LIII

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La encargada tenía razón. Hiciera lo que hiciera, el apocalipsis se seguiría produciendo. Era una especie de patrón inalterable que él mismo había provocado.

Saberlo le produjo una fuerte desazón. Fue como recibir una puñalada por la espalda.

Y ahí estaba el reactor, titilando en rojo frente a él, mostrándole de qué manera sus hermanos se habían trasladado en la línea del tiempo, haciendo un salto similar a los suyos.

Cinco se talló el rostro con una mano, desesperado tras seguir el registro de la transcripción en la computadora.

El maletín.

El maldito maletín que Cinco había llevado consigo.

El mismo que iba a reparar para prescindir de sus poderes.

¡Claro!

La solución a sus problemas era ese. De no estar bajo el bloqueo neural y de estímulos sensoriales que le producían los sedantes, se habría dado cuenta mucho antes.

Cambiar el pasado solo creaba una nueva línea temporal. La encargada estaba en lo cierto.

De haber hecho caso a su padre...

Paradojicamente Cinco se dio cuenta de que su intervención (Y en teoría, él mismo) era la causa y a su vez la consecuencia del apocalipsis.

No era Vanya, ni ninguno de los otros. Era él. Su maldita presencia en el plano lo había jodido todo.

Ahora tenía que encontrar un maletín cuanto antes y evitar que Klaus y Diego encontrarán a Vanya, antes de que fuera demasiado tarde.

-Hora de la siesta.

Cinco advirtió muy tarde la aguja hipodermica traspasando la piel de su brazo.

En pocos segundos empezó a sentirse mareado.

"No..."
**

-Un momento- tras casi una hora de caminata, Diego se devolvió un par de calles sobre sus pasos. Klaus lo siguió de cerca, sin dejar de aferrar el maletín contra su pecho-. Conozco este lugar de alguna parte.

Diego se movió alrededor del restaurante, oteando la infraestructura y los carteles.

Se llevó los dedos a las sienes y se forzó a recordar.

-Es...

-¿Si?- presionó Klaus, impaciente.

-Es la estúpida clínica psiquiátrica donde me internaron.

Klaus hizo un gesto de extrañeza al mirar el establecimiento de comida corrida.

-A mi no me lo parece.

-Ya no, tarado- exclamó Diego, dándole un zape, tras lo cual Klaus se quejó-. La construcción luce moderna. Debemos estar en el futuro. Pero no en nuestro año.

Pensativo, Diego desvió sus pasos hacia un puesto de periódicos para ver la fecha de la portada.

-Estamos en mil novecientos setenta.

-¿Y cómo vamos a encontrar a Cinco?- se alteró Klaus, mirando en torno suyo.

Diego bajó la mirada hacia la fotografía de la primera plana.

-No tengo idea- reconoció-. Pero sé en donde podemos buscar a Vanya.

Klaus se acercó a mirar el rostro sonriente de su hermana, quien sujetaba un violín de forma transversal.

-Quizá ella sepa algo.
**

La aurora se adivinaba apenas, difusa y aletargada entre la lluvia de cenizas que no paraba de caer.

Donde debería haber casas, edificios y construcciones, Cinco se encontró con ruinas. Estragos y devastación. Los últimos vestigios de la humanidad yacían convertidos en polvo.

Abatido, dio vueltas, tratando de identificar las calles, los edificios, los lugares que deberían ocupar ese espacio vacío y esas múltiples pilas de escombros y roca.

Era el fin del mundo.

El final de toda una era y civilización.

El sentimiento de derrota lo arropó como una segunda piel.

Hileras de cuerpos sin vida yacían atrapados bajo los escombros.

Cinco caminó tambaleante entre ellos, buscando, aferrándose a la esperanza.

Hasta que vio el cuerpo de Klaus sepultado bajo varias capas de ladrillo.

Solo entonces cedió, dejándose caer de rodillas para llorar amargamente por el pasado, el presente y el futuro. Por las personas y sus hermanos. Por Klaus.

Tomando una gran bocanada de aire, Cinco despertó del sueño al que forzosamente lo habían inducido.

Temblaba. Todo su cuerpo tiritaba sin control. Y notó rastros de humedad en sus ojos.

"Tengo que llegar antes de que sea tarde"

No sabía si aquello había una visión o un sueño, pero no se quedaría de brazos cruzados. A la primera oportunidad, se escurriría y robaría un maletín.

Solo esperaba poder llegar a tiempo.

Quid pro quo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora