XLVII

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Klaus había tenido el atrevimiento de llevarlo en brazos hasta el coche. A Cinco no le habría importado aquella osadía de no ser porque Klaus "siempre" se hacía notar. De una forma u otra, consciente o inconscientemente. Y ahí estaba el idiota, despidiéndose de los miembros de su secta encargados de las labores de jardinería, regalando amplias sonrisas y haciendo exagerados aspavientos con su mano libre para que todos los vieran.

-Imbécil- fue todo cuanto Cinco pudo increparle. Uno de los fieles se había adelantado para abrirles la portezuela del lado izquierdo. Una vez dentro de la cabina, Cinco suspiró aliviado de ya no ser el centro de atención de las miradas curiosas que le dirigían.

¿En verdad era tan opuesto a Klaus?

El exceso de atención lo sofocaba. Y en cambio Klaus lucía tan jubiloso y encantado de ser el eje de interés ajeno.

Con cuidado, Cinco se deslizó hacia la ventanilla derecha. Se sentía algo agotado y sentía el empeine adolorido. No pasaron tres segundos para que Klaus abordará el vehículo y lo tomara firmemente de la mano, repartiéndole delicadas caricias en los nudillos con el pulgar.

Tan pronto el vehículo arrancó, Cinco se desperezó. Fingió molestia ante el suave toque, pero lo cierto es que las caricias de Klaus lo relajaban. Simplemente le incomodaba que el sectario al volante les viera por el espejo retrovisor.

¿Es que Klaus no tenía un poco de pudor nunca?

Besarse en un vestidor, hacer el amor en un baño. Y ahora incitarlo en el auto...

Confundido al ver a Klaus inclinarse en su dirección, Cinco cerró los ojos y experimentó un cosquilleo vibratil en su oído ante el quedo susurro de Klaus.

-¿Sabes que si fuera legal me casaría contigo?

-¿Qué ridiculez dices?- lo miró azorado, pero su resolución cambió al notar el gesto dulcificado de Klaus. No estaba bromeando.

-Puedo vivir sin la riqueza, y sin las personas que me consideran un mesías- confesó Klaus a media voz, acercandose pausadamente a los labios de Cinco-. Puedo vivir sin la droga, y sin nuestra familia. Pero no soportaría un solo día alejado de ti. Te amo demasiado.

Su boca encontró los dulces labios y se ensambló en ellos para degustarlos mientras sujetaba a Cinco de la nuca para profundizar el contacto, para absorber su saliva y para desencadenar un jugueteo lingual que disparó un centenar de sensaciones en su bajo vientre.

Su Cinco.

Su bello, amado, Cinco.

Poco le importaba quemarse en el infierno con tal de tenerlo a su lado.

Apenas se separaron, Klaus hurgó en el bolsillo delantero de su gabardina oscura.

-La vez que cenamos juntos en el jardín, quería darte esto, pero...no pude- se cortó al recordar la llegada de Elliott esa noche. No quería evocarle malas memorias a su amado Cinco. Así que se limitó a colocar la cajita negra de terciopelo sobre su regazo-. Es más bien simbolico, pero...

Calló al ver la curiosidad de Cinco reluciendo en sus cristalinos ojos azules. Lo vio hurgar a prisa y extraer el anillo de oro blanco con el grabado de un nueve en el centro.

-¿El número nueve?- inquirió Cinco, confuso, levantando los ojos hacia la expresión sosegada de Klaus.

-Pensaba que ese número representa nuestra relación- aclaró, tomando el anillo de la mano de Cinco para ayudarlo a ponérselo en el tercer falange-. ¿Juntos?

En medio del fugaz pasmo, Cinco sonrió levemente. Miró el anillo en su dedo y se abrazó al cuello de Klaus. Sus narices rozandose y sus ojos encontrandose como si fuera la primera vez que se veían realmente el uno al otro.

-Si, Klaus. Juntos- musitó con los ojos cerrados hasta llegar a sus labios.
**

Haber nacido con poderes ocultos que nunca había llegado a comprender del todo ya era difícil y extraño.

Que un millonario arrogante y abusivo lo adoptara en el seno de una familia altamente disfuncional, con hermanastros que discutían por todo, un mayordomo simiesco y una madre androide, eso era extraño.

Pero de algún modo Klaus había terminado habituandose a ese estilo de vida.

Conocer a Cinco había sido el milagro de su existencia. Jamás se había censurado a sí mismo sus sentimientos hacia él, pero cuando por fin se confesó y Cinco le dio una oportunidad, todo lo extraño y bizarro que envolvía su vida se había ido.

Cuando bajaron del vehículo y Cinco se asió de su brazo para caminar hacia la fachada del hospital, Klaus se sintió revitalizado.

Pero todo el candor se esfumó de su cuerpo ante la visión espectral que no debería estar ahí.

Paralizado y presa del miedo, Klaus vio el cuerpo cadaverico y ensangrentado de Elliott emerger del edificio. Aquella tez, pálida en exceso, estaba cubierta de larvas.

Klaus tuvo que pellizcarse a si mismo en el muslo para salir del terrible trance al que su padrastro lo inducía noche tras noche cuando apenas era un niño.

-¿Klaus?

Desafortunadamente su adorado Cinco se había dado cuenta de su conducta, lo que provocó que Klaus se forzará aún más a recuperar el temple desenfadado y divertido, haciendo caso omiso al pánico que los entes de ultratumba solían causarle.

-No es nada, mi amor- lo tranquilizó, poniendose a su altura para acariciarle las mejillas con los pulgares.

Los labios de Cinco aun estaban un tanto rojizos e irritados por los múltiples besos y succiones en el auto, pero de no hallarse en plena vía pública y atrapado en una época tan absurdamente conservadora, Klaus se lo habría comido nuevamente a besos allí mismo.

-Vamos a que atiendan ese esguince- al incorporarse y alzar la mirada hacia la puerta del hospital, el fantasma de Elliott se había ido.

"Que raro".

Quid pro quo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora