Asaltado por un potente mareo, Cinco se sostuvo a tiempo del respaldo de la silla donde yacía Dolores y siguió avanzando entre trastabilleos hasta la regadera. Una vez ahí, abrió la llave del agua fría y se introdujo bajo el chorro aún vestido. Lo primordial era bajarse la ebriedad. No podía, bajo ninguna coyuntura, mantenerse en ese lamentable estado. El mundo aún no acababa, pero una parte de él así lo sentía.
Se había terminado una botella entera de brandy en apenas dos días. Necesitaba salir del sopor etílico y ponerse en contacto con Elliott. Ni siquiera sabía qué excusa le daría por haber faltado a la conferencia. El reencuentro con Klaus le había afectado de una manera tanto fortuita como inexorable.
Ocasionalmente se imponía el masoquismo en su sistema y evocaba aquel cuadro de prosperidad y dicha predominante del que se sabía privado.
Klaus y Ben.
Juntos.
Besándose.
Sus manos formaron dos firmes puños. La cascada de agua helada se abría paso por su cabello negro y resbalaba por su temblorosa barbilla. La ropa se le adhería al cuerpo como una segunda piel.
Que caótico era tener el don de viajar en el tiempo y pese a ello, no poder anticipar lo que iba a ocurrir.
Pero era ineludible. Su misión era evitar el apocalipsis y salvar a su familia. Lo demás debería ser irrelevante a su criterio.
Con la cabeza baja, cerró los ojos y golpeó los azulejos con los nudillos, hasta que el hormigueo doloroso en la piel desembocó en potentes y agudas punzadas. Tenía que ver la tesitura desde un punto de vista objetivo e imparcial. Formarse un pensamiento ecuánime en base a ello. Había que despejar valores, y Klaus era un valor dentro de una ecuación compleja que envolvía sus sentimientos.
"Te amo, Cinco Hargreeves"
Imaginó las mismas palabras emitidas con aquella seria dicción, pero dirigidas a Ben.
Había extrañado tanto a Klaus que se había olvidado por completo del paso del tiempo. Como estaba estipulado en la ley de Lavoisier, las personas, al igual que la materia, transmutaban.
En una reacción química, los átomos no desaparecen, simplemente se ordenan de otra manera. Era lógico que en esa línea temporal los eventos se alterarían, que los sentimientos evolucionarían. Que Klaus cambiaría.
Pese a ello, eran noches amargas y oscuras para su corazón. Lo echaba de menos, lo había llevado consigo en sus pensamientos todo el tiempo a lo largo de esos tres años.
Por un ínfimo instante, al verlos juntos, Cinco los odió. Y se repudió a sí mismo por ello. Por albergar un sentimiento tan fuerte y nocivo hacia alguien de su propia familia.
Si no había odiado a su padrastro, que jamás fue capaz de delegarle una sola muestra de cariño, por qué habría de aborrecer a quien despertó en él emociones desconocidas y gratas.
¿Y Ben?
También era su hermano. Si ambos estaban bien, tendría que adecuarse a la situación. Pero ya no solicitaría la ayuda de ninguno. Era menester recuperarse de ese lapso depresivo que le había acometido desde que los vio. Después se pondría en marcha para buscar a Luther, Vanya, Diego y Allison.
Su deber, después de todo, era salvar al mundo.
No a si mismo.
Las gotas se hinchaban y caían por su rostro, dictando el ritmo de su hondo dolor, mientras él se contenía para no llorar. Estaba descomponiendose, por dentro lo sentía.
Sentía que... acababa de perder algo valioso.
***
El aire frío soplaba contra su rostro confuso. La oscuridad de la noche apenas disuelta bajo la cascada de luz de las farolas.
—Cinco— susurró Klaus su nombre al amparo de las sombras, frotándose los brazos con la insistencia de quien busca aplacar una frigidez más cruda que la que atañe a lo corporal. Ya había recorrido la avenida entera en busca de alguna señal, una mínima pista que lo condujera a su paradero.
¿Por qué?
¿Por qué no le había llamado?
¿Acaso se había arrepentido de buscarlo?
Al borde de la desesperación, se sentó en una de las jardineras y se masajeó con dos dedos las sienes mientras le imprecaba a su adolorida cabeza que le diera una solución. Solo una. Cualquiera para no sentirse tan miserable.
Llevaba dos noches en duermevela y a la espera de que su amor volviera.
Desde que el guardia se acercara a él en medio del convite para anunciarle que se había hecho cargo de un invitado no deseado, todo se había ido a pique. Y su tormento no hizo más que aumentar una vez le fue dada la descripción de aquel jovenzuelo impertinente que había osado colarse de alguna extraña e indecible manera. Lo mismo que hizo su retirada furtiva a los pocos minutos.
Cinco. Su hermoso Cinco había ido a buscarlo. Que caprichoso era el destino para haberle vedado su encuentro.
Tantas noches llorandole en solitario, llamándole hasta en sueños y abrazándole con el pensamiento aún si lo sabía lejos.
¿Y ahora?
¿Cómo encontrarle?, ¿Dónde buscarle?
Su adorado Cinco, aún ausente, era plenamente capaz de magnetizar sus sentimientos, de alborotarlo al grado de la exasperación suprema. Él más que nadie poseía el poder, no sólo de viajar en el tiempo, sino de manipular su propia felicidad. Sin Cinco, Klaus se sentía perdido, fuera de si.
Consternado, mantuvo la mirada atenta en la noche libre de estrellas, como si el mismo cielo pudiera darle la señal que tan anhelantemente esperaba.
¿Cómo encontrar a quien no desea ser hallado?
Si tan solo lo hubiera visto en la fiesta...
Tenía que estar cerca. Pero no existía ninguna garantía para asegurarlo. Cinco podía trasladarse a donde quisiera en el momento que deseara.
—Ven, amor mío— musitó tiritando, con los ojos cerrados y las manos entrelazadas bajo su mentón, deseando desde lo más profundo de su corazón, poder verlo de nuevo.
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Quid pro quo.
FanfictionUn intercambio de favores dice más que mil palabras. The Umbrella Academy. [KlausxCinco]