Estaba convencido de que Sasha me estaba jugando una de sus bromas de mal gusto. Mi madre se había mostrado muy decidida a retenerme allí por un buen tiempo, por lo tanto, me resultaba muy irreal que de un momento a otro tomara la decisión de dejarme ir.
Sin embargo, después de hacerme a la idea de que las palabras de Sasha eran ciertas y de convencer a Will de volver a la cama, salí al solitario y frio corredor con el peso de la cama sobre mis hombros. Tenía tanto sueño que no podía abrir los ojos en su totalidad.
«Ha entrado un ladrón» había balbuceado Will sostenido el arma de manera vacilante, entonces fue cuando me di cuenta de que el maldito loco era sonámbulo y que ni siquiera estaba siendo consiente de quien había entrado a la habitación. Sasha se quedó en mi cama alegando, que si iba desde allí hasta su propia habitación moriría de frío en el camino. Mi historia con ella pudo haber sido algo complicado, pero ella no era así, por lo que nuestra relación después de haber estado juntos no se vio alterada en lo más mínimo. Aunque a veces le gustaba recordármelo y se me hacía un poco incómodo.
Cuando llegué al área de recepción, sin saber que se suponía que debía hacer, me encontré con uno de los vigilantes nocturnos que parecía estar esperándome. Me devolvió el teléfono, la billetera y las llaves de un auto negro que estaba parqueado frente al edificio.
—Su madre se disculpa por no poder despedirlo. También dijo que no tienes por qué devolver la tarjeta de crédito —dijo el vigilante y me pasó esa maldita tarjeta que hacía un día le había regresado a mi madre, la misma que me dio Will cuando estábamos en aquel ver.
No me molesté en responder nada, después de todo ya estaba acostumbrado a la distancia que había entre mi madre y yo. Ni siquiera sé por qué a veces me empeñaba en creer que las cosas podrían mejorar. Tomé la tarjeta para no poner al vigilante en una posición incómoda con mi madre, pero no tenía intención de usarla.
Al llegar al estacionamiento entré al auto y cerré dando un portazo, maldije con frustración y golpeé el volante con tanta fuerza que mis nudillos comenzaron a arder.
«¿Acaso mi madre quiere que enloquezca? Se supone que debo deshacerme de este sentimiento, ella misma me lo ha dicho, pero ¿por qué me envía de regreso?» me repetía esas palabras una y otra vez, pero no lograba comprender. Raykel era una de las razones por las que había permanecido tres días en aquel horrible lugar, pero de un momento a otro Rachel decidió que debía volver y ni siquiera se molestó en darme una explicación.
Al encender el teléfono puede ver que Raykel me había llamado unas noventa y cinco veces. Ese número rojo que brillaba en la pantalla del móvil de alguna manera hizo que se me erizara la piel y una angustia repentina me impulsó a devolver la llamada. Me arrepentí desde que escuché el primer tono y más cuando la llamada fue descolgada al segundo.
«¿Dónde carajos estás?»
—¿Rayden? —pregunté, no muy seguro, los gemelos tenían un tono de voz muy parecido y en ciertas circunstancias era difícil identificarlos. Aunque debí saber de inmediato que aquel no era Raykel, esa voz cargada de indiferencia parecía ser el sello personal de Rayden.
«No sé qué hay entre ustedes dos exactamente, pero debes hacerte responsable, al menos como su empleado» Esta vez ya no susurraba, por lo que pude escucharlo con más claridad y confirmar que ese no era Raykel «Si piensas regresar será mejor que tengas una buena excusa, una que tranquilice a mi hermano y que deshaga este presentimiento que llevo dentro. Sé que ocultas algo, y sea lo que sea, si lastima en lo más mínimo a Raykel, no lo dejaré pasar»
Era una amenaza y se sintió como tal, había una frialdad y seguridad en sus palabras que pude sentirlas vibrar en mi pecho. No eran las palabras de un niño que sentía celos, como había sucedido en épocas anteriores, eran las de adulto que tenía los medios y la determinación para cumplir sus amenazas.
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Inestable
Teen FictionEmir, un niño con la alargada sombra de un pasado trágico oscureciendo su presente, lleva casi toda su vida en un orfanato dirigido con mano dura por la madre superiora y las monjas a sus servicios. Todo cambia cuando cumple catorce años. En este en...