XII

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Pasados largos y cargantes minutos de tensión, fue incapaz de enfrentarse a los cuatro pares de ojos que lo atravesaron con súbita atención después de la absurda querella en la que Klaus había declarado abiertamente, y a oídos de todos, que estaba enamorado. Enamorado y ni más ni menos que de él.

A Cinco no le cabía la menor duda de que semejante utopía se debía a las múltiples permutaciones suscitadas en los albores de tiempo recorridos. Totalitariamente consecuente a las condiciones del sistema dinámico aparentemente aleatorio regido por cambios mínimos en cada época. La mínima variación que él efectuara en el universo de hace unos años, se veía afectado y por tanto, se modificaba, evolucionando así el flujo de sucesos generales a corto y largo plazo en el actual.

Pero ¿Qué había transmutado Cinco de ánaloga importancia para que Klaus se sintiera de dicho modo?

Muy a su pesar reconocía que encontraba grata su presencia, que el tiempo invertido en su persona le traía cierta satisfacción y agrado y aquellos besos...

Pero...

¿Enamorado?

Su hipodámica racionalidad se extinguía en ese punto, trocandose en un inefable vacío dentro de su mente.

Bueno. La línea del tiempo era maleable. Así que se trataba indudablemente de algún efecto secundario diametralmente opuesto al carril común de sucesos antaño regidos en la línea temporal. El resultado o roce contemporáneo de una paradoja surgida por su presencia en ese universo paralelo.

Si. Eso debía ser.

Cuando se vio imposibilitado para expresar sus propias concepciones con respecto al vergonzoso tópico abordado cómicamente por Diego, explotado por la curiosidad de Allison y esparcida la confusión entre Luther y Vanya, Cinco se retiró de la mansión por medio de la teletransportación, envuelto en un silencio fúnebre. Ni siquiera reparó en la expresión confusa de Klaus una vez que este recuperó el control de su cuerpo. Necesitaba espacio para procesar la onda confusa de emociones que revoloteaban en su sistema nervioso. 

—¿Cinco?— una vez liberado del encantamiento, Klaus buscó ansioso en derredor suyo. Iba a rodear la mesa cuando Allison se interpuso en su camino hacia las escaleras.

—¿Enamorado, de Cinco?— le interrogó ella, firmememente cruzada de brazos, a la espera de una respuesta más sólida.

Klaus tragó pesado. Sintió, por unos segundos, la saliva atascandose en su recorrido, justo bajo la nuez de adán.

Oh no.

¿Qué había dicho?

—Necesito hablar con Cinco— farfulló, preocupado de la posible reacción en el susodicho. Su ausencia no auguraba nada bueno de por si—. Ya hablaremos en otro momento.

—No entiendo por qué tanto misterio y escándalo entre ustedes— rió Diego, genuinamente encantado por las expresiones de hondo escepticismo y marcada incredulidad de sus hermanos—. Era tan obvio.

Luther sacudió la cabeza, todavía reticente a aceptar tan fácilmente los hechos previamente planteados.

—Yo aun no puedo creerlo. Es decir, hablamos de Cinco.

—Y Klaus— añadió Allison, arqueando una ceja en dirección al aludido, como si su mención hiciera más digerible y evidente la situación—. Pero igual me parece increíble y...raro— añadió con una ligera mueca.

Vanya suspiró pesadamente. Se había quedado mirando hacia el inexistente vórtice por el que se había teletransportado Cinco.

—Estamos haciendo un tornado en un vaso con agua— opinó, desviando su mirada hacia un frustrado Klaus que no dejaba de morderse el labio inferior. La tensión iba en aumento en el comedor.

Quid pro quo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora