23- Gracias por volver

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Raykel miraba a Emir directamente a los ojos y por primera vez desde el reencuentro sintió algo que iba más allá de una simple atracción física, mucho más allá de un sentimiento como el amor o sus derivados. Al tenerlo en frente, percibiendo su calor en medio del frío de la noche, percibiendo su aliento con olor a menta y apreciando lo sonrojado que estaba su rostro, se sintió aliviado, seguro y, sobre todo, agradecido.

—Gracias —susurró Raykel—. Mi hermano piensa que escondes algo y puede que tenga razón, pero gracias por volver.

Emir no supo que decir ni cómo reaccionar cuando Raykel lo abrazó y recostó la cabeza en su hombro. Se quedó parado con los brazos colgando durante un tiempo, hasta que el asomo de un sentimiento que apenas conocía, lo impulsó a devolverle el abrazo con la misma intensidad.

«Yo también estoy agradecido de volverte a ver, pequeño demonio» pensó Emir.

Mientras tanto, escondido bajo las sombras del desolado interior de la mansión, estaba Aron, observando desde una ventana como se abrasaban aquellos jóvenes bajo el siniestro cielo nocturno que amenazaba con llover.

—Supongo que la vida tiene sus formas de castigar a quienes hemos pecado —murmuró, dejando escapar sus pensamientos en voz alta.

—No veas su amor como una tortura para tu alma.

El ama de llaves se acercó abrazándose a sí misma para calmar un poco el frío. Su mirada profunda se clavó en la espalda de Aron y en su rostro marcado por los años se dibujó una expresión de angustia y preocupación que solo una madre entendería.

—Amaba a su padre como a nadie —dijo Aron como si la garganta se le desgarrara al pronunciar cada palabra—, y también quise a su madre.

—Con ella te obsesionaste.

—¿A caso importa?

Aron dio media vuelta y miró a Martha con una expresión aterradora en su rostro; cargada de rabia y resentimiento.

—Duele ver reflejado en esos dos lo que nunca pude tener.

—Ellos no tienen la culpa de nada, Aron. —dijo Martha y le puso una mano en el hombro para consolarlo.

—Lo sé, pero mira su rostro —Aron separó las cortinas para que Martha mirara mejor—. Parece la reencarnación de Omar, su mirada es la misma. Si ese no es mi castigo, ¿entonces que es, madre?

—Al final lo que importa es lo que tú creas. Si piensas que este es tu castigo por los horrores que tu egoísmo le causó a esa familia, entonces está en ti aceptarlo o no.

Martha le dio unas palmaditas en el hombro y luego lo dejó solo.

En ese mismo momento Aron recibió una notificación en su teléfono, al abrirla vio un mensaje de uno de sus hombres de confianza que le informaba sobre los movimientos de Rachel en un corto texto, que acompañado de una imagen decía:

"Esta tarde se ha reunido con una mujer desconocida en un restaurante cerca del hotel Ritnes"

Aron miró la foto y sonrió.

«Sé que debo ser castigado por mis pecados, pero será mejor si soy yo quien elige cuando» pensó con determinación mientras devolvía su teléfono al bolsillo. Aquella foto hizo que sus pensamientos cambiaran drásticamente porque esa mujer que acompañaba a Rachel solo podía significar una cosa: un nuevo y gran plan en su contra se estaba orquestando.

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