Ian y Shawn, dos jóvenes de dieciocho años cuyas vidas siempre han estado llenas de rivalidades. Estos chicos parecen expertos en encontrarse problemas, incluso por las cosas más insignificantes, como el último sándwich de pavo en la cafetería.
Shaw...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Poner canciones como alarmas debe ser la peor decisión que un ser humano puede tomar. Shawn terminaba odiándolas y justo por eso creía haber creado un gran método para despertarse. Se supone que como no quiere odiar ninguna de sus canciones favoritas, entonces las pone y debe levantarse lo suficientemente rápido para que su cerebro no logre identificarla. Es una cagada, porque nunca le ha funcionado. En ese momento sonaba "My My My!" cómo la tercer canción de la semana.
Con pesadez se levanta, sintiendo la espalda pesarle, como si tuviera un imán que lo atrae hacia el colchón. Suelta un suspiro y unos diez bostezos, armándose de valor para levantarse. Ahora un poco más despierto nota que la música ni siquiera suena dentro de la habitación. El ruido entra por la puerta abierta, se le queda viendo, obligando a sus pies a moverse. Entonces escucha un fuerte estruendo. El celular había vibrado tanto que terminó por caer al suelo.
Descalzo, sintiendo el frio contra sus pies, camina hasta poder asomarse por el marco de la puerta. Logra ver el aparato sobre el suelo, junto la península en la cocina. Termina el camino hasta que llega a él.
—Ahora sí estas callado, maldito—le dice cuando lo levanta. La pantalla se enciende 9:38 aparece en todo su esplendor— ¡Carajo!
A paso apresurado regresa hasta la habitación. Por la prisa, entra tropezándose con lo que hay tirado por el suelo. Así que aprovecha para levantarlo. Ve sobre la cama el cuerpo yacente de su novio, ajeno de lo que estaba sucediendo.
—Ian, levántate—grita mientras le lanza una playera que recogió del suelo.
El mencionado se remueve sobre la cama, pero no hace más, ni siquiera levanta la cabeza.
—No estoy bromeando—se acerca para zangolotearlo un poco, pero Ian solo se queja—. Carajo, que están por ser las 10 y tú tenías clases a las 8:30.
Ian parece inerte, completamente quieto y Shawn siente como le perrea el ojo.
Antes de tomar cualquier decisión, de manera profunda toma aire y después lo deja salir lentamente. Él no esta para esas cosas.
—Con un carajo, Ian, mueve tu bendito culo o te prometo que nunca más volveremos a tener sexo si al día siguiente tienes compromisos.
Shawn no sabría decir si fue por la amenaza o porque gritó, pero logró el cometido. Ian se levantó, para verlo entre disgustado y burlon.
—¿Crees que aguantarías?—pregunta con una sonrisilla.
—No me retes, hijo de puta—lo apunta amenazante—. A mí me mueve el orgullo, cabrón, levántate—le lanza un zapato que Ian logra evitar.
—Esa clase terminó a las nueve veinte, amor. La que sigue comienza hasta la una, así que tengo tiempo.
—¿Por qué lo dices tan quitado de la pena, Ian? Acabas de perder una maldita clase ¿Y te vale mierda?—Ian lo ignora volviendo a recostarse, cosa que hace a Shawn molestar—. ¡Ian Puto Walker, levanta el maldito culo de esa cama, ahora!—grita.