La cocina era un caos. Entre filtros, tarros de café importado y cafeteras diestramente manejadas por el personal que consistía en seis de sus más hábiles fieles.
Asimismo, Klaus les veía maniobrar con las bandejas de plata y los cubiertos. Había ordenado seis desayunos distintos y ahora solo esperaba que estuviera todo a punto para poder subir y ver a Cinco.
Aquella salida al bar la noche anterior había sido un error. No debió irse solo porque se sentía repudiado. Sabía cómo era la personalidad de Cinco, sabía también que estaba herido y atravesando un duro momento. Cinco necesitaba su apoyo y compañía más que nunca, aún si se rehusaba a admitirlo.
-¿Cómo van los panqueques, Claire?- preguntó Klaus, yendo hacia una de las bandejas para probar una rodaja de nectarín fresco. La chica pelirroja ataviada en una toga blanca se presentó en el acto para mostrar el perfecto acomodo de sus fuentes. Sonriente, levantó la tapa para exhibir unos esponjosos panqueques cubiertos de mantequilla junto a tres recipientes con distintas mieles y mermeladas para untar.
-Bien hecho, Claire.
Satisfecho de lo delicioso que lucía el platillo, Klaus dio sendas palmadas en los hombros de la susodicha y siguió inspeccionando el resto de desayunos variados. Después se apresuró a subir las escaleras y les hizo una seña a sus fieles para que aguardaran afuera.
Golpeó la puerta tres, cuatro, cinco veces sin resultado. Como era de esperarse.
-¡Cinco, voy a entrar!- anunció segundos antes de girar el picaporte.
De nuevo las persianas habían sido bajadas y el cuarto se encontraba en penumbras.
Con un suspiro de desaliento, Klaus encendió la luz y se acercó hacia la cama.
La silueta de Cinco se adivinaba frágil bajo las sábanas. Klaus tomó asiento a su lado y procuró sonreír.
-Buenos días, gatito- saludó enérgico-. Imagino que estarás hambriento y...
Nada más oír su voz bastó para que Cinco se removiera. Klaus guardó silencio en tanto lo veía espabilar, volverse en su dirección y arrodillarse sobre la cama para avanzar a gatas hacia él. Sabía lo que venía a continuación y, aunque le encantaba, no debía dejar que sucediera otra vez. Si le permitía a Cinco usarlo sexualmente, volverían al mismo ciclo tóxico donde volvía a ser ignorado hasta el día siguiente.
Decidido, Klaus abandonó la cama.
Los preciosos ojos mar se explayaron, ateridos e incrédulos por el reciente rechazo. Klaus lo notó y se apresuró a dar dos sonoras palmadas.
Al instante los seis fieles se presentaron en línea recta frente al colchón para mostrar sus respectivas creaciones. Desde huevos escalfados con tostadas francesas, hasta fruta con yogurth y sándwiches de pavo. Todas las bandejas portaban una cafetera diferente.
Y aunque no había cocinado nada por si mismo, Klaus se sintió exultante por la gran variedad de platillos. Había pasado el resto de la madrugada en uno de los cuartos de huéspedes, después se había despertado muy temprano para deshacerse de la molesta resaca y ponerse manos a la obra con la organización de los desayunos.
-¿Qué prefieres, gatito?
Con los labios fruncidos en un mohín de disgusto, Cinco retrocedió sobre el mullido colchón y volvió a arroparse con las sabanas de lino.
-Déjame solo, Klaus.
La sonrisa de Klaus se desvaneció de golpe. Eran las primeras palabras que le dedicaba por fin su amado y no eran de agradecimiento precisamente.
-Tienes que comer algo- insistió, repasando una vez más las bandejas para decidirse por una. Ya en sus manos, instó a los fieles a retirarse para poder estar a solas con Cinco.
Con cuidado, fue a dejar la bandeja sobre el buró y contempló arrodillado el bello semblante del jovencito.
-Hace días que no sales para nada- se arrepintió de decirlo tan pronto recordó que la última salida había sido a la casa de Elliott-. Me refiero a que debes asolearte un poco. Te hace daño estar aquí todo el tiempo. Al menos salgamos al jardín, hace un día espléndido. Podemos tumbarnos junto a los rosedales y broncearnos. O podemos caminar, o incluso tomar el desayuno en el césped, como si fuera un picnic.
Irritado por el incesante parloteo, Cinco abrió los ojos, a tiempo para ver a Klaus incorporarse y abrazarlo.
-Solo déjame tranquilo.
-No- debatió Klaus besando los revueltos cabellos oscuros, luego la sien y por último su frente-. No te voy a dejar solo ni un momento. Quiero estar con mi novio. Te necesito y te echo de menos.
Los ojos de Cinco se tornaron sombríos.
-No me siento bien- murmuró a la defensiva-. Tal vez deberíamos darnos un tiempo, Klaus. No me gusta forzar las cosas entre nosotros.
Petrificado por el comentario, Klaus retrocedió de a poco.
-No. ¡Maldita sea, no!- maldijo ceñudo-. ¿Esta es tu gran estrategia?, ¿Alejarme de ti cuando algo no sale bien o tenemos problemas?...viajé a esta época por ti, dejé las drogas por ti. Renuncié a Ben por ti. He sobrevivido hasta ahora porque te tengo a ti, Cinco.
-Entonces anda y busca a Ben. Seguro estará encantado de regresar contigo- farfulló Cinco, deseoso de devolver el daño.
Resuelto a no llorar, Klaus tragó saliva. Veía los mismos bellos ojos azules como la inmensidad del cielo que tanto adoraba, pero que sentía más inalcanzables que nunca.
-¿Cuánto tiempo necesitas?- inquirió lo más sereno que le fue posible. Indudablemente le lastimaba que Cinco le pidiera terminar su relación, pero no pensaba obligarlo a estar con él si no quería. Lo amaba demasiado para hacerle algo así.
-Hasta que deje de doler- respondió Cinco, inexpresivo.
**Tal como estaban las cosas Klaus solo veía dos alternativas posibles para salvar su relación. O le demostraba a Cinco lo mucho que lo quería, o se resignaba a una espera que bien podía prolongarse por meses, en el mejor de los casos.
Había dejado a un par de fieles al cuidado de Cinco antes de salir de la mansión esa mañana.
Ellos se encargarían de llevarle el desayuno y hacer revisiones esporádicas para ver que Cinco se encontrara bien.
La noche pasada Klaus lo había visto garabateando de vuelta en su pizarra y lo había tomado como un hecho positivo. Parecía que Cinco intentaba distraerse y aplacar su dolor al dispersar sus ideas. Ahora que no podía utilizarlo para agotarse y dormir todo el tiempo, debía encontrar otra manera para encarar lo sucedido.
La enorme reja de la clínica mental se abrió para cederle el paso y aunque tenía sus dudas, Klaus se aproximó hacia la ventanilla más cercana para pedir informes.
-Quiero saber- suspiró, rascándose la nuca y mirando en todas direcciones-. ¿En qué sector se encuentra Diego Hargreeves?
Si Cinco seguía urdiendo planes significaba que aún buscaba reunir a sus hermanos.
Y esta vez Klaus no sería el débil inútil que lo veía hacer.
No, esta vez, iba a colaborar. Y así Cinco vería que su amor no se trataba de mera palabrería.
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Quid pro quo.
FanfictionUn intercambio de favores dice más que mil palabras. The Umbrella Academy. [KlausxCinco]