Sentado recto en la silla y con ambas manos reposando sobre sus muslos, Klaus cerró de vuelta los ojos y se concentró en aquellas molestas vibraciones sensoriales que se revolvían inquietas en un plano adyacente.
Sentía las mareas convulsas de seres sobrenaturales queriendo abrirse paso hasta llegar a él.
"Papá"
Evocó su férreo rostro surcado de finas líneas de expresión. El reluciente monóculo emitiendo un sutil destello bajo la luz de la bombilla de su despacho. Los escasos cabellos blancuzcos firmemente acicalados.
"Papá, soy Klaus. Tu hijo adoptivo"
Incluso a mitad de la meditación y el trance, el temor hizo a su voz quebrarse ligeramente.
Temía encontrarlo. Verlo de nuevo y saberse reprendido por el desenfrenado estilo de vida que había llevado hasta entonces. Sin embargo, siguió tratando, embebiendose en las emisiones incorpóreas que lo rodeaban, ignorando las amenazas y pasando de las preguntas, hasta que el espacio oscuro sucumbió al blanco total. Entonces Klaus despertó. Inspiró una honda bocanada de aire. Sentía que se ahogaba.
El azoramiento se renovó en su pecho. Lentamente condujo su mirada hasta la silueta perfilada a pocos metros a su derecha, hacia aquella belleza prístina que le robaba el aliento.
Los ojos zafiros de su amado fluctuando entre el hermetismo y un profundo análisis a su persona.
—Nada— respondió Klaus a la pregunta sin formular, negando turbado al ver la hora en el reloj de la pared. Llevaban casi cuatro horas intentando contactar a Reginald.
Cinco que yacía ahora apoyado en el linde de la ventana, con los brazos firmemente cruzados sobre el pecho y el cuerpo vuelto a medias hacia su interlocutor, lo alentó con un sutil pestañeo que no admitía alegato o contrariedad a tan ínfima esperanza.
—Prueba de nuevo— le exhortó, impasible.
—Pero bebé, lo he hecho al menos unas setenta veces. El viejo no quiere hablar conmigo— se lamentó Klaus, poniendose en pie. Entumecido y cansado caminó hasta Cinco y quiso aferrarlo de la cintura cuando Cinco se teletransportó a la silla—. O no está muerto— recapacitó, dandose golpecitos en la barbilla con los dedos.
—En primera instancia, no hay manera de que Reginald viva en esta línea temporal— acotó Cinco, cruzándose de piernas, razonando en las posibilidades—. Asistimos a su funeral. Luther estuvo presente en la identificación de su cuerpo— siguió desglosando con cautela.
Klaus se acercó titubeante a la silla. Se arrodilló frente a Cinco y extendió el brazo para acariciar su mejilla, logrando acaparar su atención, la cual salió a relucir en una mirada mitad obsecuente, mitad confusa.
—Pero nosotros no vimos el cadáver, Cinco— le hizo ver—. Podría haberlo cambiado. Vamos. El viejo era tan astuto como tu, seguro hizo alguna triquiñuela para fingir su muerte y ahora debe estarse dando la buena vida en alguna isla desierta rodeada de mujeres hermosas mientras mamá se óxida y sus hijos adoptivos se rompen los sesos tratando de impedir el apocalipsis.
Lánguidamente Cinco apartó la mano que no dejaba de prodigarle tiernas caricias en el rostro. Su mirada se endureció ante semejante y descabellada hipótesis.
—¿Qué razones podría tener un individuo del talle de Reginald para engañarnos con algo así, Klaus?— indagó, observándolo con mayor interés.
Klaus cerró los ojos, se llevó los dedos a las sienes y simuló concentración para dar una respuesta medianamente convincente.
—No lo sé— pero se sentía demasiado agotado por sus múltiples intentos de contactar su espíritu en la basta oscuridad dantesca—. ¿Podemos descansar un poco?
Taciturno, Cinco tomó el vaso con agua del buró, bebió un prolongado sorbo y vio bajo la apariencia alegre y extravagante de Klaus, un agudo y extraordinario cansancio. Recordó verlo sumido en una profunda tristeza cuando quiso alejarse de él, y una punzada de culpa germinó en su pecho.
—Esta bien— aceptó. Su ceja izquierda describiendo una tenue curva. No supo en que momento Klaus se había inclinado sobre la silla para robarle un beso al que no correspondió ni se opuso. Simplemente lo dejó posar sus labios con una apacible delicadeza que lo desconcertó.
—¿En serio ibas a dejarme?, ¿Tan poco te importo para querer matarme de esa manera?
La pregunta de Klaus lo hizo tragar en seco. De nuevo quiso hacerse con el agua pero la mano intrusa se enredó en la suya y los labios de Klaus besaron el dorso con el mismo cuidado de antaño. Los ojos mieles clavados en los suyos.
—Klaus, deja— apartó su mano y se sintió enrojecer por dentro. De nuevo cautivo por sensaciones inclasificables e inquietantes ante el húmedo tacto en su muñeca.
Quiza habría sido más fácil haberse ido solo, pero la presencia de Klaus se anteponía a todo criterio coherente. Aquellos impúdicos besos nublaban sus funciones neuronales y despertaban sensaciones biológicas desconocidas hasta entonces. De haberse marchado solo, seguramente habría retornado por él cuando la realidad predominara a su lógica. Había cosas que era mejor no reconocerse, ni siquiera a uno mismo.
—¿Sabes que estás atentando contra mi racionalidad?— sopesó al tener el rostro de Klaus a centímetros del suyo.
—Eso creo— le dio la razón, aun sin comprender del todo y se adueñó de sus labios como si de una dulce ambrosía se trataran. Y habría saboreado hasta el cansancio del exquisito néctar que escurría en un fino hilillo entre ambos labios, de no ser porque Cinco se levantó de la silla. Klaus estaba por deshacerse en excusas y disculpas cuando los brazos de Cinco rodearon sus hombros y se encontró grata y sorpresivamente siendo besado de la forma más suave, dulce y casta, llevada a un ritmo tan cadencioso y sugestivo que le aceleró el pulso al límite.
Sin ser apenas consciente de lo que hacía, rodeó la cintura de Cinco con un brazo y profundizó tan afectuoso beso, tomandolo de la mejilla para inspeccionar con placer y deleite lo que le había sido privado tantas horas. Presionó su cuerpo en el contrario, lo arrinconó en la pared aledaña y ahondó el contacto entre sus bocas cuando su lengua hizo un eufórico reconocimiento de la cavidad oral que le provocaba una ansiedad sin igual. Lo besó con tal apasionamiento que sintió que se quedaba muy pronto sin aire.
Cuando no pudo más, se apartó jadeante, totalmente aterido y excitado, apenas dueño de si al ver el tenue arrebol carmín esparcido en las níveas mejillas de su amado. Paseó con premura el dorso de sus dedos por el nacarado cuello y depositó un último y prolongado beso allí.
Ofuscado por el licencioso arrebato, Cinco sintió que le quemaba el pecho. No sabía si de frío o calor. Sus labios que antaño besaban, saboreaban y provocaban, le hormigueaban de una manera extraña.
—Yo...tenemos que continuar.
Media sonrisa sagaz se extendió en los labios de Klaus. Se acercó de forma provocativa y volvió a acorralarlo entre la pared y su cuerpo.
—¡Hablo de buscar a Reginald!— le aclaró Cinco, agitado, con el ceño levemente fruncido y un rubor creciente en sus mejillas.
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Quid pro quo.
FanfictionUn intercambio de favores dice más que mil palabras. The Umbrella Academy. [KlausxCinco]