35- Un lenguaje propio

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Emir salió del elevador y se dirigió por uno de los pasadizos del subsuelo del hotel Ritnes. Al final de esa vía se hallaba una oficina oculta, el sitio ideal para encontrarse con el individuo que había contactado previamente. Ignoraba qué le deparaba ese encuentro, aunque él mismo lo había planeado. Aron era impredecible y peligroso.

Llegó a la puerta de metal que ocultaba la entrada a la oficina. Golpeó dos veces y esperó. Escuchó un clic y la puerta se abrió, se encontró con un espacio pequeño y oscuro, lleno de pantallas, cables y documentos. En el centro había un escritorio con una silla giratoria, donde estaba sentado Aron. El hombre levantó la vista y sonrió con malicia.

—No cualquiera se puede dar el lujo de decir que me ha hecho esperar —dijo Aron con voz suave.

—Supongo que debo sentirme halagado.

Emir se acercó al escritorio y se sentó en una silla frente a Aron. Trató de mostrarse tranquilo y seguro, pero por dentro estaba temblando.

Aron se inclinó hacia adelante y apoyó los codos sobre el escritorio. Lo miró fijamente a los ojos y le dijo:

—A veces pienso que, al menos en otra vida, seríamos grandes amigos.

—Alguna vez tuviste un gran amigo y lo asesinaste —dijo Emir, cortante.

Aron cambió su expresión de forma brusca y recuperó la actitud que había mostrado al principio, sentado con la espalda recta y un aire de arrogancia.

—¿Qué quieres?

Emir se removió nervioso en la silla y sintió que le faltaba el aire. Buscó las palabras adecuadas para expresar lo que quería, pero todo le parecía absurdo e irreal. ¿Cómo iba a explicarle a alguien lo que ni él mismo entendía? Se arrepintió de haber planeado aquella cita y deseó poder escapar de allí, pero Aron parecía ansioso por saber.

—¿Cuál es el trato? Sé que me aborreces, y con razón, por lo que seguramente fue difícil llamarme. Pero si fuiste capaz de hacerlo es porque no tienes alternativas, estás desesperado.

—Puedo ver cuanto lo disfrutas —murmuró Emir.

—Un poco, sí —admitió Aron y mostró una sonrisa de suficiencia.

—Es sobre Owen, mi hermano... —Emir rompió el silencio con voz temblorosa y se atrevió a mirar a Aron. Lo que vio en su rostro le sorprendió: ¿era miedo?, ¿inseguridad? No supo cómo interpretarlo.

—Continúa —dijo Aron mucho más serio que antes.

—No dejes que se involucre con tu familia, mantenlo fuera de todo esto.

Aron se puso de pie y fue hasta la mesita del rincón para tomar un trago y con la mirada fija en los monitores que mostraban videos de seguridad del hotel, dijo:

—Verlo aquí te ha puesto de los nervios.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Emir, aturdido.

—Por favor, muchacho. ¿Quién crees que soy?

Aron se acercó a Emir con una actitud de desdén y arrogancia, y le tendió un vaso lleno de licor. Emir sintió una mezcla de temor y rencor hacia él, pero no quiso mostrar debilidad y tomó el vaso. Sin pensarlo dos veces, se lo llevó a la boca y vació el líquido ardiente en su garganta como si fuera un simple refresco.

—No me importan las opiniones de otros, incluyendo las de tu madre. Entiendo sus preocupaciones, pero mi intención nunca ha sido lastimar a mi hijo. Quiero que él conozca su verdadera identidad y que el mundo lo reconozca como alguien superior, ya que él nació para serlo.

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora