c u a r e n t a y d o s

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Misma rutina desde que se bajó de aquel avión

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Misma rutina desde que se bajó de aquel avión. Abrir los ojos y por la ventana tener la vista del inmenso Big Ben. 

Era horrible. Un reloj, justo como los que llenaban la habitación de Shawn. Jack en verdad estaba logrando hacerlo sufrir. 

—Joven Walker, se le hará tarde para la escuela—igual que todos los días. 

Si supiera que tiene insomnio y no tiene que ir a hablarle porque esta despierto. 

—Sus asistencias son enviadas a su padre, no nos haga tener que pasarle un regaño como el de la semana pasada. 

Era marte a penas. Casi se cumplían dos semanas de que Jack lo envió a Londres, pero se sentía exactamente como si en su lugar fueran años. 

Acción de gracias la pasó completamente solo. Solo tenia cuatro días en la ciudad cuando la fecha llegó y los hombres que Jack había mandado con él como seguridad, le habían llevado pescado frito y papas a la francesa como celebración y como todas los días desde que estaba ahí, no había comido lo suficiente para nutrir su cuerpo. A penas podía comer más de dos bocados, ni siquiera sentía hambre y él sabia la razón. 

Estaba deprimido. 

Se quedó unos minutos más viendo lo diminuto que parecía aquel gigante reloj desde donde él estaba. Volvieron a tocar su puerta y decir que si no salía, se verían en la obligación de entrar. 

Ellos tenían que ir a despertarlo, porque como la mierda que parecía ser. No contaba con nada. Jack lo había despojado de su celular, cartera y todo lo que pudiera darle algo de libertad. Los hombres, que lamentablemente ninguno era Elijah y tenían por nombre: Ashton, que no debía llevarle mucho más de diez años, Phineas que debía estar pasando los cuarenta y por ultimo Preeda, quien es un sujeto tailandés que tiene más de cincuenta. Ellos se encargaban de facilitarle todo, comida, ropa, útiles escolares, absolutamente todo. 

Cuando tenia que hacer trabajos para la escuela, le prestaban una laptop que tenia bloqueadas todas las redes sociales y el único trabajo que ha tenido en equipo, se vio en la obligación de retener a su compañero en la biblioteca, dos horas después de clase, todo para poder terminarlo.  

Tenia prohibido hacer cualquier cosa solo. Hasta ir al baño. Todos en el instituto lo veían raro por trae esos orangutanes pegados a la espalda.

Cuando escuchó el forcejeo de la perilla, se levantó. No les dijo que ya estaba despierto, solo fue a bañarse. Mientras se mojaba los escuchó hablar.

—Se esta bañando, por eso no contestaba. 

—Solo dile que ya está el desayuno.

Abría la llave del agua caliente y dejaba que esta cayera sobre su cuerpo. La sensación del calor le brindaba un poco de alivio, como si fuera capaz de lavar parte de la tristeza y el desasosiego que sentía. El vapor llenaba el baño y poco a poco se relajaba, dejando que sus pensamientos se desvanecieran por un breve momento.

Verde OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora