14- ¿Qué pasa si...?

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«Qué amargo se sentía no ser amado, pero qué agonía provocaba la idea de que me amaras»

Después de varios años viviendo en la mansión Sarosh, Emir aún desconocía algunos rincones, como la amplia sala donde se encontraba, cuya única decoración estaba conformada por unos cuantos muebles viejos y un enorme cuadro que colgaba en una de l...

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Después de varios años viviendo en la mansión Sarosh, Emir aún desconocía algunos rincones, como la amplia sala donde se encontraba, cuya única decoración estaba conformada por unos cuantos muebles viejos y un enorme cuadro que colgaba en una de las paredes.

Martha había ido a llamarlo a las siete de la mañana, para decirle que Aron quería verlo en su estudio. Emir despertó sobresaltado y no especialmente por los golpes que Martha le daba a la puerta, sino porque fue consciente de que Raykel se había quedado a dormir en su habitación, pero cuando se incorporó en la cama y vio a sus alrededores comprobó que Raykel ya se había ido, probablemente antes del amanecer.

«¿Lo habrá pintado él?» Se preguntó Emir, mientras se acercaba al cuadro que colgaba de la pared. Sabía que Aron solía encerrarse horas y horas para pintar, pero nunca había visto ninguna de sus obras.

En la pintura se podía apreciar un rostro femenino con la mitad cubierto de rosas y espinas que sangraban, era una obra un poco inquietante y hermosa a la vez. Emir no encendía mucho de arte, pero esa pintura tenía algo que le hacía querer verla por mucho tiempo, como si con eso fuera a descubrir algún secreto.

—Hermosa, ¿no crees?

—Lo es. —dijo Emir sin despegar la mirada, pero cuando fue consiente de quien le había hablado, pronto retrocedió y miró en otra dirección.

Aron le echó un vistazo a la pintura por unos segundos más y luego caminó hacia el otro extremo de la sala, donde había una puerta que conducía al interior de su estudio.   Emir lo siguió con cautela y se detuvo en el umbral.

—Entra y cierra la puerta.

El aire dentro del estudio era sofocante, el olor a pintura acrílica, whisky y ambientador de canela eran una combinación difícil de soportar. Sin embargo, Aron parecía muy cómodo, por lo que Emir se limitó a guardar silencio y a soportarlo mientras luchaba con todas sus fuerzas para no desmayarse debido al asalto de perfumes y el nerviosismo que se hacía cada vez más intenso.

—¿Sabes por qué te mandé a llamar? —preguntó Aron.

—No estoy muy seguro.

—¡No estás muy seguro! —Aron estudiaba cada movimiento de Emir, cada gesto, incluso cada respiración —pero tienes una idea, supongo.

Con la mirada fija en la alfombra que tenía bajos sus pies, Emir dudó antes de contestar, sabía que debía medir con cuidado lo que fuera que estuviera a punto de decir.

—No sucedió nada malo, se lo juro. Solo nos quedamos dormidos después de ver películas.

—Quise que vinieras porque hace unos días estuve hablando con la directora de la escuela a donde vas, pronto te graduarás, por cierto, has sido un estudiante excepcional y ella está convencida de que tienes talento para entrar en cualquier universidad que desees.  Admito que no me sorprende.

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