El dia prometía ser portentoso. Las manos le habían temblado un poco al llenar su taza de café mientras recorría a prisa con la mirada la portada del periódico que anunciaba una fastuosa verbena en una mansión a orillas de la metrópoli. La efeméride en sí le tenía a Cinco sin cuidado, era no obstante, la mención eminente del cabecilla de aquella secta apodada "Hijos del destino" lo que le ponía el corazón en la garganta.
Era Klaus. Tenía que tratarse de Klaus. Las tomas resultaban un tanto opacas y tampoco hacía referencia directa a su nombre, pero la facción tenía relativamente pocos años de haber sido instaurada, versaba parte de su contenido sobre temas y enfoques vinculados con el fin de un apocalipsis y además, la filosofía que refería brevemente estaba tan ligada al estilo de vida de Klaus, que era inverosímil no relacionarlo con ello.
El inconveniente surgía en una confusa disyuntiva sobre cómo abordarlo.
¿De qué manera podría presentarse allí sin monopolizar demasiado la atención de las personas?
Después de tres años distantes, le desosegaba pensar en algún tipo de acercamiento. No sabría por dónde empezar a elucidar las multiples desventuras de las que se había circundado todo ese tiempo.
Tambien le llenaba de profunda desazón evocarse irrumpiendo allí y acaparando todas las miradas. Aquello podría ponerlo en la mira de la comisión nuevamente. Bastante insensato era ya colaborar con los artículos de Elliott aún si era bajo anonimato.
Su segundo óbice partía precisamente de Elliott. La fiesta de la secta se ofrecía el mismo día de la conferencia de su más reciente novela. Elliott quería que Cinco estuviera presente aunque fuera detrás del proscenio para asesorarlo sobre las posibles preguntas que le haría su público. Ya lo habían hecho antes y todo había salido bien, pero ¿Cómo comunicarle que esta vez no podría estar presente?
Era un tema de suma envergadura para Elliott. Y Cinco se sentía en deber de retribuir un poco de la ayuda ofrecida esos tres años. Debía establecer un horario que le permitiera acudir a ambos lugares el mismo día, sin valerse de la teletransportación.
Introspectivo, endulzó el café y aspiró el delicioso aroma del grano recién molido. Iba a necesitar mucha energía si pretendía presentarse en ambos lados. La mansión donde se encomiaría la fiesta del culto se ubicaba en uno de los barrios al sur de Dallas cerca de Oak Cliff, mientras que la conferencia de Elliot se llevaría a cabo en Highland Park. Había un estimativo de 14 horas si se trasladaba en autobús. De ninguna manera estaría a tiempo para la conferencia. Pero, ¿Qué tan arriesgado sería utilizar su poder?
Absorto en los axiomas, saboreó el primer sorbo de la bebida humeante. Sus dedos tamborileando sobre la barra desayunadora y su mirada cianitica recorriendo el espacio hasta el maniquí apostado sobre la silla a su lado.
—Se que es arriesgado, Dolores. No necesitas repetirmelo— manifestó con parquedad—. Tengo que ir. Aún si no te gusta la idea. Me tomará solo un día. Convenceré a Klaus de venir conmigo y juntos podremos idear una estrategia para reunir a los otros. Disponemos de 2 años para ello.
El silencio que acompañó su comentario se le antojó extremadamente incómodo.
—¿Qué quieres decir con qué tal vez no quiera verme?, es Klaus. Claro que se alegrará de verme.
Se había hundido repentinamente en el banquillo ante las dudas autoimpuestas.
—Se alegrará de verme— repitió menos convencido.
¿Acaso Klaus lo habría buscado con la misma desesperación que él?
¿Por qué hacía fiestas, fundaba una secta y ocupaba su tiempo de esa absurda manera cuando podría invertirlo en encontrarlo?
—Quizá se cansó de buscarme— resolvió, levantándose y dejando la taza casi intacta. Su mirada adoptó un aire ausente. De pronto ya no le apetecía nada.
***Klaus bajó las escaleras describiendo un desastroso zigzag entre los barandales. Llevaba puestas unas gafas de sol para evitar la molesta luminosidad del amanecer. Bastante tenía ya con el punzante dolor de cabeza. Había devuelto el estómago unas siete veces en toda la noche y tampoco pudo descansar del todo debido a los innumerables malestares que lo aquejaban.
Pero bien que mal pronto sería un grandioso día para los integrantes del culto. La fiesta estaba programada a las tres de la tarde en el jardín. Se había tomado incluso la libertad de hacer pública la algarabía con el afán de sumar adeptos a la causa.
¿Y por qué no?
Quería elevar el apellido de los Hargreeves todo lo que le fuera posible. Necesitaba alguna clase de reconocimiento y esto era lo primero que hacía por su cuenta. Haría méritos aparte para demostrarle a sus hermanos lo lejos que podía llegar si se lo proponía.
Todos ellos se habían hecho un lugar en la vida luego de independizarse. Estaba Luther con su viaje a la luna, algo inhóspito que había realizado por si mismo. Después Allison rodeada de toda esa fama y acaparando los flashes en la alfombra roja debido a sus maravillosas actuaciones. Diego con todo y lo papanatas que era, había estado mejor parado que él, no presentaba problemas económicos al menos, tenía un empleo mediocre pero estable, sin adicciones de por medio. Vanya poseía su talento con el violín y había escrito aquel libro tan detallado sobre sus vidas, plasmando en el papel todo lo que había callado durante su vida. Y Cinco...bueno, él era perfecto. Tan inteligente y apuesto, había descubierto el problema del apocalipsis antes que nadie y se embarcó en la resolución aún cuando el apoyo le había sido constantemente negado.
Incluso Ben en su anterior vida había resaltado muchísimo debido a su participación altruista en la resolución de crímenes. Había perecido como un héroe.
Pero ya les demostraría Klaus lo alto que podía llegar por su cuenta.
Somnoliento, se sostuvo del borde de la baranda y sonrió ante el alboroto que se percibía desde la entrada de la mansión hasta más allá del enorme jardín delantero.
La idea del culto había surgido de la nada misma. Un consejo que había dado a un individuo en rehabilitación y que después se fue con el cuento de que el todopoderoso Klaus lo había salvado de la ruina. Era increíble la cantidad de personas cuya necesidad de ser salvados los orillaba al punto de buscar ayuda y redención en cualquier extraño.
Ávido por instruirles, Klaus les había guiado a través de una filosofía hueca y poco sostenible por si sola. Les habló sobre la importancia de la espiritualidad y la libertad, y cuando menos lo advirtió, se halló rodeado de seguidores y ganancias económicas que superaban sus propias expectativas.
—Pon esa estatua junto al árbol— indicó a un par de sus fieles que, sonrientes y efectuando la pertinente reverencia de por medio, acataron presurosos el pedido—. La mesa con comida debe estar en el centro del toldo. Y no escatimemos con el champán— bordeó el caminillo de grava para las sesiones espiritistas de la noche y admiró la parafernalia sintiéndose dichoso a medias.
Sería la mejor fiesta hecha hasta entonces. Y quería asegurarse de que todo marchara a la perfección. Tal vez de ese modo, se sentiría un poco menos miserable.
Con una sonrisa a medias, tomó una de las botellas apiladas en una caja y la descorchó. La fiesta sería mañana pero siempre era mejor iniciar desde antes.
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Quid pro quo.
FanfictionUn intercambio de favores dice más que mil palabras. The Umbrella Academy. [KlausxCinco]