Ian y Shawn, dos jóvenes de dieciocho años cuyas vidas siempre han estado llenas de rivalidades. Estos chicos parecen expertos en encontrarse problemas, incluso por las cosas más insignificantes, como el último sándwich de pavo en la cafetería.
Shaw...
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Vio a Shawn salir azotando la puerta de la bodega y aun después de eso tardó unos minutos en reaccionar.
Bajó la vista al bulto en su pantalón, ni siquiera el desconcierto había hecho que bajara un mínimo.
—Mierda, ahora sí que me tocó las pelotas—se dijo frustrado.
Estaba pensando en mojarse un poco más con la manguera o mejor ponerse a multiplicar.
—Que puta mierda, no se baja nada—se quejó, pero lo dejo de lado cuando su teléfono comenzó a sonar— ¿Qué? —habla a penas.
—Uy, contigo si que es cosa seria eso de llevarte con un psicólogo, eh.
La risa de Mark se escuchó al fondo.
—Este idiota está demasiado ebrio y yo ya me tengo que ir ¿Podrías venir a cuidarlo?
—¿Me crees puta niñera, Ethan?
No quería tratarlo así, pero se sentía molesto desde antes y obviamente no quería ir a cuidar al idiota de su amigo pasado de copas.
—Tranquilo, Ian ¿Estas bien?—era raro que Ian actuara de esa manera con ellos, o con cualquier persona, realmente solo solía llevarse pesado con Pickman—, solo te estoy pidiendo un favor, igual si no puedes lo llevo conmigo, pero encárgate de sacar a todos de esta casa antes de irte.
—Entonces hazlo tú, que yo ya me voy—se metió la mano al pantalón para acomodarse lo mayor posible y bajándose la playera hasta donde pudo salió de ahí.
—Claro, que se note lo imbécil que eres.
Ethan no entendía, todos tienen malos ratos, pero Ian hablando tan descortés es cosa de un millón de años.
—Nadie puso a Mark en esa situación más que el mismo—Ethan no dijo nada— . Cielos, ¿Dónde estás?
No puede ser un imbécil, aunque quiera, mucho menos con esos dos. El mundo no lo merecía.
—En la habitación de Mark.
Con eso termina la llamada y se dirige a la habitación de su amigo, conocía el camino a la perfección, había estado en esa casa un millón de veces. Había sido su refugio más de las veces que le gustaria aceptar.
En el camino choca con la novia del chico que lo tenía en ese estado.
—Ian, que bueno que te encuentro—dice poniendo su mejor cara amable.
Él solo la observó esperando que continuara.
—Veras, Shawn y yo...
—No me interesa—intenta seguir su camino, pero ella lo detiene agarrándolo del brazo.
¿Por qué la vida es tan hija de puta y lo pone en esas situaciones?
No quiere verla, ella no sabe, pero le acaban de dejar un severo caso de bolas moradas, por su culpa. Acompañado de un maldito estrés. Toda la semana ha sido lo mismo, casi puede sentir que se le van a caer las pelotas.