25- Intenciones ocultas

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Un día después del incidente en la mansión Sarosh, Lennox apareció en la portada de todos los periódicos de la ciudad, aunque ninguno de ellos tenía la historia real de lo que había sucedido. Una vez más la familia Sarosh se las había arreglado para mantener el asunto en secreto.

—Algunos internautas no parecen estar convencido con lo que dicen las noticias —comentó Raykel mientras leía opiniones en línea.

—Deberías dejar de ver eso y agradecer a que nuestro padre ama demasiado su reputación —Dijo Rayden y le quitó el teléfono a su hermano.

Los gemelos estaban recostados sobre la cama de una de las habitaciones del hotel mirando el blanco segador del techo. Estaban posicionados de manera vertical y en sentido contrario el uno del otro, con la cabeza casi juntas, siendo esta una manera de relajarse un poco.

—¿Crees que debería sentirme culpable por lo que le hice a Lennox?

—No lo sé —murmuró Rayden con cierta amargura—. Yo me siento horrible por lo que me hizo a mí. Te juro que estaba en shock, no podía creer lo que estaba viendo. Además, las marcas en su cuerpo eran aterradoras, se ha estado lastimando todo este tiempo. 

—Entonces no me sentiré culpable, se lo merecía —dijo Raykel, no muy convencido y se miró las vendas que cubrían su mano herida sin evitar reflexionar en su impulsivo comportamiento.

—¿Es algo que puedas elegir? —Rayden ladeo la cabeza para mirar a su hermano—. No sentirte culpable, digo. ¿Es algo que se puede elegir?

Raykel lo pensó durante unos segundos.

—Supongo que sí. No me siento culpable. Aunque sí tengo miedo.

—¿Miedo de qué?

Rayden se incorporó y se sentó en la cama para tener una mejor visión de Raykel.

—Tengo miedo de mí mismo, me asusta perder el control. En ese momento me desconocía, se sintió como si alguien más poseyera mi cuerpo y no fue hasta que Emir me detuvo, que fui consciente de lo que hacía.

—Es mi culpa, querías defenderme.

Raykel hizo un puchero y se movió para apoyar la cabeza en el regazo de su hermano.

—No es tu culpa. Es mi deber cuidarte.

—No, es mi deber cuidarte —dijo Rayden mientras sonreía conmovido.

—¿Quién es el que tiene la cara llena de moretones y las costillas adoloridas? —Raykel ejerció presión en las costillas de su hermano para que se hiciera consciente de su estado.

—¡Maldito! —exclamó Rayden—. ¿Y quién es el que tiene una mano herida por creerse el hombre de acero? —En modo de venganza, Rayden le apretó la mano vendada a Raykel para que sintiera dolor.

—¡Te desprecio! —soltó Raykel en tono de broma y queja al mismo.

Los gemelos se quedaron en silencio y luego comenzaron a reír como si la crítica situación en la que estaban fuera algo por lo que debían celebrar. Ambos tenían prohibido salir de sus habitaciones hasta que las heridas ya no fueran visibles, así que decidieron pasar sus penas con una actitud positiva, al menos hasta donde les permitiera la cordura.

 Ambos tenían prohibido salir de sus habitaciones hasta que las heridas ya no fueran visibles, así que decidieron pasar sus penas con una actitud positiva, al menos hasta donde les permitiera la cordura

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