Parte 37

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Capítulo 37

Jennifer estaba inquieta. Sus manos transpiraban y advertía un ligero malestar en el abdomen.

Ya fuera en serio o sólo como el picante juego de una mujer hacia otra, no dejaba de ser divertido saber que Mireya pretendía seducirla. Una parte de ella quería impresionarla con su belleza y la otra, salir corriendo y entregarse al primer hombre musculoso que se metiera en su camino. Pensó que era normal sentirse así de confundida, pues estaba probando algo que jamás le había pasado y que, siendo franca, nunca creyó disfrutar.

Fue tarde para marcharse cuando Mireya abrió la puerta. Tenía en la mano un sándwich de pollo a medio comer.

—¡Hola! —Saludó Jenn.

Mireya se apresuró a masticar. El bollo de comida le bajó dolorosamente por el esófago y tuvo que correr a la cocina por un vaso de agua. Lo apuró de un solo trago y tosió para terminar de aclararse la garganta.

¿Qué? ¿Qué? ¿Qué hace ella aquí? Pensó como si Jennifer fuera una agente del gobierno buscando arrestarla por un crimen de lesa humanidad.

Una vez que asimiló lo que estaba pasando, se limpió la boca con una servilleta y volvió a la puerta, donde la chica aguardaba con una sonrisa y las cejas arqueadas.

—¿Mejor?

—Me sorprendiste. ¿A qué se debe que semejante diosa aparezca delante de mi puerta?

—Ah, vaya —dijo Jenn, cambiando el peso de una pierna a otra—. De repente se te sale lo caballerosa al estilo antiguo.

—Así soy yo. Si no te gusta, puedo ser más ruda.

—Está mejor así —Jenn puso las manos en la espalda y sacó el pecho. El escote de su vestido estaba por reventar, y no porque sus senos fueran extremadamente grandes, sino porque la tela entallada provocaba una plácida ilusión visual de sus curvas—. Sólo vine a ver cómo estabas. La otra noche bebiste mucho.

—Sí, recuérdame no volver a hacer eso. Ah, pero no te quedes ahí. Entra. Estaba merendando. Alba salió.

—¿Una novia?

—No lo diría de esa forma, pero se le acerca. ¿Quieres algo de tomar? —Mireya buscó en el refrigerador—. Hay cerveza light, jugo de arándanos, agua helada...

—El jugo de arándano, por favor.

Jennifer tomó asiento en el sillón y cruzó las piernas. La falda de su vestido se corrió y enseñó una parte de sus muslos lisos y seductores.

Para Mireya, ese gesto no pasó inadvertido y escondió una sonrisa inmoral. Sirvió jugo de arándano en dos vasos y los llevó a la sala. Le dio uno Jennifer y tomó el otro para ella. Se sentó a su lado y la vigiló con curiosidad.

—¿Y cómo te la pasaste en nuestra cita? —Quiso saber.

—Me divertí —respondió Jenn después de darle un trago al jugo. Unas gotitas le quedaron en la comisura de los labios y ella se las limpió con el dedo índice.

—¿Ah, sí? ¿Entonces... está bien si te invito a salir el próximo fin de semana?

—¿Prometes no tratar de besarme?

—No.

Lo dijo con un acento coqueto que le produjo a Jenn rubor en las mejillas.

Ella sostuvo su mirada durante unos segundos y reconoció que le encantaba la forma en la que Mireya la miraba. Hacía que se sintiera deseada y hermosa, aunque fuera por otra mujer. Era como si estuviera desnudándola con los ojos.

[Terminado] A mamá le gustan las mujeres [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora