Capítulo 53

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A lo largo de los pétreos pasillos de piedra madre del Piso 16, un grupo de cinco aventureros, cuatro chicas y un varón, una de las llevada en brazos por el único miembro masculino, avanzaba lentamente por los pasillos del interior de ese lugar.

Bell, cargando con Primo, la cual había sido víctima de un exceso de uso de magia, caminaba lentamente, con la respiración entrecortada y con un profundo cansancio que embargaba todo su ser. Tras él, Lili, Cecilly y Gina caminaban en por estado, sin energías casi ni para levantar su cabeza, avanzando sin caer simplemente por propia fuerza de voluntad. Su extenuación era tal que Lili, por consejo de Bell, tiró todos los cristales que habían recolectado hasta ahora para no cargar demasiado peso, llevando en su mochila tan solo los suministros esenciales, básicamente pociones.

En un principio la pallum se negó, no por codicia, si no por qué le apenas que todo su esfuerzo en la cacería hubiera sido en vano, pero Bell insorio, sin mostrar importancia por el botín.

-Vuestras vidas son mucho más valiosas para mi que todo el botín o los valis del mundo- Afirmó Bell cuando propuso tirar todos los cristales -Ahora debemos preocuparnos tan solo por sobrevivir; ya habrá otros días para reunir dinero, Lili- Tras estas palabras, la soporte no tuvo forma de protestar ante Bell, y tiró hasta el último cristal recolectado en su mochila, secretamente aliviada al notar como el peso de su equipo se volvía nimio comparado al de antes.

Ya había pasado más de un día desde que cayeron a los Pisos Centrales, y estaban al borde del desfallecimiento. El ataque continuado de los monstruos a cada momento no les dejó un solo instante de descanso, por lo que no pudieron dormir ni un solo segundo, aunque el pánico por un ataque mientras cerraban los ojos no les hubiera permitido, al menos a las chicas, conciliar el sueño a pesar de que estaban a punto de caer rendidas.

El cansancio y el agotamiento estaba llegando ya a tal punto que no las pociones de estado reconstituían ya sus energías, e incluso cuando tomaban pociones de mente, su estado era tal que hasta su energía arcana se regeneraba más lentamente de lo normal, sin importar cuántas tomaran.

Aún así, no pararon, y sin siquiera saber de dónde sacaban fuerzas, seguían luchando contra cada monstruo nuevo que aparecía. Y aunque el elevado número de monstruos de antes había dejado de aparecer, cada enemigo nuevo era una tortura para los maltrechos aventureros.

Sobre todo Bell y Cecilly, al ser los principales atacantes a la hora de acabar con los monstruos. A Bell le costaba cada vez más mantener el agarre sobre sus armas a causa del dolor en sus extremidades, sin contar cuan duro era esquivar los ataques de los monstruos cargando con Primo, obligado en ocasiones a dejar a la pequeña elfa al cuidado de Gina para eliminar a los monstruos.

Y Cecilly, al usar su habilidad de relejp de ataque, Wii-o-Wisp, en numerosas ocasiones, sentía como sus brazos ardían, dolorosos debido al efecto del retroceso a la hora de interceptar los ataques de los monstruos y devolvérselos multiplicado por dos. En una ocasión, el ataque que contuvo y devolvió fue tan potente que el hombro de su brazo derecho se dislocó, y Bell se vio obligado a recolocárselo, conocimiento que el albino aprendió en el pasado, haciendo que Cecilly mordiera un pañuelo entre sus dientes para no morderse la lengua cuando Bell recolocó su articulación, ahogando la improvisada mordaza el grito de dolor de la pelirroja.

Y tampoco la pallum estaba mejor, pues largas horas y horas de estar apuntando y disparando su ballesta le habían pasado factura, con su vista cada vez más cansada y su hombro también dolorido por el retroceso de su chu ko nu apoyado en él a la hora de efectuar tantos lanzamientos automáticos.

Debido al agotamiento cada vez más pronunciado, el grupo trataba de sortear cada vez que podía a los monstruos, tratando de pasar por delante de ellos ocultos a su vista o acabando en silencio con ellos usando dagas o proyectiles cuando eran pocos, lográndolo en las ocasiones en las que podían ocultarse de su vista, aunque eso realebtozaba bastante su avance.

La Leyenda del PretorianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora