Capítulo 45

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En una aldea al oeste de Orario, cercana a la frontera occidental del Dominio, entre las tranquilas y bucólicas calles de esta, los aldeanos de esta pequeña población, llamada Rulid, realizaban sus quehaceres diarios, en su mayoría humanos, pero había también miembros de otras razas, sobre todo pallums y semibestias, las razas que más relación habían tenido siempre con los humanos.

El pueblo estaba rodeado por un pequeño muro, viejo pero recio y fuerte, de poco más de dos metros de altura, con una puerta que daba al interior del pueblo, vigilado este por un pequeño grupo de soldados con armadura de acero y armados con lanzas, espadas y escudos, miembros de la milicia que protegía este y otros asentamientos cercanos en estas tierras, al estar próximos a la frontera con países al oeste del Dominio.

Era ya pasado el mediodía, y los habitantes realizaban sus tareas y trabajos diarios: Los hombres iban y venían de los campos de cultivo que rodeaban el pueblo, principal modo de subsistencia de aquel lugar, mientras las mujeres iban a sacar agua ...

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Era ya pasado el mediodía, y los habitantes realizaban sus tareas y trabajos diarios: Los hombres iban y venían de los campos de cultivo que rodeaban el pueblo, principal modo de subsistencia de aquel lugar, mientras las mujeres iban a sacar agua del pozo o iban, entre otras tareas, a comprar al pequeño mercado que se levantaba en el centro del pueblo comida para preparar la cena, mientras los niños iban de aquí para allá, entre risas y juegos. Se respiraba mucha paz y tranquilidad en aquel pueblo, y destacaba sobre todo el aire fresco y limpio procedente de las hermosas montañas que rodeaban los campos y praderas donde se levantaba el pueblo, trayendo los aromos lejanos de las flores y la fresca y limpia hierba de las praderas.

Y sobre una colina, la sombra de un cedro gigantesco dominaba la visión del pueblo, eterno centinela de aquel lugar desde su fundación, hace ya siglos.

Era en medio de este pueblo, ojeando los distintos puestos del pequeño mercado, donde Meteria paseaba alegre por el lugar, de la mano de dos niñas pequeñas, de apenas seis años las dos

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Era en medio de este pueblo, ojeando los distintos puestos del pequeño mercado, donde Meteria paseaba alegre por el lugar, de la mano de dos niñas pequeñas, de apenas seis años las dos.

Una de ellas, que era llevada de la mano izquierda de Meteria, era una niña de largo cabello platinado, con ojos de color gris plateado y un lindo vestido blanco de una pieza.

Una de ellas, que era llevada de la mano izquierda de Meteria, era una niña de largo cabello platinado, con ojos de color gris plateado y un lindo vestido blanco de una pieza

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La Leyenda del PretorianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora