38- Un buen amigo.

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Emir no les dio ninguna explicación a Owen y a Rayden. Solo les dijo que Owen tenía que irse cuanto antes y los metió en el auto que Sasha había traído. Sabía que debía dejar a Rayden en el hotel, pero no pudo hacerlo. Su conciencia no se lo permitía. Si lo abandonaba allí, sería como entregarlo a los periodistas voraces que los acechaban.

Durante el trayecto, Emir escuchaba con atención la conversación de Owen y Rayden, que iban en el asiento trasero. Deseaba con todas sus fuerzas poder cambiar las cosas, pues era evidente que ellos se gustaban, que había entre los dos un sentimiento prohibido. Se notaba en la forma en que se miraban, con una mezcla de ternura y deseo, en cómo se hablaban, con voz suave y cómplice, y en cómo se rozaban las manos, buscando el contacto de sus dedos. Eran medio hermanos, o eso pensaba Emir, porque así Rachel se lo había hecho creer.

El viaje de regreso a la floristería fue tranquilo, después de haber despistado a los periodistas que los perseguían. La ciudad seguía siendo la misma, con su normalidad aparente. Emir se sintió extraño mientras miraba por la ventana del auto. Vio los puestos nocturnos de comida callejera, los transeúntes que caminaban de prisa hacia sus casas, las prostitutas que esperaban en las esquinas a que alguien se detuviera y se las llevara en sus autos, las parejas que paseaban por las aceras tomadas de las manos, los bares abarrotados de borrachos y las luces que adornaban la ciudad con belleza. Sí, todo parecía marchar con normalidad, mientras que Emir se sentía ajeno a todo eso, asfixiado por tanta rutina cuando su vida estaba envuelta en un vaivén de desastres.

Cuando Emir le dijo a Owen que Rachel estaba esperándolo dentro de la casa, pudo ver en su rostro el miedo, el enojo y la desesperación que lo impulsaron a salir corriendo del auto, alejándose de la floristería y de quien estaba allí dentro

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Cuando Emir le dijo a Owen que Rachel estaba esperándolo dentro de la casa, pudo ver en su rostro el miedo, el enojo y la desesperación que lo impulsaron a salir corriendo del auto, alejándose de la floristería y de quien estaba allí dentro.

Rayden no dudó en seguir a Owen, a pesar de que Emir trató de detenerlo. No entendía por qué había reaccionado de esa forma, o quien era esa tal Rachel, pero estaba decidido a apoyarlo y consolarlo. Quería que Owen supiera que no estaba solo, que podía contar con él. Emir se quedó paralizado, sintiéndose impotente e inútil. Se reprochaba por no haber sido capaz de correr tras su hermano y abrazarlo, por no haberle ofrecido la protección que merecía como su hermano mayor. «Yo debería estar con él», pensó Emir con angustia. «Yo debería estar a su lado, cuidándolo y defendiéndolo».

 «Yo debería estar a su lado, cuidándolo y defendiéndolo»

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