Capítulo 10

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En la zona del centro de Orario, donde se concentraban la mayoría de edificios que servían como sede de las Familias divinas, se alzaba un majestuoso edificio, cuyas paredes y muros simulaban la efigie de un imponente hombre con una máscara de elefante. Este edificio era la sede de la Familia Ganesha, la familia más numerosa de Orario y la principal encargada de la protección y la seguridad de Orario y de dirigir a la Guardia de la ciudad.

 Este edificio era la sede de la Familia Ganesha, la familia más numerosa de Orario y la principal encargada de la protección y la seguridad de Orario y de dirigir a la Guardia de la ciudad

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En el interior del peculiar edificio se celebraba una gran fiesta en una grande y lujosa sala, donde estaban reunidos muchos dioses de Orario. Normalmente los dioses celebraban sus fiestas en salones otorgados por el Gremio o cedidos por los nobles y familias ricas de la ciudad; raramente usaban sus sedes para esto, sobretodo porque muchas no eran lo bastante grandes para albergar a cientos de invitados. Pero Ganesha era un dios muy peculiar, de costumbres extrañas, y entre ellas estaba la peculiar costumbre de celebrar sus fiestas en la sede de su familia.

En el interior de la gran sede, en una gran sala de paredes doradas, numerosos dioses conversaban en grupos, rodeados de mesas con deliciosos platos y varios sirvientes que les servían bebidas de todo tipo. Junto a una de las mesas, una linda diosa de baja estatura de cabello negro atado en coletas y ojos azules, con un hermoso vestido negro, estaba comiendo formalmente un platillo de comida, degustando el sabor de tan fino alimento.

Desde que había llegado a la fiesta, muchos dioses se asombraron al verla vestida de forma tan lujosa; algunos ni siquiera la reconocieron en un principio. Enseguida, Hestia se vio rodeada por varios dioses, que le hicieron muchas preguntas y comentarios sobre su vestido y lo bien que le sentaba. La pequeña diosa, algo cohibida por la atención recibida, contestó educadamente las preguntas de sus compañeros divinos, aunque pronto se vio abrumada por la presencia a su alrededor de tantos dioses curiosos. Cansada de tanta atención, Hestia se excusó y se alejó de ellos, acercándose a las mesas de comida para comer algo. Durante todo el rato, la diosa estuvo degustando los deliciosos platillos, comiendo de forma formal y cuidadosa. Comía con educación a pesar del hambre que tenía, no por lo que los dioses dirían al verla comer; lo que opinaran los demás de ella le importaba un pimiento. El motivo era que no quería manchar el vestido que Bell le había hecho con tanto esfuerzo y cariño, sacrificando su propia ropa para vestir a su diosa adecuadamente para la fiesta.

Estuvo un rato con su atención enfocada en la comida cuando alguien se aproximó a ella a sus espaldas.

-Ara, si eres tú, Hestia-chan- Hestia se giró, observando a su lado a la hermosa diosa Freya, con su exuberante figura, su largo cabello plateado y ojos color amarista, que vestía un bello vestido y tacones color lavanda.

-Ara, si eres tú, Hestia-chan- Hestia se giró, observando a su lado a la hermosa diosa Freya, con su exuberante figura, su largo cabello plateado y ojos color amarista, que vestía un bello vestido y tacones color lavanda

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La Leyenda del PretorianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora