Intentó hacerse el desentendido luego de que Reginald pasara lista después del desayuno. Como era de esperar, el resto de sus hermanos parecían ansiosos, inquietos y desconcertados por la repentina desaparición de Klaus. Nadie lo había visto en la merienda y, llegada la hora del entrenamiento, su ausencia fue mucho más latente, al grado de que el grupo entero intercambiaba murmullos bajos y miradas confusas.
Reginald se ajustó el monóculo tras pasar al lado de Cinco, quien, recto como una vara, aguardó a que el anciano se alejara para bajar un poco la guardia.
-¿Alguien ha visto a número cuatro?- resonó al fin la voz del millonario-. ¿Ben?
Pero solo obtuvo una angustiante negativa de por medio.
Ben estaba tan o más preocupado que todos. Miraba de cuando en cuando en dirección a las escaleras, esperando un descenso que, como bien sabía Cinco, no iba a llegar.
-Pogo, registra la mansión en su totalidad. Busca en el sótano si es preciso y hazme saber en cuanto sepas dónde esta.
Sumiso, el chimpancé agachó la cabeza de manera que su barbilla tocó su pecho.
-Si, señor.
La orden se llevó a cabo con rigurosidad. No hubo rincón alguno que no fuera revisado. Desde las habitaciones, la sala de entrenamientos, comedor, vestíbulo, corredores y jardines. Pogo buscaba y rebuscaba centímetro a centímetro con ayuda de Grace.
Pasó el mediodía sin mayores novedades. Y luego cayó el anochecer. Para entonces toda la familia había inspeccionado la mansión al menos unas tres veces.
El acaudalado e imperterrito Reginald Hargreeves estaba fuera de sí. Arguyendo como un loco que era imposible que número cuatro se hubiera desvanecido en el aire. Tampoco huiría de la nada, lo que dejaba solo la teoría de que alguien (Algún enemigo del pasado quizá) lo había secuestrado en algún momento de la noche. Reginald estaba decidido a dar parte a las autoridades y crear un escándalo a nivel nacional si hacía falta para recuperar a su hijo pérdido. No porque le echara en falta, sino porque lo necesitaba para que el grupo de super héroes estuviera completo.
La desaparición de Klaus también llevó al estricto hombre del monóculo a reforzar la seguridad de su vivienda. Hizo instalar una verja electrificada de casi seis metros de altura alrededor de la mansión, ordenó triplicar las cámaras de seguridad en el interior y se negaron futuros permisos de salida hasta que el miembro faltante de la familia apareciera.
Al ver como la situación se agravaba hora con hora, Cinco decidió arriesgarse y usar la teletransportación luego de ingresar a uno de los baños de la mansión.
No le tomó más de un segundo desplazarse por el túnel de gusano, con el plano físico y dimensional alargandose como un rizo a medida que aparecía en la parte suroeste del cementerio.
Klaus estaba dentro de uno de los mausoleos más desvencijados y ruinosos del lugar. Si había un sitio en el que no se le ocurriría a Reginald buscar a Klaus, era precisamente ese. Pues el anciano sabía de primera mano los horrores y el pánico que despertaba el camposanto en su hijastro.
Lo que Reginald ignoraba era que Klaus ya no era un adolescente ingenuo y temeroso, que había escapado de la muerte y, como tal, había superado uno de sus más grandes miedos.
-Klaus.
El susodicho se incorporó a medias y al reconocer tanto la voz como la silueta de su hermano perfilado por un fino haz de luna, no dudó en acercarse para devorarlo a besos.
Había esperado impaciente su llegada. Aquel era un plan complejo e incomprensible del que Klaus se había hecho partícipe. Uno donde debía resguardarse y hacer frente a sus temores mientras pensaban (O Cinco pensaba) en alguna mejor idea.
Que si. Que seguramente Reginald no reconocería a su propio hijo debido a los años transcurridos de su otro yo, pero era preferible no tentar a la suerte. Podrían hacerle preguntas y sonsacarle información a la fuerza y entonces Cinco también estaría inmiscuido en el asunto, lo que derivaría en la confesión de la peligrosa verdad, una a la cual no sabían como reaccionaría su padrastro.
Cinco se había asegurado de llevarle a Klaus todo lo que necesitara. Desde comida y linternas, hasta prendas de ropa robadas al mismo Reginald.
Klaus se sentía como atrapado en una prisión. Había luchado contra la claustrofobia, la oscuridad y los susurros. Se había enfrentado a la helada noche guareciendose del frío bajo la trampilla del piso que conducía hacia una escalinata de piedra, lámparas de queroseno asentadas en el inestable túnel y un derruido féretro de carcomido roble al que Klaus no quiso acercarse demasiado.
La situación lo estaba llevando al límite, pero hacía todo esto por Cinco. Para poder estar con él cuando la pesadilla al fin acabara.
A prisa, Klaus se soltó el cinturón de cuero, alcanzó a Cinco con un brazo por la cintura y lo levantó para empotrarlo a la pared.
Perplejo, Cinco le rodeó los hombros y se sostuvo como pudo, flexionando sus rodillas para rodear a Klaus a la altura de su cadera.
Klaus no se quitó la ropa. Sin poder contenerse más tiempo, lo acometió con fuerza, incrustandose sin preámbulos como un hierro ardiente en la estrecha cavidad que tan bien le reconocía. Luego empezó a moverse con ímpetu.
Cinco no opuso ninguna resistencia, pero Klaus notó al cabo que su hermanastro que no estaba disfrutando para nada el encuentro. Tenía la expresión medio ausente y, si lo dejaba hacer, era porque posiblemente quería que terminará cuanto antes para poder bajarse.
Se corrió dentro de él con un gemido ronco. Entonces sintió las piernas como gelatina y tuvo esencial cuidado de salir de Cinco para ayudarlo a pisar tierra.
-No te gustó- no era una pregunta. Klaus jadeaba a intervalos cada vez menores. Su rostro denotaba una gran preocupación, pero entonces Cinco pareció reaccionar a sus palabras. Empujó a Klaus del pecho. Lo hizo acostarse sobre la gélida loza y se acomodó sobre de él con una inhabitual y tierna premura que conmovió a Klaus hasta lo más profundo de su alma.
Cuando amaneció, los dos seguían desnudos y abrazados. Fue hasta que el primer rayo de sol entró por la rejilla superior del colorido vitral que Cinco despertó.
Se estremeció al darse cuenta de dónde se encontraba. Tuvo que vestirse a la carrera y desplazarse en un guiño a la mansión.
Lo extraño no fue oír el sonido de las sirenas ululando afuera de la academia. Ya había dado por sentado que Reginald habría advertido su desaparición enseguida y habría movilizado a media ciudad para hallarlo.
Fue, no obstante, la presencia del grupo entero apostado en la planta superior lo que alertó a Cinco. Vanya no estaba entre ellos, así que dedujo que quien se desgañitaba en sordos alaridos no era otra que Allison. Luther estaba de rodillas junto a ella, consolandola, prodigandole caricias en la espalda. Junto a ellos yacía Diego con el rostro descompuesto en una expresión que Cinco no fue capaz de descifrar.
Cuando Cinco logró abrirse paso entre sus hermanos, oteó la cruda escena de refilon antes de trastabillar con sus propios pies hasta el marco de la puerta.
Se trataba del cuarto de Klaus, pero era Ben quien yacía tirado junto a la cama, sobre un oscuro manto sanguinolento que se había espesado hacía varias horas. Grace le sostenía la cabeza sobre su regazo mientras se mecía hacia adelante y hacia atrás con suavidad.
A Cinco se le cortó la respiración al ver los inertes dedos de su hermanastro cerrados en torno a la cuchilla.
Ben se había suicidado.
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Quid pro quo.
FanfictionUn intercambio de favores dice más que mil palabras. The Umbrella Academy. [KlausxCinco]