Emir
Necesitaba algo que me mantuviera despierto, que me sacara del infierno en el que había pasado la mayor parte de mi vida, deseaba regresar a esos pocos momentos de paz y verdadera felicidad que alguna vez tuve. Por eso se me hizo irresistible no entregarme en cuerpo y alma a Raykel, porque después de todo, los únicos recuerdos de felicidad que tenía hasta ese entonces, los había vivido a su lado.
Aunque también era muy consciente de mi situación, sabía que no podía atreverme a soñar demasiado. Debía seguir el plan de mi madre; volver a acercarme a la familia Sarosh e intentar encontrar algo que incriminada a Aron. Aunque ese era un plan tonto desde mi punto de vista, ya que Aron sabía perfectamente donde estaba y con quien estaba, no había forma de que bajara la guardia.
¿Mi madre no había pensado en eso? ¿O simplemente me estaba usando para algo más grande?
...
Después de lo sucedido en el baño, resultó ser más fácil fingir que nada había sucedido, supongo. Ya eran pasadas las doce del mediodía y ninguno de los dos había comido nada, así que, después de conseguir ropa limpia, quise pedir comida de algún restaurante, pero resulta que Raykel tenía otros planes.
—Tengo ganas de salir —dijo en cuanto me escuchó mencionar lo de pedir comida. Y ya que estábamos en eso de fingir que nada había sucedido, acepté. Después de todo yo era su empleado.
Intentaba caminar unos pasos detrás de él, ya saben, cumpliendo mi rol de guardaespaldas. Pero eso no parecía hacerle mucha gracia porque constantemente solía detenerse hasta que yo le alcanzara.
—No quiero que seas mi sombra —me dijo.
—¿Y qué quiere usted que sea? —le pregunté con toda la neutralidad que me fue posible, sin esperar que su respuesta fuera tan directa.
—Mi esposo —giró un poco la cabeza hacia mí y me sonrió. ¡Dios! Era demasiado encantador cuando sonreía.
—Eso no puede ser, señor —le dije, reprimiendo toda la emoción que había sentido al verlo sonreír bajo la brillante luz del sol en aquel invierno. Porque sí, incluso el clima parecía estar a su favor.
—¡Ya lo veremos! —dijo lleno de confianza y continuó caminado por la acera sin darle importancia a las miradas que se posaban en él al pasar.
Nunca comprendí de donde sacaba tanta seguridad. Parecía muy consciente de lo que poseía; buena apariencia, fama y dinero. El desgraciado lo tenía tan presente que resultaba incómodo.
Llegamos a un restaurante que estaba ubicado a unas cuantas esquinas de mi departamento, había muchas personas allí, al parecer el día después de navidad nadie tenía ganas de cocinar en casa.
A medida que nos íbamos acercando a la mesa indicada por uno de los camareros, la gente volteaba a ver mientras murmuraban. Por un segundo había olvidado que aquel niño arrogante era toda una celebridad.
De no ser por la persistente atención que la gente le prestaba a cada movimiento de Raykel y que de alguna manera me ponía nervioso, habría disfrutado de aquel acogedor restaurante. Las luces cálidas, el aroma a sándalo y canela que perfumaba cada rincón y la característica decoración que pretendía llevarte de viaje por el mundo con los cuadros que colgaban en las paredes de ciudades emblemáticas, eran solo algunos de los elementos más cautivadores que se podían apreciar.
Al ver a Raykel tomar asiento no supe qué hacer hasta que él mismo indicó que me sentara.
—¿Qué tal si tú eliges la comida? —el tono que usó hizo que se percibiera más como una orden que como una pregunta y lo irónico de todo es que ni siquiera me detuve a pensarlo. Cuando me vine a dar cuenta el camarero ya se estaba alejando con la orden que había pedido.
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Inestable
Teen FictionEmir, un niño con la alargada sombra de un pasado trágico oscureciendo su presente, lleva casi toda su vida en un orfanato dirigido con mano dura por la madre superiora y las monjas a sus servicios. Todo cambia cuando cumple catorce años. En este en...