El ama y no sabe que ama, no sabe siquiera cuál es su sentimiento...
Raykel
Esta es la primera vez que el autor me da la oportunidad de expresarme ¿y saben qué?, a veces tengo la sensación de que no le importo; le gusta estar hablando de mí a su antojo, pero nunca deja que sea yo quien cuente mi propia historia. Es por eso que me sorprendió mucho cuando me pidió que narrara el capítulo once, estaba tan emocionado que ni siquiera noté que se trataba de una trampa. Si, tal como lo están leyendo mis queridos lectores, Jay me ha tendido una trampa porque en este capítulo es obligatorio hablar de unos de mis peores días y como podrán imaginar no es algo que me haga mucha gracia recordar.
Pero bueno, ya dejaré de quejarme y empezaré por lo primero.
La intensa luz brillante del sol y un incesante martilleo retumbando en mi cabeza, me dieron los buenos días. Demonios, todo daba vueltas, mi estómago se revolvía y tenía unas ganas de vomitar que ni siquiera sabría como describirlas. Intenté levantarme para ir corriendo al baño, porque además de todos los malestares antes mencionados, también tenía unas intensas ganas de orinar. Pero para mi sorpresa, ni siquiera podía moverme.
Unos brazos huesudos y piernas alargadas tenían mi cuerpo prisionero. Estuve a punto de gritar por ayuda, pero entonces recordé lo que había sucedido la noche anterior.
Durante unos segundos pasó por mi cabeza la descabellada idea de que quien me abrazaba en ese momento era Leo, o peor aún, una de esas morenas que la noche anterior me desnudaron e hicieron lo que quisieron conmigo. Esta idea hizo que reaccionara de manera casi involuntaria, ejercí toda la fuerza que pude hasta ser capaz de liberarme y de un salto me puse de pie sobre la cama. Estaba listo para patear a quien fuera que estuviera detrás de mí, pero entonces vi esos ojos verdes abiertos de par en par, mirándome fijamente como si tratara de entender qué estaba sucediendo.
«Quédate conmigo»
Fue lo que le dije a Emir en la madrugada, cuando vi que se marchaba. Mierda, comencé a sentirme avergonzado al recordar todo lo que hice y dije desde que llegué a la mansión. Y como al parecer no era suficiente bochorno, resulta que en ese preciso momento la bata de baño que llevaba puesta se había abierto.
Emir miraba mi desnudez, aturdido. Y lo entiendo, porque para ser honesto, siempre he tenido buena figura, incluso en esa época, cuando estaba a punto de cumplir los dieciséis. Era normal que estuviera anonadado con tanta belleza, ¿no les parece?
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Inestable
Teen FictionEmir, un niño con la alargada sombra de un pasado trágico oscureciendo su presente, lleva casi toda su vida en un orfanato dirigido con mano dura por la madre superiora y las monjas a sus servicios. Todo cambia cuando cumple catorce años. En este en...