Cinco apenas si podía contener las profundas exhalaciones ante los insistentes besos de Klaus. Estar encerrados y a oscuras en el armario no facilitaba mucho las cosas, pero al menos así no corrían el riesgo de que alguien (Grace o Pogo) entrara y los pillara en una situación tan comprometedora.
Se estaba esforzando. El sexo con Klaus era bueno, pero no tenían un lazo más allá del contacto íntimo corporal. Klaus pensaba que él no lo sabía, pero Cinco estaba muy al tanto de lo que tenía con Ben.
Se había rebajado tanto para nada. Volvía a convertirse en el hermanastro malo, ladrón de la felicidad ajena. La manzana de la discordia. Se había vuelto, nuevamente, la competencia de Ben. Y Ben moriría dentro de poco, si sus cálculos matemáticos no fallaban.
Robo en el banco. Tiroteo fuera de lugar. Hemorragia interna.
El mayor temor de Cinco (Y uno muy egoísta, dicho sea de paso), era que la línea actual se alterara. Su mera presencia allí ya estaba haciendo estragos en esa realidad alterna. Por ejemplo, la relación de Ben y Klaus.
Quería convencerse de que podía soportar solo otro poco. Seguir siendo el desfogue de Klaus hasta que los hechos siguieran su curso. Entonces lo tendría solo para él. Pero igualmente tendrían que empezar de cero.
Se estaban besando ansiosamente en los labios cuando un fogonazo encandiló a Cinco. Acto seguido, se cubrió los ojos y la habitación volvió a estar en penumbras.
-¿Klaus?
Se incorporó sobre los codos. Su visión aún desenfocada y distorsionada. Veía una silueta mayor a la del adolescente con el que solía compartir el armario pasada la medianoche.
-Mi gatito.
Entonces el poderoso abrazo lo tumbó de espaldas. Aquella voz adulta y varonil solo podía pertenecer al Klaus que Cinco conocía de toda la vida.
Sintió un nudo cerrarle la garganta. Quiso asegurarse de no estar soñando, alucinando o cualquier otra cosa. Así que abrió la puerta del ropero y al salir pudo verlo mejor. Era Klaus. Su Klaus. Con el que había compartido tantas cosas y del que estaba genuinamente enamorado.
-¿Cómo?- empezó a decir, yendo hacia él y parándose de puntillas para acariciarle la barbilla. Aquella suave, perfilada y bien definida barba de candado que lo hacía lucir tan atrayente.
Aunque Klaus parecía agotado, se devolvió al armario para mostrarle el maletín que había cargado consigo.
Cinco no salía de su asombro ni siquiera al ver el artefacto.
-¿Cómo lo reparaste?, ¿Cómo aprendiste a usarlo?
-¿Podemos hablarlo después?- pidió Klaus, silenciandolo con un apasionado beso al que Cinco no se negaría ni en un millón de años. Entendió, al buscar de reojo el lugar vacío en el armario, que había acontecido lo mismo que ocurrió tras su viaje al pasado. Klaus había, inconscientemente, intercambiado lugares con su yo adolescente.
Inquietantemente excitado y presa de una agitación enorme de saberlo de regreso, Cinco lo dejó hacer a su antojo. Lo arrastró hasta la cama, donde se dejó caer de espaldas y llevó la cabeza hacia atrás para permitirle a Klaus marcarlo como más le apeteciera. Esta era el verdadero Klaus, el que amaba y con el que tenía un lazo tan fuerte que iba más allá de cualquier línea temporal o dimensión. Con este Klaus si tenía recuerdos, vivencias. A él lo quería.
Una vez libre de sus pantaloncillos, se aseguró de enredar bien sus piernas en las caderas del mayor para permitirle penetrarlo después de que Klaus lo embadurnara un poco con el líquido preseminal de su glande. Era evidente que Klaus también estaba deseando poseerlo. Y se lo hizo saber al entrar en él de golpe y sin miramientos. Cinco se encorvó un poco, más por extasis que por dolor. Ya estaba habituado a sostener relaciones, pero el Klaus adulto era un verdadero as del sexo. No un simple prepuber, sino un adulto experimentado que sabía dónde y cómo darle placer.
Se unieron en un glorioso vaivén, un frotamiento corpóreo y un exquisito roce de lenguas que prevaleció hasta que, sin poder contenerse más tiempo, Cinco eyaculó entre ambos. Klaus le sucedió al poco tiempo. No salió de él de inmediato, sino que lo atrajo hacia sí y lo abrazó fuertemente contra su pecho.
-Creí que esta vez te había perdido y no volvería a encontrarte- admitió Klaus agitado.
Cinco cerró los párpados, permitiendo que Klaus le acariciara su oscuro y revuelto cabello de cuando en cuando.
-Me alegra que me encontraras, Klaus- esbozó media sonrisa tenue-. Te subestime. Ya me dirás mañana cómo fue que lo conseguiste.
Y tras murmurar lo último, se quedó profundamente dormido.
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Quid pro quo.
FanfictionUn intercambio de favores dice más que mil palabras. The Umbrella Academy. [KlausxCinco]