XIX

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Había algo en aquella inmaculada elegancia desbordante de Cinco que lo magnetizaba completamente. Puede que fueran sus meticulosos movimientos con los cubiertos, su rostro bello y antipático o el mar azul encapsulado en sus hermosos ojos. Cualquiera que fuera el caso, Cinco despedía un fuerte aire de femineidad, de delicadeza y majestuosidad que lo esclavizaban por entero.

Eterno cautivo de sus acciones, Klaus no se perdía un solo movimiento del otro. Lo veía cortar mecánicamente el filete en diminutos trozos que después se llevaba a la boca con ayuda del tenedor. Luego, sus finos labios rosados sorbiendo parsimoniosamente de la copa de agua.

—Cierra la boca, Klaus o se te llenara de moscas— la risa de Diego reverberó con fuerza en la mesa.

Sabiéndose descubierto en su gloriosa contemplación, Klaus se apresuró a devolver la atención a su propio plato. Cinco apenas si pareció haber escuchado el comentario puesto que nada dijo, y procedió a beber media copa de borgoña.

—Envidioso— resolló Klaus a mitad de un trago de vino.

Diego le restó importancia al comentario hasta que cayó en la cuenta de que era el único en la mesa sin acompañante. Vanya había salido desde el amanecer a tomar sus lecciones de violín ya que estaba próximo un concierto en el que ansiaba ser elegida. Del extremo más alejado de la mesa, Luther y Allison intercambiaban miradas cómplices de enamorados mientras sostenían una charla aparte del grupo.

Y frente a él tenía al par de amantes secretos cuya relación lejos de resultarle extraña, le parecía incongruente y curiosa. A Klaus le salía la obviedad de su sentir hasta por los poros. No dejaba de mirar al objeto de su anhelo en todo momento, y le seguía como perrito faldero a todas partes. Poco le faltaba para besar el suelo por el que Cinco caminaba.

Por otro lado Cinco era mucho más reservado y se fingía indiferente a todo lo que acontecía a su alrededor. De no ser porque días antes Diego les había descubierto comiéndose la boca el uno al otro, habría dudado un poco en sus propias conjeturas.

Esos dos eran pareja, y tanto lo eran como Allison y Luther. Además todos estaban enterados de un posible pretendiente de Vanya en el edificio donde tomaba sus lecciones, así pues el único soltero actual era él.

Y no era que el hecho en sí le irritara. Su fase de negación había pasado luego de que Lila lo mandara al diablo por segunda ocasión consecutiva.

—Propongo un brindis por el amor— Diego se levantó, con la copa de coñac elevada a la altura de su hombro. Aunque el tono empleado había sido de completo sarcasmo, Klaus, que no captó aquello, se incorporó dispuesto a unirse. Sus ojos mieles llenos de júbilo y añoranza.

Allison no tardó en secundarlo en tanto Luther enarbolaba una amplia sonrisa entusiasta igual de boba que la que portaba Klaus en ese momento.

—¿Cinco?— sonrió Diego, instandole a levantarse. Sin embargo el susodicho no alzó la mirada ni dejó de mascar un nuevo bocadillo para desamparo absoluto de Klaus—. ¿Sabes siquiera lo que es el amor?, me olvidaba, no sabes nada de emociones humanas.

—Diego— lo retó Klaus, con el ceño fruncido. Se veía venir una nueva reyerta entre ese par. Justo cuando creía que las cosas estaban zanjadas entre ellos, Diego iba a buscar nuevamente pelea.

Sin saber cómo interceder, Luther y Allison se miraron consternados.

En pocos segundos, Cinco terminó el último bocado, tomó otro sorbo de agua. Después se pasó con delicadeza la servilleta por los labios y se incorporó para blandir la copa entre sus dedos. Sus labios apretados, reducidos a una fina línea de desprecio.

Quid pro quo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora