44- Depende de cuanto quieras jugar.

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El ambiente del casino estaba lleno de risas, saludos y presentaciones. Emir se sintió abrumado por la cantidad de personas que se acercaba a saludarlo, todos relacionados con el negocio de su padre. Algunos le hablaron con admiración y respeto de su progenitor, pero Emir no sabía si creerles o si solo eran unos aduladores expertos. Más tarde, Sofía se acercó a él y le explicó que todo había sido una broma planeada por ella. Le dijo que era una especie de tradición que tenía Omar con los nuevos aliados y que no se arrepentía de nada porque había sido muy divertido ver su cara de sorpresa. Una tradición que, al parecer, seguía vigente.

Cuando el sol empezaba a asomarse por la ciudad, Emir, Raykel y Will salieron del casino. Will estaba tan borracho que Emir tuvo que sujetarlo para que no se cayera, lo que provocó el disgusto de Raykel.

—Deberías dejarlo tirado en un rincón —propuso Raykel con desdén.

Will se aferró a Emir y le susurró algo al oído que le hizo reír.

—¿Qué te ha dicho? —preguntó Raykel molesto.

Después de dar unas cuantas vueltas, llegaron al lugar donde estaba aparcado el coche de Sasha. Ella se ofreció a llevar a Will a su casa, ya que él estaba demasiado borracho para conducir. Will se subió al asiento del copiloto y se abrochó el cinturón, mientras Sasha arrancaba. Antes de salir del estacionamiento, Will bajó la ventanilla y le hizo una mueca a Raykel, sacándole la lengua con malicia. Raykel sintió una punzada de irritación al ver el gesto, que aumentó al ver que Emir sonreía.

...

—No seas así, por favor —le rogó Emir con voz suave.

—Lo detesto —masculló Raykel con rabia, tensando los músculos de sus brazos cruzados.

—Es mi amigo, Raykel. No tiene nada contra ti.

Emir se acercó con cuidado y rodeó con sus brazos el cuerpo de Raykel, sintiendo su calor y su respiración agitada. Pero Raykel se zafó de su abrazo y lo empujó con fuerza, haciendo que Emir retrocediera unos pasos.

—Está bien, está bien —dijo Emir con un suspiro de frustración, levantando las manos en señal de rendición—. Cuando se te calme el enojo hablamos, ¿de acuerdo?

Al ver que Emir se alejaba, Raykel comenzó a arrepentirse. Se dejó caer al suelo del estacionamiento, sintiendo el frío del asfalto y el olor a gasolina. Abrazó sus rodillas y soltó un sollozo ahogado.

Emir se detuvo a unos metros y se giró para mirarlo. Lo vio hecho un ovillo en el suelo, temblando y llorando. Sintió una punzada de culpa y también de diversión. Era tan dramático, tan exagerado, tan adorable. Tuvo que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para contener la risa y volvió en sus pasos. Se agachó junto a Raykel y lo abrazó con fuerza. Luego lo ayudó a ponerse de pie, sosteniéndolo por los hombros. No podía creer que estuviera llorando de verdad hasta que vio las lágrimas brillar en sus ojos.

—¿Por qué lloras? —preguntó Emir con toda la calma posible mientras le secaba las lágrimas con ambas manos.

—Estoy triste —susurró Raykel con los labios fruncidos.

Emir casi no podía contener la risa, pero le siguió el juego y le respondió con dulzura.

—Pero Em no quiere que estés triste. ¿Qué puedo hacer para animarte?

—Entonces no le vuelvas a hablar a ese Willy —exigió Raykel y se acurrucó contra el hombro de Emir.

Emir lo abrazó con suavidad y le acarició el cabello. Con voz tranquila, le explicó que no podía dejar de hablarle a Will porque era su amigo y lo quería mucho. Raykel soltó un gruñido y lo apartó con un empujón, luego se metió al auto y se cruzó de brazos, mirando por la ventana con el ceño fruncido.

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora