21- Ya no eran niños

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Hediondo a vómito y con un fuerte deseo de asesinar a alguien, Emir le pidió a David que lo dejara encargarse de Raykel y les dijo a sus compañeros guardaespaldas que regresaran a casa. La música suave que continuó sonando en aleatorio y las coloridas luces que iluminaban el bar no crearon ningún efecto relajante en Emir.

No esperaba que su primera experiencia en un bar fuera así.

Se las tuvo que ingeniar para salir del hotel sin ser notado, por suerte la noche comenzaba a caer sobre la ciudad y todos parecían estar muy ocupados en sus propios asuntos. Mientras conducía hacia el departamento que Will le había conseguido unos días atrás, el teléfono de Raykel no dejaba de sonar, pero el muy condenado estaba profundamente dormido en el asiento de al lado.

«¡Dios! ¿Qué estoy pagando?»

Emir redujo la velocidad y con un poco de esfuerzo pudo sacar el teléfono del bolsillo Raykel, era Rayden quien llamaba.

—¿¡Sí!?

«¿Tú quién diablos eres?»

—El nuevo guardaespaldas de su hermano, señor. —respondió Emir.

«Tu voz me parece conocida. ¿Dónde está mi hermano? Vine a buscarlo al bar y me dijeron que se ha emborrachado.»

—Está conmigo, lo llevaré a descansar.

Emir no esperó a que Rayden dijera algo más y colgó la llamada, no porque estuviera demasiado preocupado por estar al teléfono mientras conducía, sino porque no necesitaba un problema más para agregarle a su día.

Cuando llegó al edificio donde estaba su departamento, revisó una vez más la dirección que le había enviado Will. No podía creer que fuera dueño de un departamento en un edificio tan glamuroso como aquel.

Un miembro de seguridad se apresuró a su encuentro en cuanto vio a Emir acercándose a la entrada principal del edificio.

—¿Es usted residente? —preguntó el oficial.

—Sí, señor —dijo Emir—. Soy el nuevo dueño del departamento quinientos sesenta y tres.

El hombre soltó un gran "oh" y pronto se hizo a un lado indicándole con una mano que podía pasar.

—Es usted Emir Sarosh, ¿cierto?

Es difícil saber que le pareció más incómodo a Emir, si el hecho de que aquel hombre supiera su nombre o que lo llamara Sarosh. Le había rogado a su madre para que le ayudara a quitarse ese apellido y ponerse el de su padre, pero ella siempre estuvo en contra de esa idea. Decía que no le desagradaba menos que a él, pero que seguir llevando el apellido Sarosh podría serle útil en algún momento.

—No es necesario que me mire así, joven. Conozco a su madre y...

—Claro, no debería sorprenderme —interrumpió Emir—. Supongo que me tiene que vigilar.

—Yo no lo diría así, estoy aquí para cuidarlo. Venga por aquí.

El hombre condujo a Emir hacia un elevador para los VIP, ayudándole a evitar muchas miradas curiosas.

Emir llegó completamente exhausto frente a la puerta de su departamento, a simple vista Raykel parecía ser ligero, pero tras llevarlo encima durante varios minutos comprendió que las apariencias engañan.

Tocó la puerta dos veces y estaba a punto de tocar por tercera vez cuando el rostro somnoliento de Will apareció.

—¡No me digas que estabas durmiendo!

Emir parecía indignado, se suponía que Will estaría en el departamento para ayudarlo a organizar algunos muebles.

—Bueno —Will se estrujó los ojos—. El caso es que la cama que elegí para ti es versadamente cómoda.

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora