t r e i n t a y s e i s

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Diez minutos antes de las cinco ellos ya estaban de regreso en su piso

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Diez minutos antes de las cinco ellos ya estaban de regreso en su piso. Lo que más retraso su salida, fue cuando Shawn se encerró en el baño hasta que la vergüenza de haber sido limpiado por Ian pasó.

Al bajar del elevador, ven al entrenador Jones parado justo al frente del pasillo, les estaba dando la espalda mientras le gritaba a alguno de los chicos que no se podían salir en toalla ahí. Cuando escuchó el sonido del ascensor, giró hasta ellos.

—Creí que no llegarían a tiempo—espera a que se acerquen un poco y les tiende la mano, Ian le entrega la tarjeta—. Alguien más ya ganó esta noche en la suite—los ve de arriba a abajo—. Mandaré a que la limpien bien.

Los chicos lo ven subir al elevador, mientras suelta palabras que ellos no logran escuchar. Una vez se fue, continúan con su camino. Parecía que las actividades de ese día terminaron temprano, todos estaban en sus habitaciones, podían escuchar las risas provenientes de estas.

Llegar a la puerta de Shawn fue tarea sencilla, que Ian pudiera irse de ahí, era lo complicado.

Shawn aferraba una de sus mangas, con una mano. De vez en cuando giraba hacia el inicio del pasillo, para asegurarse que nadie los veía.

No podía soltar a Ian, no quería. Eran todos esos sentimientos extraños. No quería admitirlo, pero acababa de perder su virginidad y si de como un niño de quince años se tratara, solo quería asegurarse de que la persona con la que la perdió, no piense olvidarse de él después de eso.

Él mismo se sentía raro, aun tenia la sensación de Ian dentro suyo, era molesto y a la vez hacia que las mariposas en su estomago revolotearan, pero era como si creyera que cualquier persona con solo verlo, sabría lo que había hecho y su mente, corazón y cuerpo le decían que tener a Ian cerca, era alguna clase de equivalencia a la protección.

Quiere entender lo que siente, pero a la vez decirse que esta siendo un completo ridículo.

—Te veré en la cena, ya no debe faltar mucho—decía Ian, sin moverse ni un centímetro, estaban cerca, podían sentir el aliento del otro cuando hablaban, pero a la vez, para ellos, era como si hubiera un abismo separándolos.

La necesidad por tocarse, estaba en ambos. El pasillo no era el mejor lugar para cualquier muestra de afecto, no al menos cuando lo último que quieren es que los vean.

—Podemos esperar en mi habitación a que se de la hora—hablaba bajo, luchando contra él mismo.

Peleaba contra ese lado que le decía que se veía ridículo rogando por más tiempo, cuando llevaban mas de veinticuatro horas juntos, no solo eso, sino que sólo tendrían que estar alejados, por un maldito pasillo, tres horas. A su vez y quien ganaba, era esa parte suya que decía que no importaba lo que Ian pensara, en ese momento tenía como necesidad amarrárselo al cuerpo.

—Vamos, no pasa nada, Jasper es experto en fingir que las personas no existen—su amigo es un experto en la ley del hielo. Solo lo dice para que sepa que en su habitación no hay razón para sentirse incómodo.

Verde OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora