Con pesadez Klaus abrió los ojos. No alcanzó a levantar el torso del suelo en su totalidad cuando un espantoso mareo lo devolvió de espaldas a la alfombra. Tenía resaca, náuseas. Necesitaba sus papelillos de LSD. Algo de hierba quizá para el terrible martilleo craneal matutino.
Tuvo que esperar largos y angustiosos minutos a que el mareo pasara para levantarse. En la planta baja ya se escuchaba el constante movimiento de los cubiertos y el repiqueteo del ir y venir de los tacones de aguja sobre la marqueteria. Su madre no tardaría en avisarles sobre el desayuno y él no podía presentarse con esa finta y medio drogado.
Lo primero que hizo Klaus al reponerse de las náuseas fue tomar una ducha para deshacerse de cualquier posible aroma que lo delatara. Daba igual si todos en la mansión sabían sobre su problema, tampoco quería mostrar una facha que exhibiera su tendencia al consumo de sustancias como si llevara luces de neón adheridas al cuerpo.
Se estaba abrochando los botones de la camisa de manga larga oscura cuando recordó el extraño pero reconfortante sueño donde Cinco había entrado a su habitación a decirle algo...¿Qué era? ¿Ayuda?
Si, claro que le habría prestado ayuda de cualquier tipo. Si tan solo el sueño se hubiera prolongado otro poco.
Una sonrisa boba se le pintó en los labios hasta que el delirio febril se desvaneció y sintió la imperiosa necesidad de introducirse algo en el cuerpo para calmarse. La ansiedad iba creciendo como una ola al retroceder sobre las aguas para tomar impulso y volcarse sobre la arena.
Tan desesperado se sintió Klaus que ni siquiera prestó atención a la silenciosa silueta de Ben perfilada junto al buró de la cama.
Rápidamente fue abriendo cajón por cajón y vaciando el contenido de cada uno en el suelo. La confusión le palpitaba dolorosamente contra las sienes a medida que rebuscaba entre las prendas del armario, todavía sin comprender la ausencia de sus infaltables botiquines. Nada de anfetaminas o hierba. Cero opiaceos a la vista. Su caja con las jeringuillas, ligas y demás potingues desaparecida.
Un ladrón. Sin duda alguien había entrado a llevarse todo lo de valor...¡ y lo habían despojado a él de lo más importante que tenía!
—¿Es en serio, Klaus?
El aludido se golpeó la cabeza con la barra superior del armario al salir apresuradamente para encontrarse con Cinco de pie recargado en la puerta, cruzado de brazos y exhibiendo una mirada fría y decidida. No lo había escuchado entrar porque se había teletransportado dentro.
—Cinco, no vas a creer lo que ocurrió. Un ladrón se llevó...— el mohín acusador de Cinco no lo dejó seguirse explicando. De pronto la neblina mental se alejó como arrastrada por una fuerte corriente y su mente despejada pudo atar cabos tardíos—. ¡Te has llevado mi anestesia emocional!— lo señaló meditabundo y parpadeando, asimilando recién los eventos del día anterior. Los mágicos destellos se habían ido y ahora solo quedaban las infinitas ansias por calmar su hondo malestar.
—Ahora que estas en tus cinco sentidos podemos hablar como personas civilizadas— en apenas un parpadeó Cinco abrió un vórtice y se teletransportó a la cama para tomar asiento—. Esto va así. Voy a ayudarte a superar tu adicción y tu me prestas tu compañía para hacer unos cuantos viajes de prueba a ciertas fechas del pasado.
Con los labios entreabiertos y los ojos almendrados situados en la elegante postura del chico, Klaus atinó a asentir. No porque realmente estuviera de acuerdo con aquel unilateral discurso que lo envolvía de alguna manera, simplemente se trataba del eficaz método persuasivo de su hermano adoptivo para hacerle participe de sus peligrosas ideas.
A oídos de Klaus todo el embrollo desembocaba en que pasaría más tiempo al lado de Cinco. ¡Por fin lo tomaba en serio!
Que maravilla sería pasar tiempo a solas con él. Quizá finalmente podría decirle lo que había callado por tantos años.
***Pragmatico y estoico, Cinco Hargreeves se llevó la taza de café a los labios, entreteniendose en inhalar el delicioso aroma del grano récien tostado que se elevaba en una gruesa espiral de humo. Café de calidad. Bien cargado, caliente y dulce. Saboreó un largo trago, degustando la equilibrada mezcla de lo amargo y dulce.
Luther fue de los primeros en llegar al comedor. Le dio los buenos días y tomó asiento frente a él.
–¿Has terminado de autocompadecerte?– se interesó Cinco, con las manos rodeando su taza y elevando apenas sus ojos por encima de la cerámica.
Luther se sonrió con remarcada pena y se rascó la nuca.
–Desperdicié cuatro años de mi vida creyendo que era de vital importancia, pero nunca fue asi.
Cinco intuyó que el grandulón se abstraería de nuevo en nimias y pasadas reflexiones, sin embargo Luther lo sorprendió.
–Puedo ayudarte ahora con aquel experimento que me decías– se ofreció, frotandose los dedos libres de la tela de sus guantes. Su expresión apaciguada, casi arrepentida.
–Te lo agradezco, Luther– dio otro sorbo al líquido que amenazaba con enfriarse pronto–. Más ya no me hace falta tu colaboración para el periplo que pretendo realizar. Klaus se ha ofrecido voluntario para acompañarme. Una vez obtenga los resultados necesarios se los haré saber a todos. Quizá esta vez las cosas sean diferentes al cataclismo que nos aguarda.
Un último sorbo y Cinco se deslizó en una profunda elucubración momentos antes de retirarse.
***
Por novena ocasión Klaus se restregó el rostro con desmedidas ansias. Más tardaba en recostarse en el colchón que en volverse a levantar para caminar alrededor del cuarto cerrado con llave, cortesía de su pretencioso y sapiente hermano. Que si. Que ya entendía que las primeras veinticuatro horas eran escenciales para su desintoxicación, pero tampoco iba a soportar estar tanto tiempo privado de su libertad y sus amados ansioliticos.
Lo estaba intentando. De verdad que lo hacía, pero necesitaba un poco de su dosis diaria de adrenalina para contrarrestar esas terribles visiones espectrales que no tardarían en aparecer.
–Podría irme por la ventana– aventuró, echando un vistazo a la imponente altura desde su ubicación hasta el patio.
"Pensé que era lo que querías. Reformarte para poder ser de ayuda y no un desastre andante"
La voz de Ben capturó su atención. Todo intento de fuga concebido en sus inquietos pensamientos perdió fuerza. Se volvió hacia la traslucida silueta junto al armario y resopló falto de ánimo.
–Vaya, vaya. Al fin te dignas a dirigirme la palabra– sonrió cual gato al acecho y volvió a mirar por la ventana, hacia el cielo limpio de nubes, cincelado de un suave tono turquesa como los analiticos ojos de Cinco.
¿No sería genial ir a una discoteca a disfrutar un poco?
Si en realidad no podían hacer nada para detener el apocalipsis, al menos había que gozar hasta el último minuto de vida. Si Cinco no fuera un aguafiestas, amargado, se enteraría de lo que se estaba perdiendo.
–Necesito una pastilla. Solo una– golpeó su frente contra el vitral y al girarse fue Cinco y no Ben quien lo recibió con un rostro circunspecto.
–¿Cómo lo llevas?– quiso saber Cinco, sentado a la orilla del colchón, con su pierna izquierda cruzada sobre la derecha en una postura relajada–. Te traje el desayuno– indicó haciendo un gesto hacia el buró.
Klaus suspiró completamente desganado.
–Genial. Servicio a cuarto– se atrevió a bromear, acercandose a la cama para ver de cerca los bollos calientes con mermelada, un tazón de fruta fresca y una taza de café a la mitad–. No me apetece nada– afirmó al tomar una jugosa rodaja de manzana que enseguida dejó caer dentro de la fuente–. ¿Puedo ir por unas donas a la cafetería?– sonrió, sintiendose astuto. De pronto podría fugarse hasta el basurero de ricos y sacar objetos de valor para empeñar y comprar una bolsita de polvo que aliviara o adormeciera esas horribles ansias carroñeras.
–Bien– accedió Cinco con media sonrisa caústica–. Iré contigo.
La sonrisa de Klaus fue barrida de golpe. Tanto y más al oír la risa indiscreta de Ben.
Malditos.
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Quid pro quo.
أدب الهواةUn intercambio de favores dice más que mil palabras. The Umbrella Academy. [KlausxCinco]