Capitulo 45

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Darren

Cómo obra de mi puta mala suerte, Devon y las hermanas Hamilton se sientan en la parte de atrás de la camioneta dejándome de copiloto con Isaac de conductor, sino hubiese notado la mirada nerviosa de Devon al fijrse en este detalle habría pensado que lo hicieron al propósito. No he hablado con nadie desde que Alice regreso a la casa, me converti en el enemigo numero uno de todos al llegar de la clínica con las noticias sobre mis hombros, como si la culpa que siento no es ya un castigo suficiente para mi. Intente ayer por todos los medios conseguir un jodido boleto para regresarme a Austin en un vuelo comercial, no quería depender de la caridad de Isaac en su lujoso jet, pero no tuve exito.

Pongo los ojos en blanco, fastidiado de seguir respirando el mismo aire que Isaac, se sube a la camioneta como si el mundo le perteneciera. Solo le hace falta la pasarela para creerse un modelo, su caminar lento con los lentes de sol cubriendo sus ojos, espalda recta y el mentón arriba, me hace preguntarme que fue lo que le vio Alice.

Ya quiero irme de esta ciudad y país para no regresar nunca más, tengo asuntos que resolver en Austin, se llevo a Milán sin si quiera avisar, de nuevo restándole valor a mi paternidad, se siguen negando a reconocerla y ya me estoy cansado de sus juegos.

Conecta el teléfono a la camioneta, tocan el vidrio de mi lado empeorando mi humor al seguir aqui, lo bajo reconociendo a uno de los trabajadores de la casa, tiene una pequeña caja en las manos que extiende hacia su jefe.

—Se lo envia la Señora Donovan, señor.

Me sigue molestando que lleve su apellido, pero debo hacerme ya a la idea, me siento harto de esto, quiero que mi hijo me ame y reconozca como su padre, lo demás por ahora no tiene ningún sentido, Alice está embarazada de Isaac y tras todo lo ocurrido, lo que supe sobre su pensamiento suicida, estoy al límite de paciencia, es demasiado para procesar.

Isaac le agradece, el teléfono comienza a sonar, lo contesta leyendo el «chiquita» en la pantalla.

Patético.

—¿Abriste la caja? —pregunta Alice, el altavoz nos permite a todos escucharla fuerte y claro, Isaac le responde que no, ella le ordena que lo haga, de reojo no pierdo detalle del contenido que me llena de más veneno.

Sus bragas. Un pequeño encaje negro, tan pequeño que...

—Para que te acuerdes de mí.

—Cariño, estás en altavoz —Le dice, se escucha su risa, no avergonzada, sino divertida, nadie además de nosotros dos vio el contenido.

—Lo se. ¡Hola, chicos! De nuevo gracias por los lirios, Hendrik subió algunos a mi habitación.

Le responden el saludo, hasta Astrid con emoción, también se la gano ya. Que facilidad tiene.

Estoy harto de esta lucha interna, de que me este obligando a mi mismo a olvidarla y la otra parte de mi la este deseando igual que cuando la conoci hace seis años, asi como querer ocupar un lugar que ya no me pertenece.

Ya no.

—¿Isaac?

Me tenso recordando como lo llamaba en medio de la amenaza de aborto, no dejo de culparme por ello. Estoy abrumado como nunca antes con la cantidad de problemas que tengo encima, y la contrariedad de mis sentimientos y pensamientos, le pedí una oportunidad a Astrid y al segundo estaba en discusiones con Alice con los celos matandome.

—¿Si, cariño?

—Regresa con nuestro hijo —Le pide en un susurro, el cambio en su estado de animo se nota, suena triste y el pensamiento de que en parte es mi culpa es lo que me hace querer huir de esta ciudad, no me atrevi a despedirme de ella por el temor de que me culpara, eso no lo soportaría, de ella no.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora