Ian y Shawn, dos jóvenes de dieciocho años cuyas vidas siempre han estado llenas de rivalidades. Estos chicos parecen expertos en encontrarse problemas, incluso por las cosas más insignificantes, como el último sándwich de pavo en la cafetería.
Shaw...
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No se dignó a salir a ver el partido. Hasta los vestidores alcanzaba a escuchar, era difícil saber que estaba pasando, quiso verlo a través de la pagina del colegio, pero no podía, se sentía tan mal. Había perdido su oportunidad, los busca talentos estaban ahí y él se encontraba escondido en el maldito vestidor. Todo por intentar ser un poco feliz.
Cielos, en verdad que esos días del año debían estar malditos, siempre ocurrían tragedias, estaba harto. El año entrante dormiría cuatro días seguidos, desde un día antes del cumpleaños de la señora que pario a su madre, hasta un día después del aniversario de su padre.
En algún momento pensó en si seria bueno ir corriendo hasta su casa para buscar su uniforme y presentarse frente al entrenador rogando que lo dejara entrar. Lo analizó bien y llegó a la conclusión que si hacia eso su entrenador muy probablemente estallaría sobre él y era capaz de romperle la nariz frente a todos.
No, al menos no había sido humillado públicamente, no se arriesgaría a hacer las cosas peor.
Intentó dejar de pensar porque su mente le estaba jugando en contra, sentía que el aire en la habitación comenzaba a terminarse, casi podía ver como las paredes se hacían mas estrechas a su alrededor. De repente los inmensos vestidores se veían como un pequeño cuarto de un metro por un metro. Se levantó a paso apresurado para poder tomar aire fresco. Sabia lo que seguía después de esos síntomas. Estaba a punto de tener una ataque de pánico.
Él y su maldita debilidad. Era ridículo.
Llegó hasta el estacionamiento y se dejó caer sobre una de las "áreas verdes", sintió las hojas secas por el otoño picarle en la espalda, pero las ignoro, nada era peor que sentirse sofocado. Comenzó a contar las estrellas en el cielo mientras jalaba el cuello de su sudadera hacia abajo para no sentirse ahorcado.
Una vez que el tormentoso momento pasó se sentó recargándose en el árbol más cercano. Realmente estaba tirando todo su esfuerzo por la borda. Él llevaba desde los diez años jugando futbol, llevaba toda su vida partiéndose el lomo para sacar buenas notas, quería una vida perfecta, aunque nadie se lo exigiera, era lo que había hecho siempre, no tiraría las esperanzas de un niño de primaria. Con todo eso también esperaba demostrarle a su abuela que Dakota era una gran madre, que no necesitaba de nadie porque había formado excelentes hijos, pero esa mujer lo único que creía de él era que un cachorro era mas tranquilo.
¿En donde mierda tenia la cabeza para estar tan distraído?
Sus sueños estaban siendo saboteados por él mismo. Ahora si que su papá debía estar retorciéndose en su tumba.
Casi podía despedirse de la NFL en ese momento.
Después de unos minutos se levantó. Se había escuchado todo el alboroto que indicaba que el partido había terminado, seguido de un cumulo de personas inundando el estacionamiento. Se quedó ahí esperando que Jasper saliera, le pediría que lo dejara dormir en su casa. No quería ir a la propia. Estaba agobiado y llegar a ese lugar, causante de tanto desorden en su vida, seguro terminaría lanzándose por la ventana.