LVIII

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Era el tercer día sin Reginald Hargreeves en la mansión. La mayoría estaban reunidos ya en el comedor. Solo había dos sitios vacíos, además del de Reginald.

El de Vanya, y el de Cinco.

Distraído, Klaus pestañeó cuando notó que Ben le pasaba una mano frente al rostro, agitandola para llamar su atención.

-¿Qué decías?- se volvió hacia él, desconcertado.

Ben soltó un hondo exhalido de agobio.

-Llevo más de quince minutos hablando y de nuevo estas en otra parte...¿Vas a decirme qué te ocurre?

Klaus negó con la cabeza. Tenía los utensilios bien aferrados y ahora se negaba a alzar la vista de su plato por temor a ser claramente leído.

Estaba preocupado. Eso era todo.

Desde que tuvo relaciones con número Cinco, este había pasado de buscarlo en todo momento para querer hablar, a sencillamente evadirlo todo lo posible.

No entendía qué había hecho mal, pero indudablemente que lo había herido.

Aun recordaba aquella mirada de profunda decepción y desconsuelo reluciendo en sus bellos ojos azules cuando estuvieron juntos. Era como si Cinco hubiera estado esperando algo más aparte del sexo.

Pero ¿El qué?

¿Por qué no solo se lo decía?

Era tan confuso.

Se sentía culpable de que Cinco hubiera cambiado sus horarios de comida y entrenamiento para no tener que verlo.

Quería...no, necesitaba, hablar con él.

-Creo que olvidé algo- empezó a excusarse, cruzando el tenedor con el cuchillo encima del plato intacto para subir a toda carrera las escaleras.

De hallarse Reginald presente, Klaus habría sido severamente amonestado por abandonar la mesa antes de tiempo, pero no era el caso. Y además, sentía más importante aclarar las cosas de una vez con su hermanastro. Cinco se estaba portando más extraño y misterioso de lo usual.

-Cinco.

La puerta del cuarto estaba abierta, pero Klaus se quedó con el pomo aferrado en la mano al repasar la habitación de orilla a orilla. Su hermano no estaba presente.

Estaba por irse cuando percibió un ruido sutil proveniente del armario.

Klaus se precipitó hacia allá. Abrió las puertas del ropero y encontró a Cinco sentado, abrazándose las rodillas contra su pecho.

-Vete- replicó Cinco con un mohín de enfado al saberse descubierto.

Klaus parpadeó profundamente intrigado.

¿Cuánto tiempo llevaría allí?

-Solo quiero hablar- dijo en tono conciliador, tomando asiento junto a la pila de ropa-. Siento que hice algo muy malo, pero no entiendo qué fue. No dejo de pensar en eso...

"Y en ti"

-...y quería disculparme si acaso yo...si, te lastimé o dije algo malo.

Más sosegado, Cinco se alisó la corbata para no tener que confrontar la mirada esmeralda y ensoñadora de Klaus.

-No es culpa tuya- se limitó a decir-. Esta todo bien. Solo me gusta estar solo.

-Es malo estar solo todo el tiempo. Lo mismo le he dicho a Vanya varias veces. Aunque ella habla con Pogo- Klaus se aventuró a tomar la mano de Cinco entre las suyas. Era raro, pero antes de que Cinco empezara a buscarlo, apenas si reparaba en su presencia. Solía tenerlo como un engreído e inalcanzable, pero ahora...ahora no podía aplacar sus deseos por verlo y tenerlo cerca.

Cinco entreabrió los labios al ver a Klaus aproximándose a su rostro.

Sabía lo que vendría a continuación, pero no quiso detenerlo.

Primero fue la mano cálida de Klaus sobre su mejilla, después sus tibios labios acariciando los suyos.

Entonces no quiso soltarlo. Tomó a Klaus de las mejillas y lo besó con todo el ardor que insuflaba su pecho.

Quería transmitirle en el tacto, lo que no podía con palabras.

"Te amo, Klaus. Date cuenta"

Quid pro quo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora