53- Departamento 13-C

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El plan de Emir surtió los efectos esperados, pues los medios de comunicación rápidamente comenzaron a especular acerca de los cadáveres hallados cerca de la mansión Sarosh, avivando los rumores que por años habían asociado a Aron con graves actividades ilícitas. Emir se deleitaba en la satisfacción de saber que Aron era el tema de conversación general, y no precisamente por razones positivas. No obstante, apenas transcurridos tres días, los rumores adversos se vieron opacados por un suceso que dejó atónitos a muchos.

Los portales de noticias estaban inundados con un solo tema:

"La fiscalía ha detenido a Leoport Fiammetta. El alcalde fue acusado por su propio hijo, Leo Fiammetta, quien entregó evidencias incriminatorias que lo implican en delitos de lavado de dinero, estafas al estado y al menos ocho cargos adicionales."

—No pensé que ese muchacho fuera capaz de algo así ¿Qué tanto mal puede hacerle un padre a su hijo para que se le vaya en contra de esa manera? —comentó Sofía desde su silla detrás del escritorio.

Emir miró a su tía como si pronunciara un gran "¿es en serio?" a lo que Sofía se encogió de hombros como si de verdad no entendiera todo aquello.

—Nunca justificaría las acciones de Leo, especialmente después de lo que le hizo a Rayden—, dijo, recordando los tiempos difíciles que Leo y su hermana habían enfrentado durante su juventud, marcados por la sombra de un padre abusivo. —Debe tener innumerables razones para odiarlo, y eso sin mencionar su evidente locura.

Sofía, sin apartar la vista de los documentos que sostenía con firmeza entre sus manos, lanzó una pregunta que resonó con un eco de desafío:

—¿Y tú? ¿Te consideras alguien sensato?

Sin embargo, Emir continuó, ignorando la pregunta de su tía. —Estoy seguro de que Aron tiene algo que ver con que Leo haya decidido denunciar a su padre ahora.

—¿Para cubrir el problema que tú le causaste? —replicó Sofía con un tono que denotaba más curiosidad que acusación.

Esta vez, Sofía dejó los documentos sobre el escritorio, se quitó los lentes y fijó su mirada en Emir, que parecía aturdido.

—Pregunto otra vez, ¿tú qué tan sensato eres? —insistió, mientras la tensión en la habitación crecía palpablemente.

Emir se removió incómodo en la silla y aflojó un poco la corbata que comenzaba a asfixiarlo.

—No lo sé —confesó Emir, sosteniendo la mirada severa de Sofía—. Si hacer lo que sea necesario para protegerlo a él de los demás y de sí mismo me hace un demente, entonces lamento decirte que la cordura me abandonó hace mucho tiempo.

Sofía se levantó y, rodeando el escritorio, se apoyó en él mientras se enfrentaba a Emir. Lo observó en silencio, buscando las palabras precisas antes de hablar.

—No te juzgo —comenzó con voz firme—. Pero debo advertirte algo: no permitas que la oscuridad te consuma, porque sería el fin para los dos.

—Todo está bajo control —respondió Emir con una mirada que intentaba transmitir confianza—. Mira...

—No necesito conocer los detalles de lo sucedido —interrumpió Sofía, su tono era serio pero preocupado—. Solo ten cuidado. Además, tu padre jamás habría querido verte convertido en un monstruo. Debemos mantener vivo su recuerdo sin traspasar ciertos límites.

Emir se quedó en silencio, y de pronto, las palabras de "Cuatro Erres", el jardinero de la casa del lago, resonaron en su mente: —No siempre son buenas las intenciones al mantener vivos los recuerdos... —había dicho el anciano aquella vez. Esas palabras despertaron en Emir una súbita curiosidad por entender el porqué de tal afirmación, pero, con el paso del tiempo, ese interés se desvaneció en el torbellino de sus propios pensamientos.

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora