Iban camino a la mansión. Diego, que permanecía recostado en el asiento trasero para pasar inadvertido en caso de que algún gendarme detuviera el vehículo, pensó en lo ridículo que era todo. Peor aún, en lo absurdamente fácil que el idiota de Klaus había conseguido sacarlo de la clínica.
Ni diez minutos después de que terminara la hora de visita y, tras varios sobornos de por medio, uno de los guardias los había ayudado, valiéndose del carrito de la lavandería para que Diego pudiera salir por la puerta trasera y abordar el vehículo que aguardaba por Klaus.
En pocos minutos Diego ya saboreaba la libertad. El aire tibio y enrarecido de la ciudad, los rayos del sol deslumbrantes y cálidos que le habían sido negados por meses.
Y mientras Klaus mantenía una conversación con el sujeto extraño y hippie que conducía, Diego volvió a sentir enojo. Rabia, furia contenida hacia ese par de imbéciles que lo habían dejado a su suerte ahí dentro. Aunque no había por qué culpar del todo a Klaus. Además el idiota había ido por él.
Pero Cinco...
Ese pequeño cretino, cínico y arrogante.
Fue él quien lo trajo a esa línea temporal en primer lugar. No importaban los motivos, porque al final lo había dejado solo. Y cuando Cinco dio con su paradero y Diego se rehusó a seguirle siendo de utilidad como conejillo de indias, lo había abandonado.
Lo traicionó.
Le dio la espalda cuando más lo necesitaba.
Pues bien. Ya se iba a enterar el muy listillo.
Diego se encargaría de hacerle pasar el peor trago de su maldita existencia. Solo así...estarían a mano.
**Su enojo no menguó cuando el vehículo se detuvo. Tampoco lo hizo cuando Klaus bajó del reluciente coche para guiarlo al interior de una mansión que era el doble de imponente y majestuosa que la de la academia Umbrella.
Con amplios jardines verdes, una portalada inmensa, vitrales de ensueño y torreones relucientes, Diego experimentó una punzada de envidia al subir uno a uno los peldaños para introducirse en aquella residencia de cuento de hadas.
Y cuanto mayores lujos, reliquias y comodidades veía a su alrededor, mayor era el resentimiento acumulado que empezaba a burbujear como una mejunje de veneno a fuego lento.
-¿Klaus?
El apuesto granuja trajeado los interceptó justo en el comedor. Pese a su creciente enojo, Diego había optado por ignorar al recién llegado para ir de largo a la cocina a servirse cualquier cosa que atenuara su implacable apetito. Meses y meses privado de comida buena y sustanciosa lo ayudaron a degustar con mayores ansias cuanto encontró en la nevera y las alacenas.
Le hacía falta tomar un buen baño, afeitarse y cambiarse la molesta bata blanca de la clínica que lo hacía sentirse igual de hippie que los adoradores de Klaus, quienes no dejaban de hacer yoga en los jardines.
Ese par de idiotas habían vivido rodeados de tanto lujo mientras que él se volvía realmente loco dentro del sanatorio.
Pudieron sacarlo antes...
Irritado a niveles insospechados, Diego tomó un par de cuchillos para la carne y comenzó a hacer malabares sencillos en pos de pulir sus oxidadas habilidades.
Había que poner al cretino de Cinco en su lugar. Bajarlo de su nube de cinismo y grandilocuencia y hacerle morder el polvo de una buena vez para que entendiera que no era el maldito líder de la familia.
En menos de un minuto Cinco se teletransportó a la cocina para señalarlo con el índice, haciendo caso omiso a las palabras conciliadoras de Klaus para encarar a Diego.
-¿Qué haces aquí?- le increpó-. Te dije claramente que debías esperar a que reuniera a los otros.
Antes de que Diego pudiera soltar un poco del veneno acumulado a modo de insultos y amenazas, Klaus corrió y tomó a Cinco de los hombros para virarlo hacia él en un intento patético por explicarse.
-Solo quería ayudarte un poco. Pensé que si traía a Diego, sería más fácil que él nos ayudara a buscar a los demás.
-No, Klaus, tu no lo entiendes- rebatió Cinco, liberándose de su agarre para confrontarlo-. Esta es una idea estúpida. Debiste traer a Vanya o a Allison. Diego ya dijo que no sería de ayuda y no hará más que entorpecer la búsqueda del resto.
-Así es- asintió Diego, despacio-. Porque yo fui el maldito egoísta estúpido que nos trajo dispersos a una época diferente para que cada uno se las apañe como pueda mientras me doy el lujo de creerme superior.
-Diego, por favor- suplicó Klaus, yendo presuroso a su lado al advertir las intenciones asesinas de ambos. Quizá no fue tan buena idea después de todo.
Cediendo al impulso, Cinco exhaló, relajó los hombros en tanto un mohín de desagrado se cincelaba en su atractiva y juvenil faz.
-Voy a estar revisando algunas notas en mi habitación. Me da igual lo que hagan mientras no me interrumpan y no se metan en problemas.
-Cinco, te...- antes de que Klaus pudiera terminar de articular la frase, el susodicho se había desvanecido a través de un vórtice de energía.
No reconciliación. No felicitaciones. No nada.
Se suponía que Cinco estaría feliz por el avance y podrían volver a ser pareja. Sin embargo, se había equivocado.
-Ahí lo tienes, hermano- sonrió Diego con despotismo, vaciando un sobre de pasta dentro de una cacerola-. Tu te desgastas sirviendo al príncipe del narcisismo mientras este te trata como un don nadie. Momento, ¿Qué no es esta tu casa o acaso entendí mal?, vaya lío en el que estas.
Burlas, sonsacaciones, cizaña. Valiéndose de un poco de todo, Diego se sintió satisfecho al ver como el eterno rostro sonriente de Klaus se esfumaba en la sombra de la preocupación y la duda.
-Entonces, ¿Ya no follan?- lo chinchó, hurgando en un recipiente con verdura.
Lentamente Klaus se acercó a la mesa, se dejó caer sobra la silla y negó con la cabeza.
-Cinco no se encuentra bien desde la muerte de un tipo que solía cuidar de él- aclaró-. Sigue en etapa de negación y está molesto conmigo por haberle ocultado la muerte de Elliott cuando me enteré.
Mordiendo un trozo de zanahoria cruda, Diego fingió interés.
-Que mal rollo. Ahora entiendo mejor por qué me buscaste. Querías sumar puntos con Cinco para que te perdone, pero ya viste que de nada sirvió.
-Solo debo darle su tiempo- suspiró Klaus, no muy convencido-. Él mismo me lo dijo. Es solo que lo amo demasiado y me pone mal no poder estar para él ahora que me necesita. No porque no quiera, pero no me permite acercarme y es...es difícil- se sinceró cabizbajo.
Viendo una oportunidad única para devolver la afrenta, Diego se bebió medio cartón de leche, luego se limpió con el antebrazo.
-Yo podría ayudarte a recuperarlo- se ofreció-. Digo, en caso de que realmente lo quieras. He estado en tu situación más veces de las que te puedas imaginar y siempre salgo adelante en mis relaciones. Claro que ahora mismo he tenido dificultades, pero me sé el procedimiento de reconciliación de memoria.
Con una chispa de ilusión encendiendose en sus ojos esmeraldas, Klaus lo miró fijamente.
-¿Qué tengo que hacer?
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Quid pro quo.
FanfictionUn intercambio de favores dice más que mil palabras. The Umbrella Academy. [KlausxCinco]