XLVI

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Eran las seis y cuarto de la mañana cuando Klaus se decidió a salir del cuarto.

Estaba hecho un guiñapo. Y ni siquiera en eso era bueno. Había pasado del dolor al enojo y la decepción, ahora casi sentía que podía pasar página al asunto. Estaba siendo tan malditamente dramatico.

Cinco no había vuelto a buscarlo desde que le exigió espacio para pensar las cosas. Ahora que el disgusto estaba casi apagado, Klaus se sentía como un idiota.

Tendría que haberlo hablado con Cinco. Dejar que se explicara y después confrontar a Diego. En cambio había tomado la ruta equivocada y apartaba a su adorado Cinco.

"Seguro es solo un malentendido"

Razonó y, tras sonarse la nariz en un pañuelo de seda bordado con sus iniciales, fue directo a buscarlo a su dormitorio.

Nada. Estaba vacío.

Un hueco se le abrió en el estomágo al dar por sentado lo peor.

"Se ha ido"

Tuvo que pasar de largo como una exhalación por el pasillo. Abrumado, Klaus registró todas las habitaciones de huespedes y estaba a punto de salir a alertar a los fieles que meditaban con inciensos en el jardín cuando notó el fino halo de luz proveniente bajo la puerta del baño de la última alcoba.

-¿Cinco?- dudó, acercandose a la ranura. Necesitaba desesperadamente saberlo ahí y abrazarlo, o acabaría perdiendo los nervios otra vez.
***

El dolor en su tobillo había remitido un poco. No mucho, pero lo suficiente para permitirle a Cinco llegar al servicio del cuarto de huéspedes para darse un baño.

Estaba tan estresado con lo acaecido con Klaus que, no había podido concentrarse ese día para hacer ningún tipo de cálculos u operaciones. Hasta ese momento se daba cuenta de lo mucho que empezaba a depender emocionalmente de Klaus. Antes no lo había advertido por la muerte de Elliott y su creciente sensación de culpa, pero ahora que se detenía a analizar el axioma con cuidado, notaba un cambio radical en su persona.

Lentamente se desvistió para introducirse en la tina y abrir el grifo de agua caliente.

Pasó casi una hora para que la tina de platino se llenara a tres cuartos de su capacidad. El agua templada lo ayudó rápidamente a relajarse. Cinco cerró los ojos y se hundió una sola vez para humedecerse la cabeza. Parte del fleco oscuro se le adhirió al rostro y tuvo que apartarselo con las manos, después volvió a sumergirse para que el agua le llegara a los hombros.

En estado de aparente tranquilidad, con el agua meciéndose a la altura de su cuello, se permitió dormitar un poco. Y aunque no tenía constancia exacta del tiempo, calculó veinte minutos antes de oír el crujido de la madera y el gozne al deslizarse.

Confundido, Cinco abrió un ojo.

-¿Klaus?

Lo vio de pie a pocos pasos del lavabo. Tenía los párpados rojizos por el llanto.

Preocupado, Cinco hizo amago de levantarse pero el tirón en su articulación disparó un estallido de dolor que lo devolvió en el acto.

Respiró profundo y volvió a intentarlo pero para entonces Klaus ya se había acercado para sentarse en la orilla de la tina, justo en el espacio destinado para las toallas.

-Lamento haberte hablado así- fueron las primeras palabras del nigromante. Cinco pestañeó más y más confuso cuando Klaus le sostuvo la barbilla entre los dedos.

-Déjame explicarte lo que ocurrió- pidió.

Klaus le puso el índice en los labios para silenciarlo.

Quid pro quo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora