«Duerme, mi pequeño demonio»El murmullo de esa oración permaneció en la mente de Raykel durante el resto de la noche, incluso cuando por fin se volvió a quedar dormido. Veía a Emir de pie frente a él, repitiendo una y otra vez "Duerme, mi pequeño demonio"
Era frustrante porque estaba seguro de que después de lo que había sucedido ser novios era algo que ambos querrían, pero escucharlo, evadirlo como lo hizo sirvió como confirmación de que se había equivocado.
Raykel despertó más temprano de lo habitual aquella mañana y salió de la cama sin hacer ningún movimiento brusco para evitar despertar a Emir, que seguía profundamente dormido. Observó sus piernas estiradas abarcando toda la cama, la línea en su espalda descubierta y el cabello largo tendido sobre la almohada blanca y no pudo evitar sonreír. «Ojalá y esto suceda más seguido» pensó, «incluso con la incertidumbre que llevo dentro, se siente bien tenerte cerca»
Después de un baño rápido se puso lo primero que encontró en el closet con aspecto de tablero de ajedrez: todo blanco y negro.
—Necesitas un poco de color —murmuró.
Salió en silencio de la habitación y fue a la cocina, consciente de que las artes culinarias no eran lo suyo, pero confiaba en que sus escasas habilidades al menos le permitirían preparar unas tostadas y un té.
El desorden que encontró en la cocina lo tomó por sorpresa, claramente era algo muy impropio de Emir, pero decidió ignorarlo hasta que una particularidad llamó su atención, todos los utensilios utilizados eran pares: dos copas de vino, dos platos, dos cubiertos.
Raykel continuó en su observación detectivesca y llegó a la conclusión de que allí hubo alguien más.
De pronto las ganas de preparar el desayuno se desvanecieron y sintió una rabia incontrolable. Lleno de ira, agarró uno de los platos con fuerza y lo lanzó contra la pared, haciendo que se rompiera en pedazos. Luego cogió los cubiertos, los vasos, las copas y todo lo que encontró a su paso y los arrojó al suelo, provocando un estruendo ensordecedor. En cuestiones de segundos la cocina quedó destruida, con restos de comida y cristales por todas partes. El silencio arropó el espacio y solo fue interrumpido por las goteras que caían en el fregadero.
Esperaba sentirse satisfecho luego de haber expresado su frustración de esa manera, pero no fue así; continuó tan enojado como antes.
—¿Acaso has enloquecido?
La voz de Emir se percibía agitada y medio dormida al mismo tiempo. Sus ojos verdes abiertos de par en par mostraban lo aturdido que estaba y no tenía idea de que debía hacer o decir a continuación.
—¿Tuviste alguna cena romántica con tu novio? —preguntó Raykel eufórico.
Emir pasó ambas manos por su cara, asegurándose de que aquello desgraciadamente no se trataba de una pesadilla. Habría preferido que fuera un mal sueño, ya que en cualquier momento despertaría y todo volvería a la normalidad, pero no, el espantoso ruido que lo despertó y el caos que había ante sus ojos era algo peor que una pesadilla, era la maldita realidad. Tan real como la ferviente cólera que comenzó a sentir.
—¿De qué mierda se trata todo eso? Raykel Sarosh. Será mejor que lo expliques o...
—¿O qué? —gritó Raykel, desafiante.
Emir dio un paso adelante y un vidrio lastimó uno de sus pies. No emitió ningún sonido ni cambió la expresión de su rostro a pesar del dolor. En cambio, hizo acopio de todo su autocontrol y respiró profundamente, «no perderé la calma» se dijo.
—¡Ray! —dijo controlando la respiración—. Ven aquí —Extendió los brazos y se quedó quieto en espera de una respuesta.
—¿Quién estuvo aquí?
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Inestable
Teen FictionEmir, un niño con la alargada sombra de un pasado trágico oscureciendo su presente, lleva casi toda su vida en un orfanato dirigido con mano dura por la madre superiora y las monjas a sus servicios. Todo cambia cuando cumple catorce años. En este en...