Diego había estado esperando aburrido por el regreso del par de tarados que tenía por hermanos. Odiaba no poder acercarse a Cinco porque ni Klaus ni él se separaban un solo momento. Eran como dos piezas de un mismo objeto asidas con pegamento.
Ni siquiera entendía cómo, ni en qué momento se había dado la relación de esos dos. Claro que sospechaba ya cuando habían vuelto a reunirse en el primer universo que ocupaban. Pero que Diego supiera, antes del reencuentro no había existido una relación tan cercana entre ellos.
Con Luther y Allison era punto y aparte.
Incluso había pensado que Klaus y Ben tenían más en común de lo que tenía el ex adicto con número Cinco.
Pero lo que verdaderamente lo fastidiaba era no haberse dado cuenta antes de sus propios sentimientos. No haberlo averiguado hasta hace poco le irritaba aun más que todo el estropicio que había dentro de la familia.
¿Él enamorado de Cinco?
Para empezar, Diego había estado (O creído estar) hasta hace poco, convencido de sus preferencias sexuales. Quería a Lila, por ejemplo, y a su antigua pareja detective Eudora. Fuera de ellas, Diego nunca se había detenido a pensar siquiera que le atrajeran los hombres.
Pero había algo en Cinco que le gustaba. Cuando lo besó, sintió una chispa de atracción que no había experimentado hasta entonces y que necesitaba corroborar con urgencia. Puede que solo para probarse qué tan bien se conocía a sí mismo.
Para cuando Klaus entró en la mansión, las velas del candelabro sobre la mesa se habían consumido casi en su totalidad.
Diego notó al instante que algo no andaba bien por dos sencillas razones. Una, que Cinco no estaba junto al cabeza hueca de Klaus. Y dos, que este último tenía los ojos hinchados, caminaba con los hombros caídos y como si llevara atados a los tobillos dos gruesos bloques de concreto.
-¿Qué pasó?- Diego corrió a la entrada para fijarse que no hubiera enemigos a la redonda, y para verificar en donde estaba Cinco. Al no verlo por ningún lado, una punzada de preocupación se encendió en su pecho.
-Yo...debí haber escuchado a Elliott- balbuceó Klaus antes de romper nuevamente en llanto y dejarse caer de rodillas junto a uno de los pilares del salón principal.
Diego exhaló angustiado. Se sentó al lado de Klaus y le puso una mano sobre el hombro.
-Vas a tener que explicarme bien todo o no podré ser de ayuda.
Y no que debiera importarle. Al contrario. Esa podría ser la oportunidad perfecta de vengarse de esos idiotas. Irse y dejarlos con sus problemas, porque era lo que se merecían por haberlo abandonado en aquel sanatorio mental.
Pero Cinco...
No podía dejarlo a su suerte. Fuera lo que fuera, Diego tenía que ayudar. Era su obligación como hermano.
Poco a poco Klaus se calmó lo suficiente para hablar con coherencia. Sus párpados eran como dos bayas de lo hinchados y enrojecidos que estaban.
Cuando terminó de hablar, volvió a sumirse en un estado de histerismo depresivo.
Diego no se sentía en condiciones de lidiar con crisis ajenas, y él mismo se sintió caer en una al enterarse de que habían secuestrado a Cinco.
-Es imposible hacer algo para traerlo- lo pensó largamente sin poder llegar a otra conclusión.
La barbilla de Klaus no dejaba de temblar en todo el rato. Se limpió el reguero de lágrimas y aunque no podía ver bien, alargó el brazo hacia donde supuso estaba Diego.
-Si que podemos- difirió, señalando hacia las escaleras-. Cinco tiene uno de esos maletines para viajar en el tiempo.
Diego se llevó las manos a las caderas mientras intentaba razonar en ello.
-Pero no sirve, ¿Cierto?...se supone que Cinco no podía usarlo.
-Tenemos que repararlo- dijo Klaus en un susurro apagado-. Tenemos que rescatar a Cinco antes de que le hagan daño- se abrazó las rodillas al pecho y volvió a sollozar al pensar en la posibilidad de que no volvería a ver a su amado nunca.
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Quid pro quo.
FanfictionUn intercambio de favores dice más que mil palabras. The Umbrella Academy. [KlausxCinco]