q u i n c e

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En algún momento de la noche Ian se había ido a duchar, pero regresó a la habitación del rubio

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En algún momento de la noche Ian se había ido a duchar, pero regresó a la habitación del rubio. Vestía solo un pantalón de pijama, aun y a pesar de que el clima estaba fresco.

Se encontraba acostado boca arriba con Shawn rodeándole el pecho con un brazo, boca abajo contando en su mente las pecas que tiene en el hombro derecho.

Sus malditamente preciosas pecas. 

—¿Te gustan tus pecas?—se encoje de hombros—. Creo que son lindas—sintió como su brazo se detuvo junto con el pálido pecho, un segundo después continuó subiendo y bajando con la respiración de Ian—. Pienso que Dios no me dio pecas porque eso me haría más guapo de lo que ya soy—Ian ríe acostándose de lado, subiendo una pierna sobre el trasero del rubio, dejando a la vista el bóxer verde olivo.

—Tu ego pasa Saturno.

—Se sale de la galaxia—asegura—. Lo único bueno que Dios no me dio, a parte de las pecas, fue humildad—Ian pone los ojos en blanco, metiendo una mano bajo la playera contraria, para tocar la piel de su espalda.

Se acomodó mejor sintiendo el suave tacto. Se sentía tan malditamente bien. La palma caliente recorriendo toda su espalda, era como si le dieran una dosis de relajantes.

—¿Nos divertimos?—susurra con los ojos cerrados clavando su cadera contra el colchón, comprobando para él mimos que con solo un rose, Ian le provocaba una erección.

Sin dar una respuesta, se sube a horcajadas sobre la parte trasera de sus muslos. Levanta la playera sosteniéndola en los hombros de Shawn. Y baja hasta hacer rozar su nariz con la piel contraria. Con la punta recorre toda la columna siendo sus ojos testigos de como la piel tostada se erizaba.

—Te extrañe—admite Shawn, casi ronroneando del gusto.

El tacto de Ian... era malditamente embriagador. Tanto que lo hacia ser sincero en cosas que no debía. No recordaba ser tan sensible al tacto.

—¿Cuando me fui?—suelta una risa nasal que hace que la piel bajo él vuelva a erizarse.

Se endereza moviendo sus manos de los hombros al trasero de Shawn, presionándolo con las palmas haciendo que la erección del rubio se apriete contra el colchón, arrebatándole un ronco suspiro.

—No eras tú—asegura sintiendo como vuelven a clavarle la cadera contra el colchón.

—Intente que no me afectara, pero no pude—deja su trasero para comenzar a besarle la espalda. Una de sus manos viaja entre el colchón y el pecho de Shawn, tantea hasta encontrar uno de sus pezones y lo masajea mientras le deja besos húmedos  en la espalda alta. 

Shawn no recuerda haber sido tan sensible nunca, pero eso lo estaba volviendo loco.

Con dificultad y sin moverse tanto para no desconcentrarlo en su trabajo, Shawn se quita la playera. Siente una succión a la altura de su hombro y gira la cabeza para verlo mal. ¡Marcas! Ellos nunca se habían hecho marcas. 

Verde OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora