20- Feliz Navidad, Emir.

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Habían pasado tres años desde que Emir llegó a la casa que fue de su padre, tres soportando los entrenamientos a los que Rachel lo sometía. Fueron tiempos de cambios que significaron el inicio de alguien aparentemente diferente.

De alguna manera Emir se estaba convirtiendo en el vivo reflejo de su madre y él mismo odiaba eso, no quería perder su propia esencia, no deseaba ser tan frío y calculador como Rachel.

En las horas libres Emir disfrutaba esconderse en la biblioteca de aquella inmensa casa, era un lugar tranquilo y solitario. El joven ya había leído una buena cantidad de libros de la colección de su padre, incluidos viejos documentos y reportes que habían permanecido escondidos en algunos rincones secretos de aquella fascinante habitación. Esas lecturas le dieron la oportunidad de conocer un poco a su padre y le hacía sentir bien, incluso sabiendo que no era un hombre ejemplar y que su propia familia lo detestaba.

«La familia de tu padre nunca estuvo de acuerdo con lo que él hacía, así que siempre lo mantuvieron a un lado» Fue lo que le dijo Rachel en una ocasión cuando quiso saber si tenía abuelo o tíos por parte de su padre.

—Entonces, ¿nadie te quiso además de mi madre? —Emir le hablaba a una foto como si esta le fuera a responder.

—Si había personas que lo querían.

Emir casi saltó del susto cuando la voz casi susurrante de su madre se hizo escuchar desde la puerta.

—¡Me asustaste!

—Lo siento. —Rachel terminó de entrar y cerró la puerta con cuidado, aquella mañana se veía impresionante; llevaba un vestido rojo ajustado a su cuerpo hasta las rodillas, como siempre un maquillaje discreto que resaltaba el verde de sus ojos y un labial rojo sangre que la hacía ver como la villana de un cuento. —muchas personas lo quisieron, te lo aseguro.

Emir colocó la foto en una repisa junto a una orquídea blanca que comenzaba a florecer y dio media vuelta para mirar a su madre.

—Nunca te he preguntado si te gustan las orquídeas. —Dijo Rachel sin apartar la mirada de la planta sobre la repisa.

—Era muy feliz cada vez que la señora Eliz llevaba una el día de mi cumpleaños. No sé si me gusta la planta, solo sé que me gusta el significado que ahora tiene para mí.

—¿Y qué significa para ti? —preguntó Rachel esta vez mirando a Emir directamente a los ojos. 

—Tú.

—¿¡Yo!?

Emir no volvió repetirlo, en cambio, desvió la mirada y quiso darse la vuelta, pero Rachel le sostuvo el rostro con gentileza.

—Gracias —dijo ella.

Los dos se miraron durante unos segundos, resultando evidente el hecho de que ambos querían decir algo más, pero definitivamente no estaba en la naturaleza de ninguno de los dos expresar lo que sentían.

—Tu hermano las adora. —dijo Rachel al tiempo en que le quitaba un poco de polvo que tenía la orquídea en sus hojas.

Por un segundo Emir creyó ver una pequeña sonrisa en el rostro de su madre, así que se sintió con la libertad de abordar el tema de su hermano.

—¿Por qué no lo traes aquí con nosotros?

La expresión de Rachel se volvió a endurecer casi de inmediato.

—Él también debería conocer más sobre nuestro padre, conocerte más a ti.

—Es muy joven para entender.

—Yo también era joven —se atrevió a decir Emir.

—Con Owen todo es diferente. —Rachel se veía incómoda, apretaba las manos con fuerza y desviaba la mirada como si no fuera capaz de concentrarse en algo específico. Así que Emir decidió no seguir insistiendo.

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