Ian y Shawn, dos jóvenes de dieciocho años cuyas vidas siempre han estado llenas de rivalidades. Estos chicos parecen expertos en encontrarse problemas, incluso por las cosas más insignificantes, como el último sándwich de pavo en la cafetería.
Shaw...
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—¿Por qué hiciste eso?—suelta desesperado viendo la puerta por la que salió Jack.
—No iba a esperar a que te soltara un golpe para actuar.
Rebecca esta sentada a los pies de la escalera, viendo todo en silencio. Su madre y Shawn comenzaron a discutir, el chico aferrado a que no debió correrlo porque ahora no habría forma de obtener información y la mujer mantiene en pie su lado, diciendo que estaba por encima el ser madre y que su deber es protegerlo a él.
—Esperemos a ver si mañana sabemos algo.
—Mamá—Rebecca pone especial atención a la voz de su hermano. Ella sabe que esta a dos segundos de ponerse a llorar otra vez—. Jack se lo llevó hace casi doce horas y no lo trajo con él ¿En verdad crees que mañana lo hará?
Lo siguiente que Bec vio, fue a su madre acercándose a su hermano, para abrazarlo. Claro que el chico lo necesitaba, ella no comprendía muy bien la situación, claro que viendo lo violento y mierda que era Jack, era preocupante que se haya llevado a Ian y después regresara a casa como si nada, mientras que el azabache no esta con él. Hasta ella se sentía preocupada, no imaginaba a Shawn, quien siempre era todo sentimientos.
—¿Desde cuando lo sabias?—murmura contra el hombro de su madre.
—Oh, cariño, estas lejos de ser la persona más discreta del mundo—ella lo aprieta aun más y Shawn se acomoda mejor, le saca una cabeza, pero al ser su madre, cualquier posición se siente cómoda—. Era raro que se llevaran mucho mejor de un día a otro, que se la pasaran encerrados en sus habitaciones tampoco era tan normal y vamos—le da un suave golpe—, tus ojos no saben guardar secretos—con eso se suelta a llorar.
Las lágrimas comenzaron a fluir sin restricciones, y él apretó los puños alrededor de la blusa de su madre, intentando controlar su quebrantada respiración. La ira, la tristeza y la confusión luchaban dentro de Shawn. El dolor en su pecho le hacia pensar que tal vez no estaba simplemente enamorado.
La noche para Shawn estaba siendo un martirio. Veía el celular en la mesita de noche de Ian, la luz brillando y el aparato vibrando por los mensajes que los chicos no habían dejado de mandar. La gran mayoría era diciendo que no debían estar preocupados, que Ian era una persona sumamente fuerte y debían de confiar en que estaría bien. Claro que Shawn se hacía un mundo de posibilidades en la cabeza.
Cada vibración del teléfono lo abrumaba. A pesar de las palabras reconfortantes de los chicos, no podía evitar que la inquietud y la ansiedad se apoderaran de él. Se imaginaba a Ian en alguna situación complicada, atrapado en algún lugar oscuro y desconocido o tan lastimado que incluso batallaba para respirar. Cerraba los ojos e intentaba bloquear esos pensamientos, pero su mente se aferraba a ellos como si fueran garras implacables.
El silencio de la habitación solo se rompía por el sonido constante de los mensajes entrantes. La imagen de Ian, con su linda sonrisa y sus ojos verdes brillantes, aparecía en su mente una y otra vez. Recordaba como antes forzaba las sonrisas o solo lo hacia cuando era de manera burlona, pero el ultimo tiempo eran sonrisas sinceras y pensaba que había tenido muy poco tiempo para apreciarlas.