50- Un favor

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Emir le hizo a Raykel una declaración de amor, una extrema y peligrosa. Se ofreció a sacrificarlo todo, incluso su propia moralidad y humanidad. Se llamó a si mismo verdugo para que Raykel tuviera claro hasta donde podía llegar su crueldad y deseo de venganza. Tanta disposición ciega era un reflejo de la desesperación de Emir, quien pensaba que no tenía nada más que ofrecer que su lealdad.

Decidieron pasar la noche en la casa del lago. Owen se fue antes del anochecer porque estaba empeñado en visitar a Rayden en el hospital. Emir no se atrevía a juzgarlo porque si hubiera estado en su lugar él también lo haría.

Las noches en la casa del lago siempre fueron frescas sin importar la estación del año. Sentados en una de las terrazas del segundo piso, Raykel y Emir se encontraban bajo el abrigo de una manta gris que solía adornar el mueble de bambú que estaba colocado allí. Llevaban mucho tiempo en la misma posición; Raykel entre los brazos de Emir acurrucado en busca de su calor mientras el murmullo de la noche le acariciaba el oído.

La calma ofrecida por la brisa suave, el cantar de los insectos nocturnos y los pequeños animales acuáticos que se movían en el lago, hacían del lugar algo casi mágico lejano y distante al mundo real.

Impulsado por aquella quietud y el silencio que los envolvía, Raykel dijo:

—Quiero poder quedarme aquí para siempre, sin tener otra cosa por la que preocuparme más que las necesidades básicas. Quiero quedarme y no luchar por un poco de paz. Esta noche quiero dormir y despertar mañana sabiendo que todo fue un mal sueño, que mi hermano está bien dando órdenes en el trabajo y enloqueciendo por la próxima colección, aunque tenga la certeza de que saldrá increíble.

Raykel se quedó en silencio atascado por un torrente de emoción que le cerró la garganta, luego cuando pudo controlarse para no llorar continuó diciendo:

—Em, ¿podemos retroceder a la vida que teníamos antes? Nunca nada fue normal, pero esto es un infierno. Deseo poder detenerlo y regresar al caos que nos envolvía. Porque, aunque era difícil, ni por un segundo se puede comparar con lo que es ahora.

Por un fugaz instante, Emir consideró decirle que abandonara todo y siguiera adelante sin mirar atrás. La idea de confiar en Dios y el destino parecía tentadora, pero él conocía la verdad: esa era una ilusión. El ardiente deseo de venganza lo consumía desde dentro; no estaba dispuesto a ceder su derecho a la justicia a nadie más.

Se quedaron en silencio por un tiempo hasta que Emir soltó una pregunta inesperada.

—¿Hay algo que no me hayas contado? —preguntó Emir de repente —sobre lo que sucedió aquella noche en el hotel, quiero decir.

Con el tiempo, Raykel aprendió que, para Emir, no decir nada no siempre significaba que ignoraba lo que sucedía a su alrededor; simplemente esperaba. Se movió incómodo y quiso darse la vuelta para mirarlo, pero Emir lo apretó más entre sus brazos, imposibilitando cualquier movimiento. Entonces Raykel se preguntó si la inquietud de Emir era porque ya sabía que ocultaba realmente o eran simple sospechas.

«Feliz cumpleaños, amor. El juego no ha terminado» Recordó el mensaje de Leo junto a la foto de las rosas y sintió un escalofrió. Debía decirle a Emir, contarle que estaba casi seguro de que Leo era el culpable y que debían ir tras él. Pero no encontraba las palabras y se odiaba por eso, se odiaba por no ser capaz de aceptar el hecho de que ese enfermo posiblemente fue quien secuestró y torturó a su hermano.

Raykel analizó las posibilidades en su cabeza y al final decidió no decirle nada a Emir, no por el momento porque se encargaría en persona de encontrar a Leo y averiguar la verdad.

Al ver que Raykel no respondía a su pregunta Emir asumió que definitivamente ocultaba algo, pero no iba a insistir, no deseaba presionarlo. Y, sobre todo, existía una parte, una muy pequeña parte en su interior que llegó a considerar la posibilidad de que el mismo Raykel fuera culpable de lo que le sucedió a Rayden. Una idea descabellada sin dudas, pero no imposible y Emir era bueno a la hora de tomar en cuenta posibilidades.

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora