Capitulo 30

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Alice

Creo que es la quinta copa de vodka que me tomo en lo que va de día, son las... No sé qué hora es, no recuerdo tampoco cuando o como llegué aquí, lo que cuenta es que tengo alcohol y eso es todo lo que necesito por ahora.

Me llevo a los labios la copa y...

—Me recuerdas a mí hace un año —comenta un hombre a mi lado, lo ignoro—. Con la mirada perdida y queriendo dejar de existir, se lo que se siente.

Me termino el contenido de mi copa. Nadie sabe lo que se siente, nadie sabe nada ya sobre mi, porque deje de ser yo.

—Si tanto te recuerdo a ti, deberías saber que lo menos que me apetece en este momento es compañía.

—Esas también eran mis respuestas. Tal vez nos parecemos más de lo que pensé —Se burla—. Te invito otro trago.

Me giro para mirarlo y no me impresiono con lo que veo, es solo un rubio con el cabello lleno de fijador que le permite tenerlo peinado hacia a un lado y arriba, extraño peinado, en sus ojos verdes hay diversión, su piel es dorada, es mucho más alto y de cuerpo ancho que...

Otras personas que conocí en el pasado.

—¿Que te hace pensar que le voy a aceptar un trago a un extraño que ni se sabe peinar decentemente?

Se ríe, pongo los ojos en blanco.

No quiero compañía.

—Este extraño te ayudará a olvidar, cariño, así que deja de estar tan a la defensiva. Nos vamos a divertir en otro lugar mejor que este.

—Tan tentador para una estúpida que no sepa sobre los extraños y los peligros.

De nuevo se rie.

No se porque si quiera sigo hablando con él. Es insoportable.

—¿De verdad te importa eso o algo? No se cómo eras antes, lo que veo justo ahora es un cascarón roto y vacío.

Esta vez soy yo quien se rie. Es la verdad, es lo que soy, es en lo que me he convertido.

—Aww, hasta palabras poéticas —Me burlo—. Que fastidio.

Me pongo de pie dispuesta a irme, buscaré otro lugar donde ebriagarme tranquila sin tener que soportar la presencia de idiotas con el cabello lleno de fijador.

—Perdi a mis padres hace un año, no se a quien perdiste tu, pero se lo que se siente.

Se me hace un nudo en la garganta, hace no sé cuánto tiempo deje de llorar, las lágrimas ya no me salen, el alcohol es el combustible que me mantiene en pie.

—No necesito tu lastima —Lo miro cuando una idea llega a mi mente—. Pero, ya que me entiendes, acompáñame a un lugar.

Apoya el peso de su cuerpo en uno de sus codos, me saca más de diez centímetros, quizás sean unos veinte, es muy alto, no es italiano, habla inglés a la perfección, sus sonrisa es burlesca. Bien, porque ya no soy esa Alice que se dejaba intimidar.

—Nos vamos a divertir, cariño —repito sus palabras.

—La chiquita me salió mala, me gusta.

Pongo los ojos en blanco. Es insoportable.

—Como digas, ¿vienes o no?

—Claro, cariño, ¿como dejarte sola en semejante aventura? ¿Haremos cosas malas?

—Si te portas bien si, chiquito.

Se ríe a carcajadas y mis labios forman una pequeña sonrisa, esto es justo lo que necesitaba, alguien que no me tenga lastima ni me vea cómo a una niña que hay que cuidar, por eso me aleje de todos, porque ya no soy esa Alice, esa chica se quedo en la habitación 816, inconsciente en el piso después de vomitar mientras su madre era declarada muerta a eso unos metros de ella.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora