07- ¿Celos?

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Tres años, ese era el tiempo que había pasado desde el primer día que Emir llegó a la mansión Sarosh

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Tres años, ese era el tiempo que había pasado desde el primer día que Emir llegó a la mansión Sarosh.

—Feliz cumpleaños —dijo una voz desde el umbral de la puerta.

Eran las seis de la mañana y Emir acababa de salir del baño, cuando se encontró con Raykel sosteniendo un pastel en las manos y una adorable sonrisa.

—Gracias —respondió Emir sonrojándose.

—Pide un deseo y sopla las velas.

Emir sonrió débilmente y cerró los ojos.

«Deseo...» —el joven, que estaba cumpliendo diecisiete años, se dio cuenta en ese instante que no sabía que desear, o más bien, no se atrevía a desear nada para él porque la vida le había demostrado que solo obtendría lo que otros quisieran ofrecerle.

«Deseo que seas feliz» dijo Emir para sí mismo mientras dirigía sus ojos verdes hacia la persona que tenía enfrente, luego sopló las velas.

—¿Qué deseaste? —preguntó Raykel esperanzado.

—No te diré —contestó Emir cortante.

—Eres tan malo —Raykel sostuvo el pastel con una sola mano y la otra la usó para tirar de la toalla que envolvía la cintura de Emir.

—¡Oye! —Emir se quejó intentando cubrirse con ambas manos —ya no somos niños.

—Déjame ver.

Raykel se reía a carcajadas mientras miraba lo tímido que era Emir.

—No juegues así, Ray.

Al ver que Emir comenzaba a sentirse incómodo, Raykel cedió y dejó de molestarlo.

—Está bien, termina de alistarte. Es tu cumpleaños y desperté muy temprano nada más por ti, desayunaremos pastel.

Raykel dio media vuelta y salió de la habitación sin darle tiempo a Emir de reprochar.

El cumpleañero estaba seguro de que comer pastel de chocolate como desayuno, no era una buena idea, pero no había forma de negarse. Raykel se había tomado las molestias de comprarlo, incluso se levantó temprano por su cuenta para ser el primero en felicitarlo, sentía la necesidad de apreciar el gesto.

Aquella mañana, Emir se puso su mejor atuendo, no haría nada más que ir a la escuela, pero era su cumpleaños y se sentía especial.

—¿De verdad comeremos pastel? —preguntó Emir al llegar a la cocina y ver a Raykel cortando el hermoso pastel blanco con el interior de chocolate.

—¿Vas a rechazarlo? —Raykel se limitó a responder con otra pregunta y su mirada inquisitiva advirtió a Emir de que debía pensarlo bien antes de decir cualquier cosa.

Emir le brindó una sonrisa y fue a sentarse, pero no sin antes saludar a Martha que acababa de entrar a la cocina.

—Esto acaba de llegar, es para ti. —dijo el ama de llaves mientras colocaba sobre la mesa una hermosa orquídea con flores blancas.

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