45- Planes sobre un plan

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Raykel había recibido una invitación para la inauguración de un exclusivo bar en el centro de la ciudad. Al principio, se mostró reacio a asistir, pero finalmente se animó y se presentó en el lugar. El local era un hervidero de gente, luces y música. En la pista central, los jóvenes se contoneaban al ritmo de los últimos éxitos, mientras que, en los rincones más apartados, parejas y grupos se entregaban a la conversación y al coqueteo. En algunas zonas, bailarines exóticos exhibían sus cuerpos y sus habilidades, tentando a todo aquel que los mirara. El aire estaba cargado de fiesta, diversión y lujuria.

Siguió al mesero que lo guio hasta una zona VIP en el segundo piso. Allí, el ambiente era más tranquilo y distinguido, pero también más ostentoso y pretencioso. Se sentía el tacto suave del cuero en los sofás, el brillo del cristal en las mesas y el tamaño desmesurado de las pantallas. La música era más delicada y elegante, y los aromas eran de perfumes caros y cócteles refinados. Raykel se acomodó en uno de los sofás y esperó a que le sirvieran su bebida. Se preguntó qué le depararía esa noche, aunque sabiendo quién lo había invitado, era ingenuo no sospechar nada.

Raykel sintió una presencia femenina y levantó la mirada para ver a una chica vestida con lencería de encajes azules que contrastaban con su piel morena. La chica llevaba una botella de tequila en una mano y dos vasitos en la otra, y caminaba con un andar provocativo hacia él. Sin darle tiempo a reaccionar, se sentó en su regazo y rodeó su cuello con un brazo, acercando sus labios carnosos a su oído. Le susurró con una voz melosa que a Raykel le sonó falsa e irritante:

—Un hombre como tú no debería estar solo.

Raykel no se dejó seducir por la chica, que parecía mucho menor que él, y la apartó con suavidad, pero firme, haciéndola sentarse a su lado en el sofá. La miró a los ojos, que estaban maquillados con sombras oscuras y brillantes, y le apartó un mechón de cabello que le cubría el rostro.

—¿Cómo es un hombre como yo? —preguntó Raykel con curiosidad.

—Guapo, importante —susurró la chica, deslizando una mano por el muslo de Raykel con un roce seductor—, deseado por muchas, rico y...

—Impaciente —la cortó Raykel con voz ronca, sintiendo la mano de ella acercarse a su entrepierna—. Soy muy impaciente, así que más te vale decir qué quieres antes de que pierda el control y haga algo de lo que me arrepienta.

La chica se mordió el labio inferior, y una sombra de decepción cruzó por sus ojos café.

—Has cambiado tanto —dijo una voz burlona desde la oscuridad.

Leo apareció entre las sombras, con su sonrisa torcida y su mirada aguda, y le hizo un gesto a la chica para que se marchara y los dejara solos.

Raykel sintió un nudo en el estómago, pero se esforzó por mantener la compostura. Leo entró en la habitación con un aire despreocupado, vistiendo unos vaqueros rasgados y un jersey negro que contrastaban con su piel. Su cojera le daba un aspecto más amenazador, al igual que su cabello rapado que ahora dejaba ver mejor sus facciones.

—¿Qué pretendes con esto? —preguntó Raykel con recelo, mirando a su alrededor.

Leo se acercó al sofá y lo abrazó por los hombros, como si fueran viejos amigos.

—¿Acaso no te gusta la fiesta? —replicó Leo con una sonrisa maliciosa, invadiendo el espacio personal de Raykel sin ningún reparo.

—No estoy aquí para divertirme —protestó Raykel y se zafó de su agarre, clavando sus ojos en los de Leo—. Quiero una explicación sobre la foto que me mandaste, donde se veía cómo le clavabas un cuchillo en la cara a mi hermano. ¿Es una amenaza?

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora