XX

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Nada estaba resultando como debería. Era un hecho más que plausible para Cinco. El no haber podido contactar con Reginald era solo un axioma más. El epítome de sus disyuntivas. Había errado en los cálculos con anterioridad. Nada le garantizaba que no volvería a cometer un desacierto igual de calamitoso, además los agentes de la Temps Aeternalis le pisaban los talones. Y en cuanto al viaje...

Con semblante anacrónico, Cinco aspiró una bocanada de aire. Estaba sentado sobre el taburete de cedro, una de las tantas piezas de anticuario adquiridas y restauradas por Reginald para amueblar el bar de la mansión. Mantenía apoyados ambos codos sobre la lustrosa barra de vinilo. Conscienzudamente dio media vuelta en el banco al escuchar su nombre pronunciado en aquel tono meloso de sobra conocido por él. Sus inquietas y torturadas pupilas añiles fueron a dar hacia el vestíbulo de la antesala, donde la silueta en extremo exótica y varonil de Klaus se recortaba formidable, con su casaca de cuero negra y una larga falda oscura cuyo dobladillo le llegaba abajo de las rodillas. Llevaba el cabello revuelto y el delineador de sus ojos más remarcado que de costumbre, confiriendole un donaire distinguido de estrella de rock. 

—¿Sabe Allison que tomaste de nuevo su falda?— inquirió Cinco, sintiendo sus latidos acelerarse. Arqueó sutilmente la ceja, virando a medias el cuerpo para tomar la margarita de encima de la barra.

—En realidad me la regaló— sonrió Klaus y dio un par de giros hasta llegar al banco junto a Cinco—. Entonces, ¿Hoy es el gran día?

—Mejor pregunta otra cosa— pidió en actitud contemplativa, revolviendo el licor de su vaso con la pajilla—. Vi a Diego esta mañana. Fue el segundo en despertar, de hecho. Sigue molesto por lo de ayer. Tanto que ha dejado en claro que no hará el viaje con nosotros. Y eso es terrible, Klaus. Porque debemos ir todos juntos y tiene que ser hoy. Se supone que sea así— se acomodó frente a la barra y bebió un pronunciado sorbo de la bebida alcohólica, ansioso por disipar un poco el revoltijo masivo de ideas y problemas sin resolver.

Mediando una sonrisa cauta, Klaus asintió. Contempló fijamente a Cinco, deslizando los dedos por la barra hasta llegar a su mano, donde acarició los tensos nudillos con suavidad, deseoso por animarlo de cualquier forma posible.

—Hablaré con los demás para que nos ayuden a convencerlo. Diego es muy testarudo, pero entenderá.

—No lo sé, Klaus. Tengo un mal presentimiento con todo esto— en su expresión asomaba el ocaso de una indecisión difícil de aclarar—. Reginald me prohibió terminantemente viajar en el tiempo. El dijo...dijo que podían suceder abominaciones. Y tenía razón. No es lo mismo viajar en el espacio que hacerlo en el tiempo y el espacio simultáneamente. Yo lo desobedecí y quedé varado en la nada misma, quizá yo ocasioné el problema, ¿Y si provoqué un colapso en la continuidad del tiempo al violentar las leyes?

Klaus se volvió entonces para terminar la distancia que los separaba.

—No se te ocurra culparte a ti mismo del apocalipsis, Cinco— lo tomó de las mejillas, cerró los ojos y apoyó su frente contra la del susodicho en su afán por tranquilizarlo—. No quiero verte triste, jamás. Tampoco deseo que sufras, aún si lo haces por ayudarnos. Cuando estás triste veo cierta oscuridad rodearte, es un sentimiento oscuro que te consume y siento que te aleja de todos, incluso de mi. No quiero que cargues con esto tu solo. Si puedo darte consuelo de algún modo, si puedo ayudarte aun cuando no estoy al tanto del potencial de mi poder, entonces, esta bien para mi.

Las pupilas de Cinco se dilataron sorprendidas por la profundidad de las palabras de Klaus. Estaba al tanto de que aquella faceta despreocupada, libertina y vulgar era un mero mecanismo de defensa contra el pasado, y que, en el fondo, Klaus podía ser tan o más serio que el resto de sus hermanos. En ocasiones esa faceta salía a relucir y era más que nunca, cuando Cinco se sabía totalmente atraído por él.

Con un leve asentimiento, cerró los ojos y permitió a los labios de Klaus encajar en los suyos. Fue apenas una caricia. Cinco se separó lentamente del roce de los otros labios.

—Te quedan mejor las faldas que los pantalones— reconoció a mitad de una sonrisa que le fue devuelta en el acto, cargada de mayor efusividad.

—Algún día debes usar una— murmuró Klaus, encontrandolo extremadamente divertido.— Veras lo genial que se siente. Tan libre y fresco.

Las cejas de Cinco se alzaron ligeramente en sorpresa.

—Ya lo creo— satirizó, bebiendo de su margarita.

—Y dime, cariño, ¿Cómo fue tu primera vez en la cama?, porque fue en una cama, ¿Cierto?

El trago se le regresó a Cinco en un ataque de tos desencadenado por la repentina pregunta. Se limpió los labios con el antebrazo y endureció su cianitica mirada por semejante denuedo.

—¿En que te basas para creer que responderé algo tan descarado, Klaus?

Klaus se alzó de hombros y sonrió con picardía mal disimulada ante el marcado sonrojo de Cinco.

—Oh, vamos. Yo te puedo contar una anécdota si tu me cuentas qué tal te fue a ti.

—No.

—¿Media anécdota?

—Klaus.

—Al menos aclara si fue hombre o mujer— suplicó uniendo las manos y haciendo una leve y patética reverencia—. ¿Podría haber sido un trío o acaso participaste en una orgía?

—¡Klaus!
***

Estaban todos reunidos en la galería central. Unos nerviosos, otros tensos y desconfiados. Nadie sabía con exactitud lo que acontecería luego de efectuar el salto.

Semejante proeza requería de toda su vitalidad. Alentando al resto a tomarse de las manos, Cinco concentró su energía para formar un campo gravitacional que refulgió como un túnel bajo una intensa luz azulada.

El flujo rotativo de energía se rodeó rapidamente de brillantes fotones que se expandieron y describieron un eje de trayectoria helicoidal cuyo objetivo era el de absorber la materia que yacía debajo.

Antes de ser absorbido por el agujero de gusano, Cinco apretó con mayor fuerza la mano de Klaus, volvió la vista en su dirección y leyó claramente lo que sus labios proferían segundos antes de que fueran arrastrados por una fuerza centrífuga hacia otra dimensión.

"Te amo, Cinco Hargreeves"

Quid pro quo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora