengo resaca.

—No bebas tanto la próxima vez.

Suspirando, salió de la habitación y bajó a la cocina para hacerse de comer. No había ni servido sus huevos revueltos con jamón, cuando su celular sonó con el odioso tono que le había puesto a su jefe. Aunque era sábado, eso no lo exentaba de ser una molestia.

Diego respondió con la mejor voz que pudo.

—Buenos días.

—¡Oye! ¡Conéctate ahora al Zoom! ¡Tenemos una junta importante!

—¿Tan temprano, señor? Es que...

—Sólo apúrate.

La llamada se terminó y Diego pensó en lo mucho que disfrutaría ignorando a ese hombre. ¿Encender la computadora un sábado a las siete de la mañana sólo para escuchar una aburrida junta entre ejecutivos? ¡Era ridículo!

Se sirvió la comida y se sentó a desayunar, pero aunque trató de mantenerse tranquilo, no pudo controlarse por mucho tiempo y decidió obedecerse y someterse a las órdenes de su jefe. Sacó su laptop y se conectó a la reunión.

—¡Ya era hora, flojo! —dijo Marcos, con mala cara como era costumbre. A veces Diego se preguntaba si su jefe no había nacido con ese ceño arrugado. Era la única expresión que tenía para todo mundo—. Toma nota.

—Sí, señor.

Apagó el micrófono para no interrumpir y empezó a prestarle atención a la reunión. Creyó que se trataría de algo rápido, pero los minutos fueron pasando y, una hora después, ninguno de los ejecutivos había llegado a nada. Diego estaba cansado de escuchar.

—¿No fuiste por las niñas? —Preguntó Mireya de malos modos.

—Estoy trabajando.

—¿En sábado?

—Sí.

—¡Pff! Olvídalo, entonces.

Volvió a subir a su alcoba y se encerró con un portazo. Diego gruñó para sus adentros y se preguntó qué tenía a su mujer de tan malhumor. Quizá era él, por no hacer las cosas a tiempo. Ya que no podía abandonar la junta, sólo le quedaba pedirle ayuda a la única persona en la que podía confiar para traer a sus hijas.

[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora