24- No mientas

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Rayden

En cuanto se me pasó el shock tras lo sucedido en el centro comercial, tomé un taxi para que me llevara la mansión. Siendo honesto, no quería ir allí, pues mi madre estaba teniendo una de sus reuniones con sus amigas, que más que una reunión era un evento donde el aire se impregnaba con el sofocante olor a güisqui y perfume Chanel. Odiaba estar cerca cuando esas señoras de alta sociedad aparecían en la casa, se veían finas y educadas, pero eran unas depravadas sexuales, estoy seguro de que las miradas que nos lanzaban a mí y a Raykel no podían significar otra cosa.

La llamada de Lennox me había tomado por sorpresa, ya que nuestra buena relación de amistad había caído de manera significativa desde que confesó sus sentimientos hacia mí. Nos hablábamos poco y sus visitas se hicieron menos frecuentes después de mi rechazo, y eso me hacía sentir muy mal porque en verdad la quería, aunque no como ella esperaba. Si durante esa llamada no me habría dicho que quería hablar conmigo porque deseaba que las cosas fueran como antes, probablemente no habría ido.

La tía Marianne era una de las invitadas de mi madre y por eso Lennox estaba en la mansión, había ido con su madre. 

Al llegar a casa pude escuchar las risas y conversaciones de las amigas de mi madre que provenían de algún salón en el primer nivel. Lennox estaba en la sala de estar y fue a mi encuentro al verme llegar. Ella estaba radiante, llevaba un vestido azul ceñido al cuerpo y un abrigo lago de color blanco que le sentaba muy bien.

La última vez que nos vimos todo fue incómodo y ese momento no fue muy diferente, se paró frente a mí y me miró cautelosa, luego me abrazó.

—Es bueno verte —dijo ella.

Tenerla tan cerca hizo que me diera cuenta de que había estado bebiendo, pero no dije nada.

—¿Cómo has estado? —pregunté mientras la apartaba con gentileza.

Ella tomó mis manos y sus ojos hicieron presa mi mirada, luego comenzó a hablar.

—De verdad siento mucho todo lo que ha pasado. Estos últimos días me ha servido para reflexionar y me he dado cuenta de que no vale la pena seguir en esta situación —ella hablaba sin parar como si estuviera diciendo algo que había practicado frente al espejo, así que no la interrumpí—. Lamento mucho haber insistido y, sobre todo, lamento haberte hecho sentir incómodo con mi confesión. Siempre hemos sido amigos y no debí pretender que podíamos llegar a más. No vale la pena echar a la basura tantos años de amistad por algo tan tonto, ¿no crees?

—Estoy de acuerdo con eso, y no tienes idea de lo mucho que me alegra que pienses, así —la atraje a mí y la abracé realmente conmovido—. Gracias.

—¿Me perdonarás por ser tan tonta?

No pude hacer otra cosa más que sonreír, estaba feliz de que por fin volveríamos a ser como antes, así que la abracé más fuerte y le hice saber que no había nada que perdonar. Luego, para evitar interrupciones o tener que saludar a alguna de las brujas amigas de mi madre, le pedí que fuéramos a mi habitación para seguir hablando.

—Ve tu primero que luego te alcanzo, buscaré unos tragos —dijo ella, sonriente.

No me gustaba mucho la idea de beber a esa hora, pero supongo que era un buen día para celebrar.

Mientras subía las escaleras me encontré con mi padre y tío Yaron que iban bajando, no sabía que ambos estaban en casa y me sorprendió verlos juntos. Mi tío no solía ir de visita a menos que estuviera ocurriendo algo muy grave o necesitara un favor económico de mi padre.

—¡Valla! Cada vez que te veo estás más grande —comentó tío Yaron al verme.

—Eso es porque pasan meses sin que nos veamos, tío —dije en tono de broma.

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora