Ian y Shawn, dos jóvenes de dieciocho años cuyas vidas siempre han estado llenas de rivalidades. Estos chicos parecen expertos en encontrarse problemas, incluso por las cosas más insignificantes, como el último sándwich de pavo en la cafetería.
Shaw...
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Shawn se removía con fastidio en la cama, no tenía clases, pero aun así tenía que levantarse temprano para llevar a su hermana a la escuela.
Ese había sido su castigo, ¿Pudo ser peor? Sí, pero no era agradable levantarse temprano para solo salir treinta minutos y volver. Se subió al coche esperando ahí a su hermanita quien tardo alrededor de diez minutos hasta que decidió que era hora de dejar de hacerlo esperar.
—¿Podrías comprarme unas toallas femeninas antes de llegar al colegio? —pidió la niña sin prestar mucha atención a algo que no fuera su celular.
—¿Por qué no se las pediste a mamá ayer que ibas con ella? —dijo con molestia pues iba en pantuflas y un short que parecía prácticamente bóxer.
—Es que íbamos con Jack y me da vergüenza—sinceró y entonces su hermano puso la mayor atención posible a cada gesto que hacía la chica.
La analizó con sumo cuidado.
—¿Solo te da vergüenza o Jack te hace sentir incomoda? —pregunto un poco preocupado.
—Vergüenza, Shawn, es un hombre de como cincuenta años que no conozco lo suficiente.
—Bien—dice deteniendo el coche y bajándose en una tienda de auto servicio. Agarra lo que su hermana le pidió y unos condones para que no le volviera a ocurrir lo del día anterior.
La noche anterior había hablado con su madre a solas y ella le había dicho que tenía el permiso de invitar a su novia, pero no de esa manera y menos cuando alguien estaba en la casa. Le dijo que, si ella le comentaba un día antes, que el siguiente saldrían y él preguntaba si podía invitar a su novia, entonces ahí podrían ponerse de acuerdo, pues le daba la libertad, pero ella debía sentirse respetada como figura autoritaria y la casa no era solo territorio Pickman y debían mantener respeto por las otras personas que vivían ahí.
Volvió al coche lanzando las toallas a la chica y metiendo los condones en su bolsillo.
—¿Conoces la vergüenza? —pregunta, pues el chico había guardado los preservativos sin pudor alguno.
—Ay niña, todos cogen, en algún momento lo harás y las personas no estamos para tener vergüenza.
—¿No te importaría que en algún momento tenga sexo?
—¿Acaso eres la virgen Maria y yo Dios? ¿Por qué debería importarme?
—O sea, en temas de hermano.
—¿Como celos? —ella asiente—. Lo último que quiero es que me escondas las cosas, Bec, así que no haría algo que lo provocara, si yo me muestro celoso ante un muchachito pendejo, pues tú intentaras escóndeme al siguiente.
—¿Y tú me hablarías de sexo?
—Podría intentar resolver tus dudas—asiente—, pero si me preguntas en este momento, siento que aún eres muy pequeña para experimentar cualquier clase de encuentro de ese tipo, aun así, pase por esa etapa hace un tiempo y sé que lo que te digan te valdrá mierda, así que te diré. El mundo está muy jodido, Bec y lamentablemente en este mundo de mierda te toco ser mujer, así que de cierta forma y en verdad no quiero sonar machista, porque son cosas que me repugnan, pero tienes más que perder.