XLV

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-Klaus- llamó en voz alta por tercera ocasión, apoyado contra el marco de roble de la puerta-. Voy a entrar- anunció al no obtener respuesta.

Ansioso, Cinco concentró el flujo de energía en sus puños, presto para teletransportarse.

-No lo hagas- escuchó el débil murmullo de contestación, aquel tono de aflicción traspasando la voz antaño alegre de Klaus-. No quiero que entres, Cinco. Necesito estar a solas un rato, así que mejor vete.

-Pero quiero explicarte lo que sucedió con Diego- insistió frustrado, forcejeando con la cerradura-. ¿Al menos me escucharas?

El silencio se impuso.

-¿Klaus?

Desesperado, Cinco se apartó de la puerta. Maldijo y pateó la pared adyacente con fuerza. Al instante el crujido del golpe se elevó junto a una serie de injurias.

Simplemente estupendo. Se había torcido el tobillo.

Arrastrando el pie, se alejó hacia su dormitorio y cerró de un portazo. Si así lo quería, podía usar su poder para entrar a la habitación que solía compartir con Klaus y explicarle a detalle las circunstancias. Sin embargo, no era correcto. No podía pasar de las limitaciones de Klaus porque Klaus si había respetado sus enmiendas cuando le pidió tiempo. Puede que no del todo, pero se trataba de la confianza mutua.

Renqueando Cinco llegó hasta la cama. Se quitó el zapato y la media larga para ver la sombra de un hematoma en el costado del empeine. A juzgar por el dolor, bien podía tratarse de un esguince.

Bien. Lo que le faltaba.

-Maldito seas, Diego- masculló a la nada, con la mirada pérdida, recordando nitidamente la mirada acuosa y dolida que Klaus le dirigió tan pronto Cinco se vio libre de aquel beso forzado.

Entonces Cinco había intentado acercarse. Lo hizo cuando vio que Klaus soltaba deliberadamente la bandeja con el resto de utensilios de cocina. Y al tratar de rozarle la mano, Klaus se volvió a él, con la barbilla temblorosa y los labios tensos, solo para pedirle que no lo tocara, que lo dejara estar.

Después de aquello Klaus se había encerrado en su habitación y el infeliz de Diego se había largado en medio del alboroto que él mismo había desatado.

Lo sabía. Mierda que sabía que era pésima idea que Klaus llevara a Diego antes que al resto. Se veía venir que el segundón de Batman no se quedaría de brazos cruzados. Siempre buscaba joderle de alguna manera. Si Klaus no fuera tan ingenuo, lo habría dado por hecho y no estarían en ese embrollo.

Pero Cinco tampoco podía culparle del todo. En primera instancia Klaus lo había hecho con la plena convicción de que estaba ayudando. En segunda, Cinco había estado actuando como un imbécil egocéntrico al decidir quién y en qué orden debían estar presentes sus hermanos.

Desde que su relación con Klaus se había solidificado, la situación se hacía más complicada. También fue por causa suya que Ben se había ido.

-Estaríamos cuatro y solo harían falta tres- razonó, echando la cabeza hacia atrás, resintiendo el dolor punzante y caliente extendiéndose hasta el tobillo.

Dolía, pero no tanto como le laceraba el actual rechazo de Klaus. Y pensar que Cinco le había hecho lo mismo en días pasados debido a su estúpida depresión.

Al menos ahora comprendía un poco mejor el tema de los sentimientos. Jamás debió ser tan egoísta y darle la espalda de esa manera a Klaus, ni pedirle tiempo. Aquello había herido a Klaus, indudablemente. Y Klaus era lo mejor que Cinco tenía en la vida.

"Realmente lo amo"

Suspiró abatido y volvió su atención al pie, escaneando la herida de lo que supuso el ligamento tibionavicular con la yema de los dedos para calibrar el daño.

Quid pro quo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora